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19 de septiembre 2017 

por Rodrigo Chávez.

Hola estimados lectores, debido a la conmemoración del sismo de 1985 y del 2017 hace unos días he decidido hacer públicos algunos textos de mi autoría surgidos del suceso catastrófico, presento aquí una serie de escritos personales mantenido íntegros en estructura, sentimiento e incluso faltas de ortografía, espero sea de su agrado y los incito a participar en el espacio de invitados, este espacio es de ustedes.

19

Una mañana de martes común, me levanté y vi a mis padres, su primer día de vacaciones, mi hermana fue a arreglar un par de cuestiones de su trabajo y por ende no estaba en casa, desayunamos hice alguna tarea y empecé a prepararme para ir a la escuela, llegó mi hermana y a la 1:10; mi madre me dijo "ya vete o se te va a hacer tarde" cuestión que rechace, unos minutos más tarde la tierra se movió, vivo en la zona alta de la ciudad de México, los temblores son casi imperceptibles en esta zona pero el temblor de ayer sin lugar a dudas nos tomó por sorpresa, fue como estar en una montaña rusa fue como si te arrojará con fuerza hacia abajo y cuando llegas lo hiciera otra vez.

Nos pusimos a salvo y el miedo invadió a mis padres, cortaron la electricidad.

Una barda derribada frente a mi casa pero nada más, Internet y señal intermitentes apenas suficientes para comunicarse con familiares.

No pude siquiera imaginar la magnitud de la desgracia, cuando los datos móviles se establecieron vi muchos vídeos, edificios derrumbados, gente atrapada, una escuela con pequeñines que se vino abajo, la ciudad de México estaba rota, herida.

Es lo más fuerte que he visto, jamás pensé que fuera tan grande, tengo miedo, al menor movimiento extraño quiero salir corriendo, no pude dormir, estoy a salvo pero hay cientos de familias que no lo están, hay muchos pequeños que desgraciadamente siguen atrapados y lo peor de todo es que siento que soy completamente inútil, me siento impotente pues no encuentro una manera verdadera de ayudar.

La ciudad de México esa de la que siempre me quejo es otra desde ayer, esa ciudad donde todos tienen prisa y todos quieren llegar primero, pasar primero, ganar primero, ya no es la misma, ayer se detuvo totalmente porque hay alguien que lo requiere, la asquerosa ciudad de México como suelo llamarle se convirtió en la tierra más cálida y maternal que he visto, yo que siempre reniego del patriotismo y la nacionalidad puedo decir hoy con los ojos llenos de lágrimas y orgullo que pertenezco a la ciudad de México ese lugar que el 99% del tiempo la gente es horrible, estresada, egoísta y algunos aprovechados pero que ese 1% es suficiente para repartir esperanza y continuar.

 

-Rodrigo Chávez 20/09/2017 Ciudad de México.










 

20

No dormí, decidí pararme de la cama a las 10, unos amigos tienen desde ayer la idea de ir a ayudar, quiero ir pero sé que sí les digo a donde me dirán que no, tendré que mentir, “mamá quieren ir a donar víveres a C.u.” 

-“okay pero a C.u. No andes por otros lados ni te expongas por favor”.
Obviamente le asegure hacerle caso, el plan siempre fue ir a la condesa, iban 2 excelentes amigos de esos con los que uno va creciendo y madurando pero que son simplemente graciosos, de esas amistades que cuando se junta se dedican únicamente a reírse, y así fue nuestro trayecto o al menos la primera parte, cuando llegamos a metro chilpancingo se veía demasiado movimiento, empezamos a caminar hacía el corazón de la condesa, a medida que nos acercamos las bromas cesaron, ya nadie decía nada gracioso y ocurrente, el ambiente era pesado y un tanto tétrico, el lugar tenía un olor muy raro, no es que realmente oliera es que había algo que se sentía sumamente Diferente, la condesa suele ser un sitio lindo, relajante.
Pero ayer la condesa me hacía sentir alerta, un tanto adolorido y con mucha pena, jamás había respirado tanto dolor.
Intentamos llegar a parque México por la estación del metrobus Campeche, a escasos pasos de insurgentes una cadena pasando víveres, nos unimos sin pensarlo, extranjeros y personas de todas las edades ayudando, no voy a negar que eso fue sin lugar a dudas motivador, terminamos de pasar los víveres y seguimos hacía parque México, “se necesitan voluntarios en calle Puebla” de inicio los seguimos pero revisamos la lejanía y estábamos muy lejos, decidimos ir a Álvaro Obregón al edificio de la calle Amsterdam, llegamos y la sensación fue más intensa, mucha más gente concentrada el ejército ayudando con la policía, jamás había visto gente tan capacitada y tan fuerte, volvimos a hacer la cadena para pasar algunas cosas que necesitaban más adelante, está vez las cosas llegaban a alguien que las necesitaba, de pronto las manos se levantaron y sobre la esquina Amsterdam-yucatán se levantó un silencio sepulcral, un silencio que me enchino la piel al cual presidió el grito más esperanzador que he escuchado en mi vida “UN MÉDICO” “¿DÓNDE ESTÁ EL MÉDICO?” De atrás nuestro salió todo un equipo de médicos que fueron corriendo, jamás había podido apreciar la verdadera importancia de un médico, estuvimos poco tiempo pues sentimos que dificultabamos las labores.
Al salir de Álvaro Obregón vimos salir también 3 ambulancias, no conozco a esas personas, no las vi en ningún momento pero sin lugar a dudas creo que esas vidas han sido lo más valioso para mí hoy, al caminar de vuelta pasamos frente al edificio Canadá, la alerta de derrumbe se fortaleció, por primera vez en mi vida me sentí responsable, obligue a mi Brigada a salir de ahí, aún en contra de su voluntad no hubiera permitido que algo les sucediera y mucho menos por una cuestión de liderazgo, logré sacarlos del punto de riesgo y entonces me relaje, volví a casa y todo estuvo bien.
La experiencia me deja 2 sabores contrastantes un dulce amargo muy difícil, por un lado a uno lo llena de energía y orgullo la participación de tanta gente pero por otro el dolor y el miedo son tan palpables que lo inundan a uno, es irremediable pensar en las familias de las personas que están aún abajo, en ellos mismos en pensar que puedes ser tú.
Pude dormir un poco más pero no puedo decir que descanse.

-Rodrigo Chávez 21/09/2017 Ciudad de México.


 

21

Después de haber podido dormir un poco me puse en contacto con mi mejor amiga, ella vive a unos minutos de mi casa en un poblado cercano al desierto de los leones, me dijo que había algunas casa dañadas y que ella iba a estar allá obviamente me ofrecí a ayudar.
En Santa Rosa pasé gran parte de mi adolescencia, las pintas de la secu, las pedas que siempre terminan con café y cena en casa de mi mejor amiga, los desayunos en domingo de barbacoa o carnitas, Santa Rosa es una comunidad semi rural de la ciudad de México, muchas construcciones son de adobe, la gente se conoce entre sí por todo el pueblo, se hace y vende pulque.
Santa Rosa a diferencia de otros lados no huele a tristeza, no huele a miedo Santa Rosa huele a melancolía, a fuerza y unidad.
Nadie ha dicho nada de este poblado en las Noticias, no se ha escuchado su nombre pero los vecinos saben lo que pasó, los mismos vecinos abrieron su centro de acopio, preparamos las brigadas y comenzamos los trabajos, Santa Rosa me dio más fuerza que dolor, ver cómo una familia acepta que su casa de adobe sea destruida y le regala los maderos a una vecina que necesita polines, ver a las abuelas con cacerolas enormes de comida en la calle ofreciéndole a los voluntarios un platito de arroz o un chicharroncito en salsa verde.
Lugar al que nos movíamos lugar en que alguien te ofrecía agua o comida, Santa Rosa necesita ayuda porque sufrió el daño pero su gente se levanta entre sí, vi trabajar a un bombero de Jalisco y una brigada de voluntarios provenientes de allá, los voluntarios vinieron porque su primo vive en Santa Rosa, así es mi gente, unida, un tanto despreocupada y sobre todo anonima.
Volví a casa molido, después de cargar vigas y remover algunos escombros mis brazos dolían, mis piernas, todo.
Comí algo y me di una ducha, me acosté para descansar pero la verdad es que no pude dormir, me levanté y pasé tiempo con mi familia, pasadas algunas horas cenamos y tome algo para el dolor, me avisaron que demolieron una casa y hay 3 pendientes, mañana hay que volver a Santa Rosa, me fui a dormir.
Una lluvia fuerte acompaña a la madrugada, una lluvia fuerte y el insomnio, he tratado de dormir sin éxito es la 1:45 de la madrugada, me despertó una mala jugada de mi cerebro, sentí que temblaba nuevamente, por suerte sólo fue trauma, intenté volver a dormir y algo se escuchó dentro de mi cabeza, como una corriente que pasó justo al frente y me despertó, creo que voy a quedarme despierto un rato

-Rodrigo Chávez 22/09/2017 Ciudad de México







 

22

No sé a qué hora logré quedarme dormido, pasaban de las 2 de eso estoy seguro, me duelen los brazos, y siento cansadas mis piernas, Quede de verme a la 1 con mi mejor amiga, sirve que ordenó un poco mi cuarto, el desayuno con mis padres y mi hermana, mi madre con el miedo de dejarme ir de nuevo, llegó la hora, comencé el camino hacia allá, vi a mi mejor amiga justo a la hora y caminamos hacía la plaza Hidalgo, hubo un gran cambio, ya contábamos con servicio médico, una carpa enorme en la plaza que servía de refugio, gente intentando coordinar, encontré a unos vecinos y con mis 2 amigos nos unimos a una Brigada, la Brigada 23.

Nos obligaron a vacunarnos contra el tétanos y tuvimos que pedir equipo, es sorprendente el cambio que tuvo el pueblo en 24 horas, pasamos de ser unas cuantas personas entusiasmadas pero sin organización a existir más de 23 brigadas de aproximadamente 15 personas, en su mayoría con casco y botas y sobretodo con muchas ganas de hacer un bien.

La labor de la brigada 23 comenzó en una calle que desemboca en la Iglesia, se derribó una barda y había que sacar todo el escombro, se hicieron las cadenas y comenzaron a pasar los botes llenos de tierra, algunos con cemento y otros tantos con piedras, estuvimos cerca de una hora pasando botes de persona a persona, no voy a mentir, juró que hubo en momento en el que pensé renunciar, mis músculos no podían más los sentía al borde del colapso pero no pude rendirme, seguí pasando los botes y en algún punto volví a tener un poco de fuerza, era el comienzo y sentía que mis músculos no iban a aguantar, de regreso en la plaza otro contingente se fue a derribar una casa y nosotros acompañamos a protección civil a la zona más alta, había que evaluar los daños.

Ahí removimos Tejas que eran peligrosas, y vaciamos un par de casas, los desastres no entienden de clases sociales y afectan de igual manera la casa del rico que la casa del pobre.

Una vez más regresamos a la plaza y se nos pidió ayuda para vaciar otra vivienda, el trabajo había comenzado cuando se nos dio la orden de abandonar el inmueble por riesgo de derrumbe.

Eran ya las 7 de la noche, no habíamos comida prácticamente nada y la vacuna empezaba a dolernos.

Se nos pidió ayuda para apuntalar algunas casa con polines pero mis amigos y yo desistimos, había que volver a casa.

Llegué a casa mil veces más cansado que el día anterior, comí y me di una ducha, esta vez no intente dormir, total ya era algo tarde, pasé tiempo con mi familia, cenamos y fui a dormir, esta vez ni el nuevo temblor me despertó.

Rodrigo Chávez 23/09/2017 Ciudad de México.

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