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Los otros, nosotros

Por Rodrigo Chávez

Los seres humanos no somos más que el cúmulo de lo que pensamos, sentimos, leemos, escuchamos y vemos; apenas un recuento bastante breve de las películas que disfrutamos, los cafés que hemos bebido y los discos con los que hemos crecido. Nada surge de la nada y nuestra personalidad tampoco surge en un vacío. A través de los audífonos vamos marcando las etapas de nuestra vida, las canciones que nos gustan nos definen más de lo que creemos y en lo personal, desde pequeño, La Maldita Vecindad y Los Hijos del Quinto Patio me han acompañado a lo largo de mi vida, podría incluso agradecerle al pato, a roco y a sax haber marcado el inicio de mi pensamiento político con ritmos tan exquisitos.

He defendido con vehemencia la idea de que el arte es una extensión del artista, un punto de fuga de lo que es y por ende lo que crea le define como persona, la maldita vecindad y los hijos del quinto patio son una muestra clara de ello, sus canciones, sobre todo las de "el circo" y "maldita vecindad" son un caso muy emocionante de estudios antropológico-sociológico que podríamos analizar como retratos vivos de la sociedad mexicana y de las condiciones de desigualdad y de pobreza que se viven desde hace mucho tiempo en el país. Provenientes de barrios populares, crecidos en vecindades de lugares que el Estado dejó al desamparo y afectados por el sismo del 85, la política inevitablemente marcaría sus letras y su forma de hacer música, música que forma parte del soundtrack de vida de por lo menos tres generaciones.

El posicionamiento político de la maldita vecindad funcionaba a distintos niveles y de diversas maneras, podríamos pasar horas hablando de su reivindicación directa a la cultura chikana, despojando de un prejuicio negativo dicha contracultura y llevándola a un punto de aceptación comercial que sería clave para el nacimiento del rockabilly mexicano, el simbolismo a tin tan y los cómicos de carpa, salidos del barrio y que generaron una fama innegable siguen presentes hoy en día, una banda que no pretendía simular los ritmos americanos ni asemejarse a la Argentina que dominaba la industria, un puñado de pelados que pusieron a Santaolalla a comer en los mercados más populares del centro y a grabar una especie de latin fusion muy mexicanizado que terminaria trascendiendo el tiempo.

Claro que la industria musical hizo su trabajo negro y ha tratado de borrar de la memoria popular el trabajo más político de los hijos del quinto patio, poniendonos como unicas referencias "pachuco" y "Kumbala" , grandes temas y canciones muy disfrutables, no lo niego, pero canciones como "un poco de sangre roja", "Apañón", o "un gran circo" han tratado de sacarse de las recopilaciones cuando son estas apenas 3 de las joyas que uno puede escuchar y estudiar. Por ejemplo, en la primera podemos apreciar una letra tipo relato que nos conduce por dos cosmovisiones distintas, las de “junior” con su auto nuevo que se imagina como un corcel indomable y lo hace creerse capaz de todo, y la de “José”, un limpia parabrisas de esquina que en busca de unas monedas es atropellado por “Junior”. Una crítica a la desigualdad social y las diferencias de clase contenida en tan solo 3 minutos y 58 segundos con un ritmo hipnótico que te lleva a mover el cuerpo.

"Apañón" es otra gran joya de crítica a la violencia policial de los tiempos de "el negro" Durazo en la ciudad de México, una época oscura dentro de la vida en las calles, la policía se comportaba como una especie de mafia y se encargaba de cometer crímenes de todo tipo. En la canción, el monstruo y el sinbat levantan a un joven en algún lugar cercano a la colonia guerrero y la merced para “enseñarle a respetar la ley”, relata perfectamente como la policía robaba y criminalizaba a la juventud por el hecho de ser jóvenes, una vez más acompañado de un ritmo pegajoso y bastante divertido de bailar.

Pero sin lugar a dudas la mayor crítica que la maldita vecindad pudo hacer se encuentra en "Un gran circo", en la que hacen un pequeño y divertido recuento de lo que es la Ciudad de México, si conoces bien el rock mexicano seguro recuerdas el famoso “un alto, un siga, un alto” pero en sí misma la letra de la canción denuncia la pobreza generada en la ciudad, la manera en que los desposeídos resisten la precariedad volviéndose “faquires” de esquina para sobrevivir: “Es mágico este lugar, Mientras más pobreza hay, Más alegría se ve, En las calles hay color, no falta algún saxofón. Al terminar la función, allá en el palco de honor nadie podrá ya reír”.

La magia de tan icónica banda de rock radica en poder poner en la radio de los ochentas y noventas letras tan incendiarias con ritmos tan melódicos, y eso es en gran medida trabajo de Sax, un saxofonista fuera de serie que hacía alarde de su talento llegando a tocar más de un saxofón al mismo tiempo.

Activistas de tiempo completo, músicos de vocación e ideólogos por accidente. Muchos de nosotres les debemos habernos metido con baile y alegría a las luchas sociales y acercarnos a lo que hoy somos. Esta columna está dedicada con completa admiración y respeto a Eulalio Cervantes, mejor conocido como Sax, víctima de diversas dolencias y de Covid-19, tus amigos vamos a recordar que eras un buen carnal que decidió viajar.

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