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Lenguaje inclusivo

por Rodrigo Chávez

 

Dentro de este momento histórico y disputa generacional existen diversos temas que las juventudes impulsan de maneras cada vez menos complacientes y, tanto la forma como el fondo, son despreciados o poco comprendidos por las generaciones superiores que ven a la juventud como un cúmulo de personas débiles o exageradas por perseguir luchas mayormente sociales, este es el caso del lenguaje inclusivo.

 

Para poder hablar sobre lenguaje inclusivo debemos tener claros los 2 conceptos: lenguaje e inclusión.

El lenguaje se define como: "Sistema de signos que utiliza una comunidad para comunicarse oralmente o por escrito". Es importante en este sentido recalcar que, por definición, el lenguaje no tiene una estructura sólida más allá del uso de los símbolos entre la comunidad que les da significado.

Ahora bien, la inclusión se define como: "actitud, tendencia o política de integrar a todas las personas en la sociedad, con el objetivo de que estas puedan participar y contribuir en ella y beneficiarse en este proceso".

Si nos allegamos a estos dos conceptos previos podríamos crear una definición de lo que es el lenguaje inclusivo: sistema de símbolos para comunicarse de forma oral o escrita que tiene como objetivo integrar a todas las personas en la sociedad.

 

Ese concepto y el propio uso del lenguaje inclusivo es un fenómeno social, así como un posicionamiento político; pues es, desde la cotidianidad, buscar la participación de todas las personas que componen la sociedad.

 

Y quizá definido y explicado suene un poco menos descabellado e incluso menos incómodo que verlo ejercido, es decir, la definición teórica y la explicación son mucho más fáciles de asimilar que ver escrito un "todes" o un "todxs" y eso se debe, en gran parte, a la costumbre adquirida por los años. Crecimos y desarrollamos nuestras vidas asimilando las reglas impuestas desde una “Academia" que nos dicta lo que es correcto decir o escribir pero nunca nos explica cómo llega a esos juicios. Ha sido ese grupo de personas “doctas”           –mayormente hombres blancos privilegiados– los que desde siempre han decidido que debe, o no, considerarse válido. Y no es de extrañarse que desde este grupo reducido, que comparte privilegios, obtengamos un lenguaje que sobreponga los "masculinos" para referirnos a la pluralidad, es decir:

Según la RAE se dice "alumnos" para referirnos a un grupo de varones y también a un grupo en el que se encuentran 50 mujeres y 1 hombre; así que la presencia de un solo hombre es suficiente para utilizar un vocablo que lo sitúe en una posición intrínsecamente privilegiada sobre sus contrapartes mujeres.

Y aquí es en donde encontramos los problemas con el lenguaje, según las ciencias sociales aquello que no se nombra no existe, es decir, los problemas de una sociedad no son problemas si esa sociedad no es capaz de identificarlos y nombrarlos. Eso mismo sucede con el español como lenguaje, al poner en un lugar superior o predominante la presencia masculina, ocultamos la participación de todas las demás personas de la sociedad. Si no podemos nombrar la presencia de las mujeres y de la comunidad LGBTTTIQ+ en la vida social, entonces negamos (sociológicamente hablando) su existencia dentro del desarrollo de la sociedad.

El lenguaje de academia dice, de una manera sutil y constante a todas y todes aquellos que no son hombres, que no existen y que su presencia y existencia desde el lenguaje queda relegada a la figura masculina.

Es común en este sentido que los más ofendidos por el uso del lenguaje inclusivo sean los hombres pues, al verse despojados de esa hegemonía, recaen de una manera bastante torpe –y muchas veces violenta– en la validación de su posición superior a través de lo que la RAE ordena. Entonces la Academia se utiliza, más que como un instrumento de construcción y desarrollo de lenguaje, como un espacio de golpeteo social que sirve para mantener la estructura hegemónica que apremia al varón por nacer con pene.

Vivimos tiempos de cambios profundos, violentos y complejos, y es importante comprender las necesidades de aquellos que impulsan (de maneras sutiles o no) estos mismos. El mundo no nos pertenece por haber nacido hombres, por hablar español o por ser de algún estrato social privilegiado; debemos entender que la violencia histórica ejercida hacia grupos sociales específicos como las mujeres o la comunidad LGBTTTIQ+ es insostenible y, dentro de esta lógica de comprender que nuestra posición de privilegio se acerca cada vez más a su fin, debemos –obligatoriamente– tomar en cuenta las necesidades político-ideológicas de quienes hoy se rebelan.

Algo más a considerar, es la comprensión del lenguaje como un <que> vivo, algo en constante construcción, capaz de mutar, deformarse y transformarse; y no en un <algo> que se nos ha dado y que es incapaz de ser útil más allá de sus limitantes. Solo comprendiendo nuestro rol socio-histórico logramos empatizar con los que, fastidiados de su condición, gritan al unísono "BASTA YA" y de esa forma podemos comprender y explicar los cambios que vivimos.

 

No olvide usted, estimada lectora o lector, que la política se esconde en el más recóndito e íntimo espacio de nuestro ser, todo acto, pensamiento y palabra revelan a los otres cuál es nuestra posición y, en cuestiones de necesidad de adhesión, demostramos aún en la sutileza el apoyo o rechazo a los demás.

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