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Yo me opongo

Por Rodrigo Chávez.

Hace unos días el presidente adhirió, vía decreto, a la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa. La noticia pasó sin pena ni gloria entre la población sin embargo a las y los activistas así como a muchas personas en la academia y a mí en lo particular nos escandalizó.

Andrés hasta antes del periodo de transición se había posicionado como antimilitarista e incluso llegó a usar como propuesta y lema en materia de seguridad que hacía falta regresar a los militares a los cuarteles pues, como bien lo entendía y estoy seguro entiende, el ejército no está capacitado para realizar labores de policía civil. La propuesta de la guardia nacional tenía como propósito comenzar la desmilitarización del país.

La concepción de la Guardia Nacional era en una primera instancia conformar el cuerpo con elementos de la policía federal, la policía militar y civiles que decidieran enlistarse en el cuerpo contando con una correlación entre efectivos de cuerpos existes y civiles de 50-50 y un mando civil. En los años posteriores debía expandirse el reclutamiento para fortalecer la guardia nacional pero sin acrecentar el número de efectivos castrenses en el cuerpo. Al mismo tiempo la Guardia tenía como propósito recibir una constante capacitación en derechos humanos y proceso jurídicos para aumentar su eficiencia en detenciones de manera positiva y poder intervenir en la sociedad sin la brutalidad característica de la marina o el ejército.

El mando civil desapareció ya hace algún tiempo y en su momento fue una decisión controversial pero hasta cierto punto necesaria pues, en efecto, la Guardia Nacional comenzó a suplir al ejército en zonas de conflicto en el país. Sin embargo el reclutamiento civil se vió estancado y el cuerpo comenzó a reforzarse con más elementos castrenses, esto derivó en las escenas por todos conocidas en las que la guardia nacional viola derechos humanos en la frontera sur en contra de caravanas migrantes.

La adhesión de la Guardia Nacional a la SEDENA puede leerse de dos formas; o bien ha sido un fracaso en cuanto a los objetivos planteados al comienzo del sexenio, lo cuál hablaría entonces de que el problema de la violencia es mucho mayor de lo que es comprensible desde la sociedad civil o bien es una decisión regresista que mantiene la estrategía bélica como la política de seguridad. Ambas lecturas son cuando menos preocupantes.

La primer lectura nos deja entender que la seguridad pública es una de las grandes deudas y que a pesar de la reducción de los delitos de fuero federal el mal llamado “narco” tiene facetas, caras y tentáculos mucho más grandes y fuertes de lo que es imaginable (como hemos tratado en este espacio desde hace un tiempo).

La segunda hablaría de una decisión que es inadmisible pues es continuar de manera indirecta la guerra contra “el narco” a pesar de los datos de incremento en la violencia cuando el ejército interviene pero con cambios estéticos y superfluos que no representan una transformación real.

La Guardia Nacional es necesaria pero no de la forma en que se encuentra dispuesta en este momento y menos de la manera en que se puede desarrollar ahora que está sujeta a las reglas de la SEDENA, dichas reglas pueden incluir el fuero militar que ha mantenido crímenes en la plena impunidad. En lo personal este cambio de perspectiva en materia de seguridad me parece insostenible y es necesario ser congruentes, no puedo apoyar a militares aunque sus uniformes digan Guardia Nacional. Por eso es que yo me opongo a la adhesión del cuerpo a la SEDENA y me opongo a dar un reversazo a la estrategia de seguridad con enfoque a los derechos humanos y la coordinación con la sociedad civil.

La violencia no se acaba con más balas y más militares sino, como ha dicho Andrés, resolviendo las brechas de desigualdad y las causas que llevan a la población a la actividad criminal.

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