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La policía no me cuida

Elsa Flores

El automóvil se ha impactado y la adrenalina goteo en el cuerpo apresurándola a salir y auxiliar a las personas que pudieran necesitarla. No fue nada grave. El tiempo pareció detenerse a admirar el rostro de Beatriz, cuando decidió dar un paso alguien no la dejo, la sujeto por el cuello y con la brusquedad de una pregunta sin terminar la metió a la patrulla.

A los 29 años le echo el ultimo vistazo a la vida, en una celda donde se intento abusar de ella sexualmente, dónde la irracionalidad llego a cobrar lo que no correspondía. Hace apenas minutos antes pudo hablar con su papá, ver el rostro de quién la llevo de la mano cuando fue niña.

—¡Se ha suicidado con una servilleta! —Comenzaron a decir los agentes que dejaron como hierro caliente sus huellas dactilares en el cuello.

Beatriz Hernández era una médica que atravesó el último año y medio atendiendo pacientes covid-19, ahora se le ha otorgado un número de expediente que junto con otros forman parte de una pila de olvido. Las redes no tardaron en llenarse de indignación ante tal descomposición Estatal, una vez más, la celebre frase de La policía no me cuida, me cuidan mis amigas apareció como contención del miedo que tenemos al ver un uniformado, pero también apareció como resistencia colectiva, aunque nuestras amigas también estén siendo asesinadas.

La policía, como fuerza para mantener el orden publico y dar seguridad a los ciudadanos ha formado parte de la contradicción de ella misma. No se podría esperar que esto sucediera de otra manera, el Estado posee una dualidad en la que se tiene el narcotráfico operando ante sus ojos, así que cualquier cosa que se derive de esté tendrá la misma esencia.

En realidad, nosotros los civiles no entendemos cómo es que alguien que posee un uniforme azul pueda sentirse con el poder para quitarle la vida a alguien más. Pienso, que esto se debe al abandono que hemos tenido como sociedad, el Estado ya no interviene en el mercado, mismo que nos ha enseñado como relacionarnos y nos da el sustento para poder vivir, así que nos enfrentamos a un mercado capitalista lo más violento posible y a un Estado que nos ha vendido. Un Estado que a través de todo lo que se expande no ve por su pueblo en realidad lo que esta haciendo es matarlo. Por eso la policía intenta violarnos en la celda y si hay forcejeo la asfixia es la respuesta, porque ellos pertenecen al lado donde nos ven como mercancías, a ellos no los han vendido, todavía los usan para su beneficio.

Beatriz Hernández, al igual que todas, se enfrento a una estructura que te dice del frío hasta que te deja desnuda ahí. Nosotras esperamos que, con la rabia ardiendo en el pecho podamos incendiar el nombre de Beatriz y exigir justicia.  

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