top of page

La belleza de lo que permanece

Por Melissa Cornejo.

“Esta vida mía ha sido muchas cosas, pero jamás fácil. Esto es una realidad, no una queja. He aprendido que no hay dicha sin contratiempos. No hay placer sin dolor. ¿Conoceríamos el goce de la paz sin la angustia de la guerra? Si no fuera por la muerte, ¿valoraríamos la vida? Si no fuera por el odio, ¿sabríamos que el objetivo último es el amor? Si cubriéramos los desfiladeros para protegerlos de los vendavales, jamás veríamos la belleza de sus formas”.

— Elisabeth Kübler-Ross.

Las últimas semanas he asegurado que este año ha sido el peor de mi vida, y a pesar de la tragedia y el sufrimiento, e intentando no minimizarlos, hoy decido reetiquetar mi 2021: no ha sido el peor año de mi corta vida, sino el año que más me ha enseñado. Y puedo decir que a pesar de todo, me encuentro profundamente agradecida.

Habrá quien al leer esto piense que ya perdí la cabeza. ¿Cómo podría agradecer lo vivido las últimas semanas? ¿Cómo podría conservar la gratitud a pesar de todo? Escribo esta columna para compartir lo aprendido, pero también a manera de defensa propia para que mi gratitud no se confunda con falsa positividad.

En primera instancia, he aprendido que las cosas no nos pasan, ni llegan para que aprendamos: las cosas pasan y nosotros  podemos elegir la pasividad y el sufrimiento o mirar la adversidad de frente y preguntarle: ¿qué vienes a enseñarme? Contemplar cada contratiempo como una oportunidad para crecer nos permite movernos del sufrimiento inútil y utilizar cada caída como vuelo.

Si bien es cierto que al elaborar un duelo atravesamos diversas etapas y hay momentos en los que sentimos que algo nos fue arrebatado y que jamás encontraremos una explicación que le dé sentido a lo vivido, podemos empezar por reunir toda la humildad que hay en nosotros para aceptar las cosas tal como se nos presentan. La vida no nos debe ninguna explicación, y entre más pronto lo entendamos, mejor para nosotros. Pasa justo lo que tiene que pasar, aprende tus lecciones a la primera.

Mirar más allá de la tragedia con ojos de gratitud nos permite contemplar el enorme privilegio de tener algo tan bello para echar de menos, pues esto sólo significa que tuvimos la fortuna de tener algo precioso entre las manos. Si no fuera por la impermanencia seríamos incapaces de valorar  la belleza de lo que permanece. Si no fuera por las pérdidas que dejan huecos profundos no tendríamos espacio para crecer hacia adentro.

Elegí el camino del amor, la gratitud y la fe, y en honor a la verdad, diré que es el más difícil al estar sumidos en la miseria, pero es el único que puede rescatarnos. Sentir desde la fe nos permite creer que volveremos a estar bien y que tenemos dentro la fortaleza  suficiente para superar esta y todas las adversidades que se nos presenten.

Un jueves comiendo sushi en un mercado del centro de la ciudad lo entendí: si fui capaz de aguantar las últimas semanas, soy capaz de aguantar cualquier cosa en la vida siempre que vaya de frente y con el corazón en la mano, siempre que mire de frente la tragedia y aún con lágrimas en los ojos pueda decir: “gracias por esta vida tan maravillosa”.

bottom of page