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¡Que vuelen los pasteles (pero solo entre ellos)!

Por Ángel Estrada

Comienzan las campañas, y con ellas, inevitablemente comienza también una guerra intestina y un bombardeo de spots, volantes, espectaculares y tiempos de radio, en los que unos pocos promocionarán su imagen personal, resaltando su trayectoria y su proyecto político, mientras la gran mayoría se dedica a los ataques, las descalificaciones, la polarización y la falta de propuestas.

Así ha sucedido cada tres años desde finales del siglo pasado, cuando el partidismo fue tomando fuerza y debilitó la hegemonía del PRI. Así que pedir que exista civilidad política en este proceso electoral es como pedirle al sol que mañana no salga. Esto se acentúa más al tiempo en que han ido revelándose las condiciones en que este juego democrático será jugado por los actores políticos:

Encontramos a un partido con una fuerza impresionante, con altísimo respaldo popular y que busca refrendar (y acrecentar) su amplia mayoría en el congreso, además de ganar la mayoría de las 15 gubernaturas en disputa. Morena tiene por delante un camino relativamente sencillo para lograr lo primero; hoy los agregados de encuestas le dan más de 40% en intención de voto para las diputaciones federales, muy por delante de Acción Nacional. El mayor reto para el partido en el poder será hacerse de los gobiernos estatales, que históricamente han ganado siempre la hoy oposición, tanto PRI como PAN.

Por cierto, este proceso interno de elección de candidaturas morenistas se ha visto nublado por viejas prácticas que en el pasado los afines a la 4T denunciaron: influyentismo, nepotismo, amiguismo, posicionar a personajes acusados de delitos sexuales como a Félix Salgado Macedonio, no escuchar a la militancia en el mismo sentido, etc.

Quizá el partido logre obtener la gran mayoría en el congreso nuevamente, y quizá logre ganar muchas de las gubernaturas en disputa, pero sin duda el partido tendrá que luchar en el proceso poselectoral para cohesionar a una militancia que, ciertamente, se ha mostrado disgustada por las formas de hacer política de Mario Delgado.

Pero si morena logra mantener la mayoría, entonces se le habrán acabado los pretextos al partido del presidente para no legislar en temas prioritarios de derechos humanos, libertades individuales, derechos sexuales y reproductivos, etc.

Del otro lado de la cancha encontramos al único rival que vale la pena mencionar por su mediocre pero presente relevancia. PRI, PAN y PRD decidieron crear una alianza híbrida para contender contra el proyecto de nación de AMLO y morena. En realidad darles mucho espacio en este análisis es perder el tiempo ante lo que sabemos a leguas: la alianza va camino al fracaso.

Han pasado 3 años de la histórica elección de 2018, donde decir que sufrieron una verdadera aporreada es poco. De hecho, francamente me sigue sorprendiendo que después de ello siguen sin captar el mensaje que la ciudadanía les dio, en el sentido de que debían reformarse de manera profunda si pretendían volver a aspirar al poder en la siguiente disputa electoral.

Pues ni se han reformado ni han cambiado sus viejas prácticas y maneras de hacer política. En tres años no hay un solo proyecto político capaz de atrapar a la ciudadanía ni de hacerle frente al proyecto político de Andrés Manuel. En tres años no se han sacudido el polvo de la conmoción causada en las urnas, y es por ello que una alianza como la suya nace estéril, sin trasfondo y sin impacto. Así pues, PRI y PAN caminan a tropezones rumbo a otra derrota estrepitosa, mientras el PRD se hunde y se acerca más a la zona de peligro, a la temida pérdida de registro.

El problema con todo esto es que es desalentador ver cómo pasa el tiempo y no hay una oposición digna de un país que se desmorona de muchas maneras desde hace década y media. El detalle es que una oposición debería sumar, ser contrapeso ante un poder que no debe ser desmedido bajo ninguna circunstancia, y plantear alternativas reales a los problemas que lastiman profundamente a las y los gobernados. Pero esta no existe hoy, y tampoco existirá en el futuro inmediato.

Por último, hablar del árbitro es igual de importante. El INE se prepara para gestionar la elección más grande de la historia en medio de una pandemia y de una población polarizada. Con base en ello, uno pensaría que el árbitro debe mantenerse a raya, neutral, sin un favorito; la realidad es que sí ha sido evidente, por momentos, su inclinación hacia un lado de la cancha, al no actuar con condiciones parejas para todos los participantes. Lo más que diré es que, ante ello, tengamos la simpatía que tengamos, debemos vigilar, resguardar y defender el proceso electoral como una de nuestras obligaciones como ciudadanos.

En fin. En este breve texto he pintado el panorama que he podido vislumbrar en los últimos meses. Como dije al inicio, estaremos bombardeados de publicidad en los próximos meses, y llegado el momento, tendremos que decidir.

Ante ello, lo único que deseo es que si los partidos no nos brindan civilidad política, nosotros sí actuemos con civilidad, nosotros seamos ejemplos de que se puede debatir, compartir y analizar sin utilizar la violencia, los discursos de odio, los nacionalismos, etc. Es normal que una sociedad esté polarizada, y está bien compartir puntos de vista, pero hagámoslo con civilidad.

Que si este proceso será encendido por las llamas de la confrontación y la violencia de quienes no saben hacer política de otra manera, nosotros podamos ser ese escudo que proteja que aquel fuego no penetre en nuestros círculos. No hagamos mala política, no somos como ellos

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