top of page

Ni un peso, ni un beso

Elsa Flores

Desde que tengo memoria mamá habla sobre la mujer independiente que debo ser, entiendo por qué lo dice en cuanto la veo a los ojos. Hay días en los que me cuenta el miedo que vivió al no sentirse capaz con la vida cuando mi papá se fue de casa, a pesar de que ella trabajaba y se hacía cargo de todos los gastos aún pensaba que un hombre era el único que podía validar su existencia.

Llevo días reflexionando cómo es que ahora, años más tarde, mi mamá ya no se siente frágil sino fuerte, la oigo cantar por las mañanas cuando riega las plantas o la descubro riendo tan alto llenándome el corazón. Mi mamá, al igual que muchas mujeres es una sobreviviente de violencia, a veces me pregunto si ella hubiera sido una cifra más de feminicidio al no haberse armado de valor para correr a mi papá, el cual al principio se negó rotundamente a dejar la casa de sus hijos para que al pasar las semanas una noche se fuera y no volviera.

Es más fácil vivir con cifras, sabemos que en México hay 11 feminicidios. Nos duele, nos arde el pecho, pero seguimos adelante. Es diferente cuando por medio de las redes sociales comienzan a aparecer sus nombres, sus caras, lo que les sucedió, ahí es cuando entendemos que una cifra no tiene alma, no sangra, no llora, no ríe, no define a la mujer que hoy está sin vida.

La violencia está escondida hasta por debajo de las piedras, pero al parecer solo es preocupante cuando te dan en la cabeza con esa piedra y ya no respiras. La lucha que se ha tenido para que las mujeres comencemos a apropiarnos de los espacios públicos tiene frutos y también muertas. Es una victoria para nosotras, pero una declaración de guerra para ellos, la mujer puede salir a trabajar y estudiar siempre y cuando cumpla con las responsabilidades, que al parecer son solo nuestras, que hay en la casa.  

Una casa, nuestra casa que es presentada para ellos. Dónde no hay ojos que vean como poco a poco se nos va aislando en una esquina. La violencia que está envuelta en papel de regalo, que cuelgas en la pared con una foto de ustedes felices hace años, te aferras a esa imagen donde no tiene nada detrás. Bendecida la mujer independiente que trabaje porque ella será digna de la libertad ¿Realmente existe eso? ¿A caso ellas no se les acaba el aire cuando se acuestan a lado de su agresor?

La independencia, la libertad va siempre enfocada a una manera económica. Y cómo no si el mundo en el que estamos se maneja de esa manera, puedes hacer lo que quieras si tienes dinero y con el poder social que te da tenerlo. Pero no es así con nosotras las mujeres, tener dinero no es sinónimo de libertad, ni tampoco nos da valor para alejarnos de la violencia. Para llegar a este punto no solo existe un sujeto que ejerce de forma directa este escalamiento de agresión, sino que detrás existe todo un sistema que lo reafirma.

Desde que nacemos somos vulneradas y moldeadas por un patriarcado que no vemos pero que está presente. Sabemos que el tener una pareja puede quitarnos la vida, pero si no tenemos también podemos ser foco de aún más violencia sistemática, así que nos decidimos por la historia de amor romántico. Hace años se tenía la idea de la mujer como objeto, podía ser de ellos, del que quisiera, y lamentablemente aún existe ese pensamiento, hay personas que lo tienen más arraigado por el entorno socio cultural en el que están o hay quienes no lo entienden con claridad. Sin embargo, una de las principales formas para que la mujer sea doblegada es la económica, esta se obtiene mediante otro mecanismo que se ejercen, como el aislamiento tanto de familiares y amistades, la humillación constante, los golpes, etc. Las mujeres, al sentirnos en riesgo por inercia pensamos en huir, pero no lo hacemos ¿a dónde vamos si no tenemos a nadie? ¿qué hacemos si no tenemos dinero? ¿realmente nadie más se fijará en nosotras?

Mil preguntas pasan por nuestra mente, de un mundo que nos han hecho creer que existe, por eso da miedo salir a él, a pedir ayuda pues el hombre que nos agrede en cualquier magnitud es el representante del entorno público que hay afuera. Es duro tener que soportar los gritos que hacen temblar la casa, pero es aún más duro salir de ahí, hay muchas mujeres que lo logran, otras que salen y no tardan mucho en regresar, unas que nunca salen.

La violencia económica no excluye a las mujeres negras, ni blancas, ni proletarias, ni empresarias, ni indígenas, ni lesbianas, ni universitarias. La violencia económica es la forma en la que el capital presiona para que nosotras retrocedamos en cada paso que ganamos en el mundo, es como calló a nuestras madres y caso a la fuerza a nuestras abuelas. La violencia económica existe, en un mundo donde la acumulación significa mayor beneficio que satisfacera la necesidad, si no es así la mercancía es tirada a la basura, o nosotras aparecidas sin vida.

bottom of page