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La luz en el túnel

por Rodrigo Chávez

Comenzaré este texto diciendo lo obvio para evitar la descontextualización y el posible mal uso de mis palabras; EL COVID EXISTE, ES DE ALTO CONTAGIO Y SE HA CONVERTIDO HOY, 19 DE MARZO, EN EL PROBLEMA DE MÁS URGENCIA EN EL MUNDO.

Una vez aclarado y reiterado lo anterior podemos dar inicio a lo que nos atañe el día de hoy, la pandemia de covid 19 se propagó por el mundo encendiendo las alarmas y dejando al desnudo los grandes fallos cometido a nivel político, entendiendo la política en el sentido más amplio del término y no así en un sinónimo casi vacío y poco representante del término <administración> durante los períodos pacíficos en occidente y el bien planeado y mediático ¡boom! del capitalismo y del consumismo se nos vendió y se nos inculcó la idea de que el sistema económico debería ser la premisa máxima, debería ser por sí mismo el “leviatán” del siglo XXI, que la modernidad había superado por sí sola la bipolaridad y que las ideas de izquierda resultaban sobrantes en un mundo en el que la escasez parecía controlada, las crisis económicas eran pan de cada día pero se sentían lejanas y los nuevos productos en el mercado, cada vez más iguales y cada vez más caros resolvían de fondo las dudas existenciales y las problemáticas sociales sí brillaba lo suficiente como para captar nuestra atención y poder deslumbrarnos apenas el tiempo necesario mientras el nuevo producto salía ya de la fábrica para repetir el ciclo de manera casi infinita.

Nos convencieron de que nuestro lugar y nuestra máxima aspiración eran y son aún hoy el poder consumir más y mejor, desechar y consumir nuevamente, nos convencieron, también de que  conceptos elementales de la política clásica como “ciudadano”, “Estado”, “Soberanía”, “autodeterminación” y “Poder” estaban ya superados que eran ideas viejas, que l mundo no las necesitaba, que el Mercado y su imposición eran suficientes para cubrir las necesidades y carencias en lo que poco quedaba de nuestras naciones, el propio concepto de nación se vio rápidamente inutilizado para reducirlo a territorio, aceptamos sin chistar la imposición cultural que vino acompañada de un cuchillo gigante llamado modelo económico que se sintió dueño de todo y convenció a todas y todos de que había que adecuarse a él, sin reclamos, sin cuestionarle, sin disentir, durante 30 años en México, en latinoamérica y en el mundo occidental esta imposición mercantil conllevo un brutal adelgazamiento del Estado, se le exigió a esta institución (históricamente útil y necesaria) mutilarse a sí misma de piernas y brazos, sacarse los ojos, taponear sus oídos y finalmente sellarse la boca, reducimos en 30 años tanto del Estado que lo convertimos en una triste sucursal de nuestros anhelos del pasado, de nuestra necesidad de ponerle cara a la calamidad y de poder sentir que al menos podemos elegir algo… VAYA ILUSOS, VAYA FIASCO.

Se nos convenció de que no necesitamos certezas de un futuro mejor, se nos vende cada día en diversas y muy variadas formas la idea de que la seguridad es mala, de que el cambio y la impermanencia constante son lo mejor, que solo así se crece, que desear seguridad es mediocre, que los ganadores no lo desean, que todo es tan sencillo como producir, nos vendieron estas ideas aún en contra de la naturaleza humana y de su constante deseo de tranquilidad, el capital convenció pronto a sus trabajadores de que no necesitaban contratos ni certezas jurídicas, que podían ganar más si trabajan libres y con ese discurso ocultó y evadió su responsabilidad para con su mano de obra.

Nos convencieron poco a poco de que éramos incapaces de poder gobernarnos, de que lo mejor era dejar que las decisiones se nos impusieran desde afuera, que no sabíamos manejar las empresas, que lo mejor era dejar que alguien sin rostro ni nombre nos dijera quién y cómo nos iba a dirigir, nos convencieron de que lo más inteligente era tener miedo del que estaba a lado de nosotros, que estar ensimismados era la opción, la única opción.Nos vendieron soluciones a los problemas que ellos, los sin rostro, los sin nombre pero con mucho más valor que cualquiera nos habían traído, nos dijeron que organizarnos con los demás era ridículo, que tomar las calles era signo inequívoco de un deseo de seguir en la mediocridad, nos vendieron y repitieron tantas veces que el Estado y el Gobierno no iban a hacer nada por nosotros que el propio Estado termino aceptandolo.

Su canto de sirena era siempre el mismo “tal país creció tanto este año”, “tal otro produjo más que el año anterior” y entre esos cuentos del crecimiento infinito olvidaron mencionar que latinoamérica crecía con base en deuda que los Estados más galardonados eran los más desiguales, que los derechos poco a poco se convierten en privilegios de clase, nadie dijo que en Estados Unidos más de mil personas pierden todo por pagar servicios de salud pero sí nos dijeron que es la economía más grande del mundo.

Y cuando todo parecía estar en paz, cuando los pocos beneficiados gritaban gozos que el Mercado era lo máximo  vino el COVID a rebasarlos, vino y destruyó a la manufacturera más grande del planeta, China no pudo contenerla pero el Mercado no se molestó ni siquiera en tener precaución, el covid entró a México por aire, aterrizó en avión privado y se comenzó a esparcir y cuando Europa cayó, los reclamos de Francia por salud y retiro dignos dejaron de sonar ridículos, cuando el consumo en China y Europa se detuvo el tan preciado mercado nos demostró su carencia, nos demostró que no es ni sabio ni todopoderoso, cuando los liberales sintieron miedo voltearon hacia adentro y gritaron “QUE EL ESTADO HAGA ALGO” pero el Estado, sin manos ni piernas, sin ojos ni boca, sin oídos nada puede hacer, la administración tiene que decidir entre salvaguardar a sus ciudadanos o evitar los peores efectos de la crisis económica, el colapso del modelo político social parece inminente hoy más que nunca y de nosotros, los impetuosos y estudiosos de las ciencias sociales, depende poder ofrecer una nueva vía, una que pueda recobrar la fuerza del Estado y la certeza de la gente en las instituciones, depende de las sociólogas, politólogas, economistas, antropólogas y de sus pares hombres poder aprovechar esta ruptura de las narrativas para replantear y teorizar nuevos horizontes, paisajes menos impositivos, más autónomos, menos violentos, más amigables con todas las formas de vida pero sobre todo depende de nosotres evitar que la narrativa del virus todopoderoso que generó fallos catastróficos en la economía quede evidenciada como una coartada más para intentar salvar un sistema roto y podrido de origen.

EL VIRUS SE LLAMA COVID PERO LA ENFERMEDAD ES UN SISTEMA DE DESIGUALDADES IMPLEMENTADO POR LA FUERZA.

Hoy más que nunca es inevitable pensar en Marx y Engels e incluso reinterpretarlo “UN FANTASMA RECORRE EL MUNDO: EL FANTASMA DE LA ORGANIZACIÓN. TODAS LAS FUERZAS DEL VIEJO MUNDO SE HAN UNIDO EN SANTA CRUZADA PARA ACOSAR AL FANTASMA

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