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¿Qué es la sociedad? Un vistazo a Simmel

Por Rodrigo Chávez

¿Qué es la sociedad? Esta pregunta ronda siempre en la mente y las letras de quienes estudian sociología y me atrevería a decir que ronda la mente de aquellas personas que han asimilado la idea de vivir en una sociedad. Esta verdad a medias aparece en nuestras vidas como una repetición constante, irreflexiva pero bastante rígida, es incluso un medio por el cual asimilamos la coerción como una medida cotidiana y asumimos que nuestro rol es seguir órdenes de manera indefinida. Uno va a la escuela porque así es la sociedad, de igual manera se endeuda hasta el cuello porque así es el sistema pero, ¿cómo es realmente la sociedad? ¿cómo es de verdad este sistema?

Para George Simmel la sociedad es algo mucho más fascinante que seguir órdenes a destajo y sin reflexionar o mucho más que asumir que un papel de docilidad y de seguimiento de corriente nos traerá de algún modo un beneficio, la sociedad existe, para Simmel: “...allí donde varios individuos entran en acción recíproca.

Esta acción recíproca se produce siempre por determinados instintos o para determinados

fines.”

La definición propuesta por Simmel es compleja por su simpleza pues pasamos de creer que una sociedad es intrínsecamente superior al individuo y que a su vez está diluida entre todas las personas que comparten un espacio tiempo a entender pues que la sociedad es más bien un tipo de relación ejercida entre individuos de manera sostenida.

Simmel estipula como punto fundamental de partida la idea de la reciprocidad, es decir, las acciones que incluyen a un <otro> y esto es, literalmente, la base de la humanidad como especie. Ha sido el trabajo colaborativo y la relación entre nosotros lo que ha permitido que la humanidad consiguiera llegar hasta aquí, es pues, la sociedad la que nos ha brindado oportunidad evolutiva.

Si reflexionamos de manera profunda cuantas o cuales acciones podemos hacer sin ponernos en contacto directo con otra persona podríamos enumerar apenas un puñado de acciones e incluso esas podrían verse inmersas dentro de la dinámica de una sociedad, tomamos por ejemplo la adicción al tabaco de algunas personas. Un adicto podría creer que la acción de fumar es una acción individual y no social pero al encontrarse con la necesidad de comprar en una tienda el tabaco o los cigarros ya ha formado una sociedad, al fumar y dañar a otras personas con su humo ya ha formado otra sociedad.

Simmel propone de manera responsable la idea de que la existencia en el vacío individual no es posible pues hasta los actos más íntimos pueden ser (o son) compartidos de manera recíproca con otras personas, es entendernos una parte de un todo más amplio pero a la vez entender ese todo más amplio como una irrenunciable conducta.

No existe pues, aquella mano invisible que Smith nos presumía pero sí existen un montón de manos visibles que van formando un sin fin de conexiones sociales y que terminan, por comodidad, invisibilizando.

Simmel dice que la distinción entre las formas de relacionarnos va a depender en gran medida de la profundidad de arraigo entre las acciones que realizamos y la influencia que éstas tengan en la vida de las demás personas.

Es decir que Simmel considera como forma el nivel  de la sociedad en el que se dan estas relaciones recíprocas. Usando un término que quizá resulte más amable la forma es el “a partir de donde” se dan las relaciones, por ejemplo las imposiciones familiares o estatales constituyen una Forma más profundizada que los encuentros casuales entre individuos o las miradas cruzadas en el transporte.

En tanto el contenido de estas interacciones Simmel dice que: “llamo contenido o materia de la socialización a cuanto exista en los individuos (portadores concretos e inmediatos de toda realidad histórica), capaz de originar la acción sobre otros o la recepción de sus influencias; llámese instinto, interés, fin, inclinación, estado o movimiento psíquico.”

En otros términos el contenido es la capacidad de generar acciones concretas o de realizar acciones concretas por mandato pero sobre todo por influencia, si bien pudiera parecer muy entrelazado con el concepto de forma, en realidad no lo está, la forma es pues la solidez de una interacción que puede o no tener la capacidad de generar sentimientos y acciones en consecuencia, el contenido requiere por tanto de la acción cuyo principio es el sentimiento o la influencia generado por alguien y/o aceptado por otro individuo.

Simmel asume de facto pero también de manifiesto que definir de esa forma a la sociedad complejiza la justificación previa de la sociología como la ciencia máxima y hace entonces un proceso de reflexión que cautiva a continuar pues, pese a ser bastante liberador, parece quedarse en la complacencia incómoda de asumir que ha superado algo que puede ser negativo para sí mismo.

Al asumir la sociedad como una serie de relaciones individuales e incluso banales desde el punto estructural podemos alejarnos considerablemente de la idea de que lo que sucede entre pares (individuos) es efecto de una estructura llamada sociedad que a su vez es posible estudiar y desentrañar. Más bien opta por asumir la sociología como un medio de estudio usado por distintas disciplinas.

Simmel dice que: “Adquirida la conciencia de que toda actividad humana transcurre dentro de la sociedad, sin que nadie pueda sustraerse a su influjo, todo lo que no fuera ciencia de la naturaleza exterior tenía que ser ciencia de la sociedad.”

Simmel asume entonces dos mundos posibles, el mundo de la naturaleza y el mundo del hombre, es en este segundo donde las ciencias como la historia, la política, la economía y todo lo subsecuente como la filosofía y la ética confluyen pero no de manera homogénea sino como una composición de diversas relaciones entre humanos que permiten diversificar y complejizar estas relaciones, es decir, tenemos que ir al contenido de ellas para comprender su forma y su funcionalidad.

La sociología ha de distinguirse de la filosofía y la ética en tanto que la primera estudiaría los efectos entre seres y las motivaciones de los mismos para, por ejemplo, adscribirse a cierta corriente y despreciar las demás, las segundas fundamentaran y estudiaran principalmente el actuar y el pensar del individuo.

En tanto a la economía y su distinción fundamental con la sociología podríamos hablar de cómo los primeros se centrarán en el intercambio material de bienes y servicios, en la capacidad de acumulación y en cosas intangibles pero limitantes como la oferta, la demanda o el propio PIB en tanto que la sociología estudiará cómo es que se componen los individuos en un ambiente de carencia u opulencia económica, cómo afecta la falta de bienes al conjunto social y como las relaciones entre ellos se tensan o relajan derivado de los conceptos económicos.

La sociedad no es más que un complejo conjunto de relaciones entre individuos que afectan tanto a quién emite una acción como a quién la recibe, por sobre esto la sociología debería entonces centrarse en desentramar estas relaciones, hacer una ciencia que sea capaz de ver aquello que es invisible o ignorado por las actrices y actores sociales.

Simmel nos propone entonces una tarea nada sencilla que es visualizar la forma en que las decisiones asumidas como individuales afectan el desarrollo de otras personas alrededor de aquel que toma acción pero también los propósitos del primero.

El hecho entonces tomará una dimensión abstracta en el que se valida por su materialidad y efectos pero al mismo tiempo por su intencionalidad y motivación. Ésta última parte es fundamental pues muchas veces los efectos y la materialidad de los hechos quedan cortos en la explicación misma de la intención.

Simmel no se atreverá a decir bajo ninguna circunstancia que la forma o el fondo son algo que pueda escalarse y categorizarse, es decir, para el autor ninguna de las partes resultará más importante, sin embargo considero necesario para comprender de fondo que a veces las formas fallan por cuestiones alejadas del control de quién ejerce la acción pero la intencionalidad, es decir, el fondo es inmutable y puede muchas veces ayudarnos a comprender el fin que se buscaba.

En distinción con las tesis de Weber sobre la acción social podríamos decir a bien que la distinción primaria, más allá de la categorización radica en lo que el propio Weber podría definir como legitimidad del acto.

Ambos autores proponen sus conceptos como una manera de explicar la influencia que tiene cierta relación de mandato y obediencia pero la profundidad sobre esto no radica, como hemos mencionado antes, en la materialidad de los actos sino en los pequeños detalles que permiten un análisis más profundo y completo sobre lo que es un acto.

Siguiendo lo propuesto por Simmel el hecho social descrito por Weber consta de Forma y contenido Pero no es intrínsecamente lo mismo dado que la propia definición de Weber nos abre un espacio de ambigüedad sobre el cual se erige el hecho, el como si el mandato fuera emanado por el que recibe el mandato, nos da la posibilidad de aplicar aquí el concepto simmeliano.

Es en este como si en donde los efectos de los postulados por Simmel cobran relevancia. El comprender el efecto de reciprocidad que surge en lo micro lo que nos permite distinguir y comprender la legitimidad de los mandatos propuestos por Weber.

Cuando los fines y motivos influyen en manera recíproca en el otro se permite entonces una respuesta fundamentada y legítima que conlleva a cumplir con lo estipulado sin embargo las rupturas dentro del orden social se dan cuando el mandato no logra penetrar en el sujeto receptor como un acto pleno de reciprocidad.

Si bien Weber nos propondría el uso de la violencia con el propósito del cumplimiento de mandato, Simmel diría que esto ya no es posible concebirse como una sociedad sino como algo que está por fuera de ella. Es la violencia en el mandato una muestra de la falta de reciprocidad aunque el hecho sea concretado.

Es responsabilidad del sociólogo comprender ambos postulados como una necesaria simbiosis en la que podremos explicar lo macro, lo estructural como un hecho pero su relación a nivel más focalizada como un tipo de forma propuesto por Simmel.

La importancia entonces del postulado no ha de recaer sobre la materialidad del hecho sino sobre el enfoque que estemos tratando de darle a un suceso, considerando que Weber sirve un poco más al estudio político y Simmel al estudio más puro de la relación social.

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