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NIÑA HECHA DE MAÍZ

Elsa Flores Hernandez

He prometido conocernos, y no he sabido cómo vernos a los ojos sin sentir la presión del pecho que he dejado morir después de que sintieras como fue apuñalado. Estoy aquí, esperando que hables primero para verte la inocencia en las pupilas y que se comiencen a incendiar estos muros que construí al esconder nuestra alma.

Déjame dar vueltas con ese vestido azul una vez más, persiguiendo a las mariposas que posan en las flores de mamá. Entre tú y yo se encuentra el infierno, y aun así parece ser que compartimos la misma llama, no logro entender dónde es que este túnel comenzó a tener menos aire para respirar, dejándonos tiradas en el piso sin alguien que nos pudiera auxiliar.

Niña hecha de maíz encuentro en tu rostro algo que yo he intentado dejar atrás, pero el reflejo del agua me hace ser la corriente que se pierde y vuelve a empezar. Ven a nadar conmigo y que nuestra risa se haga espuma de mar.

Viaje mucho para encontrarte, pues he de admitir que al principio intentaba alejarme de ti, de mí, de nosotras. Atravesé el cielo caminando devuelta a la caja donde solíamos escondernos pero ya no nos quedaremos aquí, dame la mano para salir por la puerta a balancearnos en el columpio que puso papá y cantémosle a las nubes que han guardado todo este llanto durante años, lloverá pero nunca le hemos tenido miedo a bailar bajo las gotas del dolor.

Pensé que traía cargando en los brazos al rayito de luz que acababa de nacer, pero me he dado cuenta que catástrofe es lo único que tenía y he venido por respuestas, sangrar una vez más y si es posible saber quién soy.

Comencé recolectando mis primeras lágrimas para verlas a través de la luz de la luna, ver el brillo de vida que hay y regar el vientre seco. Entumecí sintiendo como me recorría por dentro el saber de dónde es que vengo y las vibraciones del ser es lo que me hizo gritar por más, haciendo que temblaran los anchos montes corporales y resurgiera la melodía del viento.

Seguí por verme bailar entre la copa del árbol que con gracia me contaba algunas historias en la tarde, me senté una vez más a escucharlas para imaginar con gran cariño las risas que achinaban mis ojos y los moños de colores que adornaban el cabello. Esas historias en realidad eran mías; de cómo es que en silencio brincaba a las dudas que hacían volar en mil pedazos la mente.

Pedazos de mi mente esparcidos por esta ciudad he encontrado para poder completar el rompecabezas del eco que persigue sin desdén la sombra de mis ojos, estoy cansada de adivinar las cosas que me niego a recordar, sabiendo que con el corazón en la mano terminare proclamándome ganadora del todo lo que jamás supe.

Durante mi vida he cargado con un nido en el cabello lleno de fantasmas que siguen sin poder darme una señal completa, esperando ser escuchados y olvidando soltar mi alma. Fantasmas de vestidos largos que van arrastrando por mi cuarto cada que necesito un poco de consuelo, corren ante mis lágrimas e incendian las fotos del rio verde en el que me ahogue.

Me he cansado de borrar mi rostro en todos estos espejos corredizos sin final, olvidando cómo es que son mis ojos y mis labios, porque la vida me llevo al límite de las oscuras pestañas que caen de tus ojos, mis ojos, nuestros ojos. Y entre esta constelación he decidido comenzar a trenzar mi cabello como cuando tenía 7 años.

Niña hecha de maíz, por favor toma con fuerza mi mano porque no quiero nunca más irme de tu lado aunque atravesemos el desierto completo dejando en el olvido nuestro caminar porque nuestra existencia empieza con la última vez que llovió aquí y termina cuando seamos parte de las raíces del bosque donde cuelgan nuestros secretos.

Se acabo la búsqueda, estas aquí conmigo y mientras pinto nuestras uñas morimos con la eternidad, creando una orquesta con los ruidos de la salvaje ciudad. Inmóvil de rodillas viéndonos a la cara, logrando aceptar que por fin podemos partir.

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