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Entre animal y hongo: el moho mucilaginoso

Por Beatriz Velázquez

Tw: @bio_beatriz

Una vez muy durante un estado psíquico con enervantes en mi etapa larvaria universitaria, estaba preguntándome sobre el origen de la “pluricelularidad” en los organismos vivos. ¿Cómo llegamos a ser un cúmulo gigantesco de células que no actúan de forma autónoma? Sin duda, tomando en cuenta la teoría evolutiva de nuestro abuelo Darwin, tuvo que haber existido un ancestro común quizás entre unicelular y pluricelular. Mientras imaginaba aquel ser, unicelular, posiblemente eucarionte (es decir, una célula con un núcleo, y no procarionte, como en el caso de las bacterias), recordé a las amebas y su capacidad de formar pequeños “piecitos” o seudópodos, con los que pueden moverse y alcanzar a otras células y “fagocitarlas” o comerlas. Dentro del gran grupo “Amoebozoa”, que a partir de su nombre podemos deducir que son “amebas animales”, se encuentran los “Mycetozoa” u hongos mucilaginosos o animales fungosos. Éstos son formas multicelulares que producen esporas (como los hongos) y que son visibles a simple vista, no como las amebas u otros del mismo grupo, que son unicelulares y pequeños que necesitan verse bajo el microscopio. En general, los amebozoos varían mucho de tamaño, pueden ser muy pequeños, como de 10-20 μm, pero hay otros como la Amoeba proteus, que puede medir hasta 800 μm. O sea, son celulotas que incluso han sido usadas como modelos educativos para explicar y enseñar a la célula eucariota. ¿Pero que hay de los mohos mucilaginosos? ¿Son realmente hongos o son amebas? 

Clasificados como hongos por los micólogos y por animales por los zoólogos, los micetozoos o mixomicetos (casi casi mixiotes), son organismos heterótrofos, es decir, no producen su propio alimento y tienen que consumirlo de algún lado que pueden tener la forma unicelular o pluricelular, dependiendo del estadío de vida en el que se encuentren, y cuando se agrupan pueden alcanzar un gran tamaño y peso, de hasta 20 kg y formar “colonias” de hasta 1 m. Podemos resumir la vida del mixomiceto práticamente en tres partes: primero tienen forma de ameba, es decir, un bichito unicelular que puede moverse fácilmente en el agua a través de sus seudópodos, después, en segundo término, cuando las condiciones son favorables y más de una mixoameba se encuentra en el sitio (y hagan el “amor”), se foma un organismo con varios núcleos, sin que haya membranas celulares que los separen, en esta etapa se observa como una gran gelatina mucilaginosa creciendo a diestra y siniestra sobre madera, hojas secas o excremento, y por último, la tercera fase, es cuando el moho desarrolla un cuerpo fructífero que tiene esporas, similar a los esporocarpos de los hongos. Quizás así en palabras no resulte tan atractivo, posiblemente verlo en una fotografía o diagrama resulte más fácil, aclaro que algunas fotos de estos “animales fungosos” no son aptas para personas tripofóbicas. 

Se sabe que los mixomicetos existen desde tiempos inmemoriables, ya que se han encontrado fósiles de hace 2,100 millones de años, o sea que estuvieron muchísimo antes que los hongos verdaderos y plantas, posiblemente los ancestros mixomicetos sólo convivían en ese entonces con algunas bacterias y arqueas en un medio mayoritariamente acuático. 

Siendo que no han cambiado mucho durante todo este tiempo en la tierra, los mohos mucilaginosos son interesantes por más de una razón, además de su apariencia peculiar y su belleza singular en microestructuras, se han estudiado como seres dotados de una cierta inteligencia pero sin tener un sistema nervioso como tal, ¿por qué?. La forma en la que se agrupan los plasmodios (las masas celulares sin membranas que agrupan todos los núcleos), genera una incógnita relacionada con la toma de decisiones y el aprendizaje, ya que, el flujo citoplasmático puede encontrar su camino a través de los laberintos celulares, separándose y eligiendo el camino más corto o más parsimonioso, es como si el hongo-animal, supiera exactamente por donde caminar la ruta más corta hacia su alimento o hacía su hábitat preferido.

En 2006, un grupo de investigadores de Reino Unido y Japón, armaron un robot parecido a un insecto (seis patas), crecieron el moho en forma de estrella y lo conectaron al circuito robótico, lo que ocasionó que el moho llevara al robot a las zonas con poca o nula luz, aprovechando la característica fotofóbica del moho: Physarium polycephalum. Aparentemente acelular, pero muy “inteligente”, este bicho gelatinoso ha sido rehén de investigadores que estudian en la teoría de grafos, el problema del camino más corto. Por ejemplo, en un medio de cultivo, recrearon el mapa de Japón, señalando con hojuelas de avena a las ciudades más densas poblacionalmente, entonces al dejar crecer al moho en ese medio de cultivo, el bicho gelatinoso recreó las rutas del metro y de avenidas más transitadas. Concluyendo que este organismo es capaz de decidir entre una ruta A o B, escogiendo la más corta y más fácil para llegar. Esto sería de gran utilidad, si por ejemplo, los políticos encargados de la planeación urbana, tomaran en cuenta el crecimiento poblacional a futuro y usaran un moho mucilaginoso para crear un modelo eficiente de calles y sistemas de comunicación dentro de la urbe, no obstante, muchas veces estamos siendo gobernados por seres pluricelulares con menos lógica e inteligencia que un moho mucilaginoso. 

La próxima vez que vayas al bosque o algún lugar con materia orgánica en descomposición, no olvides observar más allá de lo evidente y quizás encuentres un pequeño ser con apariencia de moco creciendo sobre un tronco, hojas o materia fecal, y aunque parezca asqueroso, probablemente toma mejores decisiones que tú. 

Para saber más:

 

Awad, Abubakr & Pang, Wei & Lusseau, David & Coghill, George. (2021). Physarum Polycephalum Intelligent Foraging Behaviour and Applications -- Short Review.

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