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¿Quiénes son los muertos de México?

Por Jorge Kahel Ruizvisfocri Virgen

A veces, parece que no tiene sentido hablar de los muertos en México: Son tantos que ya llegamos al punto en el que son parte de la vida cotidiana nacional. Cada noche, cuando nos vamos a acostar, 100 personas ya no están entre nosotros, pues sus vidas fueron arrancadas por una bala, un cuchillo o unas garras asfixiantes.

Sin embargo, es una obligación no dejar de hablar de ellas y ellos. Como ya no están con nosotros, su memoria y dignidad recaen sobre quienes aún podemos pedir que se haga justicia y se pare la barbarie. Un modo en el que podemos mantener viva su memoria es preguntarnos ¿Quiénes son esos muertos?

Cada homicidio es una tragedia que afecta múltiples vidas: las víctimas tienen familiares, amigos, colegas de trabajo, compañeros de escuela y otras relaciones donde se crean experiencias compartidas. Aunque querer reducirlas a números y características puede parecer frio, también puede servirnos para crear una fotografía del dolor.

Y la fotografía del dolor mexicano está atravesado por un factor que se debe considerar para diseñar cualquier estrategia de prevención de violencia: desigualdad.

Los microdatos de mortalidad del 2012 al 2019 que recopila INEGI nos muestran que, en el país, el nivel educativo de la mayor parte de las víctimas de homicidio era básico.

¿Qué significa esto? La escolaridad es un modo en el que se puede aproximar los ingresos de una persona: a menor nivel de escolaridad, es más probable que se enfrentes a pobreza, exclusión y precariedad laboral. Entonces, la imagen de los muertos de México es un reflejo de este país: problemas concentrados en quienes atraviesan las múltiples vulnerabilidades asociadas con la pobreza y falta de oportunidades para desarrollarse.

Como la violencia es un problema que va más allá de las víctimas directas, seguramente las consecuencias a largo plazo también se concentran sobre los más vulnerables: las familias de los deudos deben de reflejar las características de las víctimas de homicidios. De este modo, las dinámicas de duelo y sufrimiento que atraviesan familias, amigos y comunidades de los asesinados también deben de estar atravesadas por la misma desigualdad presente entre las víctimas de homicidio.

Exigir seguridad y justicia es un modo de exigir que mejoren las condiciones de vulnerabilidad en las que viven millones de mexicanos que pueden ser víctimas de la violencia, así como de sus familias y comunidades. Pero hay algo más que debemos considerar si es que queremos honrar la memoria de miles de víctimas y de verdad queremos que la violencia se reduzca en este país: ¿Cómo lo vamos a lograr?

Como sociedad, nos falta exigir que nos cuenten más y mejores cosas de los planes para reducir la violencia. ¿Qué se va a hacer? ¿Cómo se va a hacer? ¿Quién lo va a hacer? ¿Qué evidencia respalda el plan? ¿Cómo vamos a evaluarlo y corregir sus errores? ¿Con qué dinero lo vamos a financiar? Si no lo hacemos, la imagen de los muertos de México se convertirá en una fotografía perpetua del país: dolor y sufrimiento concentrado en los más vulnerables.

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