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Tenemos que hablar de migración

Por Rodrigo Chávez

La migración es un derecho humano reconocido por la ONU y al menos en Latinoamérica es una problemática compleja que se ve atravesada por diversas violencias estructurales, necesidades y problemáticas que hacen que el fenómeno de la migración se vuelva más complejo e incluso más delicado de abordar.

Desde que vamos a primaria nos comemos el discurso de que México goza de una posición geográfica bastante privilegiada no solo por su extensión sino por su cercanía con el ecuador y los diferentes tipos de zonas y ecosistemas que podemos encontrar sin embargo el argumento de la posición privilegiada no termina en la biología, en el plano político también gozamos con ciertas ventajas que incluyen una responsabilidad y un riesgo al mismo tiempo.

La cercanía que tenemos con los Estados Unidos nos permite ser sus principales socios comerciales y al mismo tiempo tener una migración constante de nuestros ciudadanos hacia el país del norte que a su vez basa su economía en los bajos salarios y la ilegalidad en la que viven la mayoría de nuestros conciudadanos en el mismo. Incluso gran parte de la economía mexicana está basada en la entrada de remesas al país que no es más que el dinero que los migrantes mexicanos envían a sus familiares en México.

Sin dudas la migración mexicana es un fenómeno bastante doloroso para quienes ver partir a sus familiares sin tener la certeza de si volverán o si quiera si podrán cruzar la frontera con vida. En el pasado he señalado lo complejo que se vuelve el discurso de la libre migración desde México hacia Estados Unidos cuando somos la primera línea fronteriza de los segundos hacia los migrantes centro y sudamericanos.

Sin embargo hoy tenemos que hablar de la doble valoración de la sociedad mexicana hacia los migrantes y los problemas que de ello emanan, problemas como el desplazamiento de los ciudadanos mexicanos de sus lugares de origen, la gentrificación y la elitización de los espacios dentro del mismo país.

Por un lado tenemos la concepción de que existen migrantes buenos y migrantes malos, con un alto contenido clasista y racista determinamos que el migrante europeo o estadounidense es innatamente un buen migrante pues desde luego viene a México a trabajar y a mejorar al país en tanto que el migrante centro o sudamericano es innatamente indeseable pues viene al país al robar el empleo, a delinquir y a mendigar. Estas concepciones no tienen sustento dentro de las realidades migrantes ni sociales.

Solemos creer, de igual manera, que el buen migrante permanece en el país de manera legal porque dentro de este imaginario reduccionista nos parece impensable que alguien que viene de un país desarrollado sea capaz de romper las leyes de algún modo. Así mismo creemos lo contrario para el migrante malo, no hay forma en que estén en el país de manera legal, seguramente todos han entrado al país de forma ilegal y por ende debemos aplicar con toda rigurosidad posible las sanciones que se establecen en la ley.

Como ya mencioné esta lectura es sumamente clasista, racista y reduccionista de la realidad pues aunque pareciera cierto que la mayoría de migrantes centro y sudamericanos entran de manera irregular al país debemos aceptar que muchos de los estadounidenses y europeos que viven en el país no han seguido los proceso migratorios con cabalidad. Es decir, existe una gran cantidad de migrantes europeos y estadounidenses que ingresan al país con visa de turistas y se establecen en el país de manera permanente con las ventajas que les brinda el teletrabajo. Es decir, estos migrantes ingresan de manera regulada al país pero se establecen de forma irregular, evitan el pago de impuestos y terminan generando otros problemas como la gentrificación.

Cuando este grupo de migrantes se establece en el país sin comprender la dinámica social y económica mexicana termina, de manera inconsciente, encareciendo la vida de su entorno pues como es natural su salario es más alto y se vuelve más accesible una vida en zonas con un alto valor de uso de suelo e inclusive permite comenzar a determinar el tipo de arquitectura y de construcciones que se desarrollan en la zona en la que se asientan. Esto sucedió en colonias como Roma o Condesa en dónde este tipo de migración es bastante común. Los altos precios de renta que este grupo de población migrante se puede permitir ha ido encareciendo la zona a un punto en el que se ha vuelto impagable para las personas que históricamente han vivido ahí.

Todas las construcciones que se realizan hoy en día en la zona están altamente focalizadas en cumplir con las necesidades y satisfacciones de este grupo que puede pagar mucho más que el promedio del salario mexicano. En otras palabras, la ciudad se ha comenzado a convertir en una ciudad para el extranjero de cierto tipo y al mismo tiempo se ha vuelto hostil con sus habitantes históricos.

Claro que esto no pasa con los migrantes latinoamericanos pues más que una especie de barata el migrante latinoamericano rara vez quiere quedarse en México, su meta final son los Estados Unidos e incluso las motivaciones son completamente distintas. Mientras el primer grupo migra por lo barato que le resulta vivir en México el segundo migra por condiciones de violencia, de inestabilidad política o de violencia en su país de origen. Para este migrante el país entero se le presenta como un territorio hostil y altamente violento que lo empuja a desistir de su sueño de una vida digna.

Desde luego que este segundo grupo de migrantes no encarece la vida de los pobladores originarios del país pues al no contar con dinero para poder generar un impacto económico no modifican en gran escala el tipo de vida ni la dinámica social de los lugares por donde transitan.

Un tercer grupo migrante que debemos tomar en cuenta es el migrante interno. Ciudadanos mexicanos de grandes urbes con trabajos, generalmente, bien remunerados que migran al interior del país a estados con economías menos estables o incluso en situaciones críticas. Este tipo de migración aunque local se llega a comportar en gran medida como el primer grupo. Su motivación para migrar tiene que ver con los bajos costos de la vida del lugar al que migran y cambian la dinámica del lugar encareciendo la vida y modificando todo a su alrededor. Esto genera a su vez la movilidad de los pobladores iniciales de estos estados. Uno de los ejemplos más claros puede ser Morelos o Querétaro que son los estados receptores principalmente de migrantes de la ciudad de México.

El problema, desde luego, no es la migración como tal sino la implementación de un estilo de vida lejano al del lugar a donde se migra que termina expulsando a los pobladores originarios y con ello reproduciendo dinámicas de dominación que pueden ser letales para las organizaciones comunales que tienen un gran arraigo con el sentido identitario del lugar dónde nacemos. Migrar sin respeto a la dinámica social y exigiendo una reconfiguración de la misma es meramente colonialismo.

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