top of page

Esbozo sobre el Amor Libre

Por Ankaret Alfaro

En la agenda anarquista se ha encontrado subrayado el amor desde a penas pasos después de su surgimiento en tiempos de la industrialización. El amor y la reivindicación de las mujeres ha sido punto central de la lucha, aún con las entendibles trabas temporales, desde los primeros pasos de la acción directa y la involucración con las sufragistas. Tal vez sea demasiado pronto para hacerme ciertas preguntas cuando aún me encuentro en el descubrimiento histórico-teórico del anarquismo, pero ¿será la gran influencia de la intervención femenina por la que el amor es un punto central? (véase mi columna “Deshacernos de las relaciones en código masculino") ¿será sólo el odio al Estado, en donde el amor se encuentra en el lugar que permite balancear los sentimientos para que el odio no sea el verdadero motor? ¿o sencillamente se entiende y se dicta que el amor es una característica fundamentalmente humana, y al hablar de la emancipación universal de la Humanidad, se entiende al amor como motor, como herramienta o como punto central?

Fernández Cordero explica la imagen primera que a todas nos llega a la imaginación cuando se menciona anarquismo: “un carro que estalla a pedazos, una muchedumbre en movimiento y un hombre vestido con harapos, armado con una bomba encendida”. Sin embargo explica, que a pesar de que el movimiento suele convocar ese tipo de imágenes, al sumergirse un poco más en el mundo libertario surgen otro tipo de imágenes igual de potentes e incendiaras, pues se busca “revolucionar las formas de amar y las relaciones entre los sexos”

Al centro de las discusiones (Prensa anarquista argentina 1880-1930) apegados a la voluntad de cuestionarse cualquier forma de autoridad, se encontraban de igual manera la huelga general, la lucha de clases, el amor libre, la emancipación de la mujer y la destrucción del matrimonio burgués.  Apelaban por la rebelión hasta de lo más íntimo planteando una lucha individual y colectiva para reconfigurar todo tipo de lazos y relaciones.

Es así, como se dan al trabajo de reflexión para comprender que los poderes se encuentran a nivel personal, y que se lidia con ellos todos los días, por lo tanto trastocan los rincones más íntimos, empezando por el hogar y la familia, por lo tanto, Fernández Cordero se empecina en que ese llamado de emancipar a la humanidad, no se reduce al odio y repele a los aparatos estatales y al Estado mismo, o a la denuncia de la esclavitud a la que nos somete el capitalismo, sino que se ve necesaria la revolución dentro de la vida interpersonal, dentro de la cotidianidad, dentro de las relaciones afectivas y sexuales.

Claramente hablo de aquellos años en los que el amor libre se pensaba en términos prácticos y de respuesta al repele estatal: la unión libre y el poliamor. Además, tiempos en los que este amor libre se planteaba con base en la heteronormatividad y que incluso otras orientaciones o identidades eran aún un vacío. Pero en una situación de activismo anarquista (o de cualquier otra corriente) contemporáneo se debe reconfigurar esa sensibilidad y además poner sobre la mesa a las disidencias y tomar en cuenta las repercusiones de éste y anotar los acuerdos más íntimos que nos alejen de la violencia entre relaciones, para ahora sí, tener al amor como estandarte y motor de todas nuestras luchas.

De lo que no cabe duda es que la revolución se hace desde el amor, y que él mismo es revolucionario, y que ese amor o esos amores, no necesitan ser validados por ningún cuerpo estatal ni clerical mientras estemos convencidos que lo hacemos desde el respeto, la empatía, la responsabilidad y no desde el deseo de posesión, control y consumo.

bottom of page