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El sueño de Enrique

Por Rodrigo Chávez

En el año 2018, Enrique Alfaro llegó a la gubernatura de Jalisco. Un hombre al que se le veía “enérgico” en los debates y que los medios de comunicación cobijaron desde el primer momento; el candidato de la izquierda centralista y del partido que se ha querido vender como el partido más progresista de la historia nacional, Movimiento Ciudadano, había logrado su cometido; por fin Enrique era gobernador y el partido que lo cobijó sobreviviría una elección federal más sin perder el registro. Hasta aquí todo parecería normal, un político más, una persona sin mucho carisma pero con el discurso suficiente para estar en casa Jalisco dictando el rumbo del estado.

Una vez entrado en el poder comenzó lo que sería, desde una etapa muy temprana, una guerra con el poder federal. Andrés puso en marcha su plan de los superdelegados con miras en evitar la corrupción y el uso indebido de los recursos federales por parte de los gobernadores, un plan que si bien no es cómodo, sí nos hace sentido, al recordar aquellos ayeres de los Duarte, los Borges o los Mario Marín. Hacía sentido que el poder federal supervisara de manera constante que los recursos federales no fueran desviados a cuentas en el extranjero, que nadie más mereciera tanta abundancia como Karime Macías o que no se pudieran construir casitas invaluables con el dinero de los contribuyentes. Alfaro se movilizó por la vía institucional para deshacerse de su superdelegado, y lo que parecía un triunfo del sistema institucional y del propio gobierno de Jalisco por mantener su autonomía y soberanía intactas, pronto comenzaría a torcerse.

Enrique Alfaro desde esa pequeña victoria sintió que la población de Jalisco había olvidado su relación con el Cártel Jalisco Nueva Generación que, según la investigación de Carmen Aristegui, había financiado gran parte de su campaña y había inyectado algunos recursos en los medios de comunicación para conseguir la gubernatura. Ante estas investigaciones, Alfaro nos daba sus primeras muestras del monstruo que se ocultaba (no mucho) en él: amenazó a Carmen con un proceso legal y desmintió la investigación, aunque más que desmentir, sería correcto decir que salió a gritar que no era cierto. Pero los verdaderos problemas le vinieron a Alfaro cuando, traicionando a toda su base electoral y su promesa de campaña, decidió de manera unilateral solicitar un préstamo estatal millonario, una postura completamente opuesta a la mostrada en la campaña en la que se comprometió en diversas ocasiones a no acrecentar la deuda. La situación molestó a los ciudadanos de Jalisco, pero no hubo una reacción importante.

Una vez entrada la pandemia al país, Enrique vio su oportunidad de ser el protagonista de la crisis; su plan era tomar casi cualquier medida contraria al gobierno federal para probar que él era el salvador que el país y Jalisco necesitan. A pesar de negar sistemáticamente que esté buscando la candidatura en 2024, sus acciones y sobre todo, las tendencias en twitter que impulsa, dicen todo lo contrario.

Ante la medida humanitaria y sensata de apelar a la razón para evitar los contagios, Enrique desplegó a la fuerza pública para obligar a las personas a quedarse en casa, como si en Jalisco no hubiera personas con carencias básicas para cubrir, como si todo Jalisco fuera Guadalajara o Zapopan, una medida emanada del privilegio que más que ser un acierto se convertiría en una bomba de tiempo.

Ante la decisión del gobierno de utilizar el modelo centinela durante las primeras fases de la pandemia, Enrique, muy colérico, gritaba que las pruebas rápidas, esas que tienen un 50% de efectividad, eran la única forma de salvar al país, y aún hoy lo dice cada que puede. Claro que esto no es una preocupación muy legítima ni una intención social, Enrique planeaba que su familia (allegada a la industria farmacéutica) le vendiera al gobierno de Jalisco y al gobierno de México miles de millones de estas inútiles pruebas, porque al parecer para muchas personas en la política de este país el poder es un negocio familiar. Ante el rechazo de la secretaría de salud por esta pésima idea, Enrique comenzaría a gestar una contra organización en la que él fuera el héroe. Solicitó un segundo préstamo estatal multimillonario, el segundo en dos años para comprar millones de pruebas por adjudicación directa, un conflicto de intereses claro, aunque, por supuesto, lo ha negado. Poco tiempo después de estas medidas, la instalación de un Estado de excepción en Jalisco y la compra inútil de millones de pruebas comenzamos a ver en las redes sociales una fuerte campaña para posicionar al gobierno de Jalisco; desde tuits muy forzados de personas de la vida pública, hasta coberturas televisivas hablando sobre lo increíble que era tener un gobierno como el de Jalisco. Al parecer todos estos comerciales se le subirían pronto a la cabeza a Enrique, pues rápidamente comenzó a crear un bloque de gobernadores opositores a AMLO, un bloque principalmente con los estados del norte que estaban buscando reformar el pacto fiscal federal ante la crisis económica que está ya en puerta. Enrique comenzó rápidamente a creer que su sueño estaba cerca, porque si no podía ser presidente de los Estados Unidos Mexicanos sería el presidente de la Neo Aridoamérica, a pesar de que Jalisco no es un estado del norte, claro.

De pronto, el sueño de Enrique se volvería una pesadilla; resulta que durante sus medidas de facto en el estado los policías municipales habían asesinado a Giovanni López, un trabajador de la construcción que había olvidado su cubre bocas. La respuesta por parte de la fiscalía de Jalisco fue ocultar el caso por 30 días y dejar que todo siguiera su curso, los culpables seguían trabajando y el gobernador no dijo nada, prefirió guardar un silencio sepulcral para encubrir a los asesinos. Esto, combinado con la efervescencia social que provocaron las protestas en Estados Unidos, hizo que lxs jóvenes de Jalisco salieran a manifestarse por el asesinato de Giovanni. El encierro prolongado y forzado, aunado a la molestia del crimen, encendieron los ánimos entre lxs manifestantes, quienes de manera legítima despojaron al estado del uso monopólico de la violencia, y entonces Enrique se vió, por mucho, superado por la situación. Los policías gritaban dentro del recinto al que lxs manifestantes intentaban acceder “ni modo, vamos a matarlos, los vamos a matar”, mientras afuera un grupo antimotines del municipio de Guadalajara y la policía estatal ejercían la fuerza de manera desproporcionada. La respuesta del gobernador fue tardía y muy lamentable; un vídeo de 8 minutos en el que los únicos relevantes son los dos primeros: en estos dos minutos lamenta el fallecimiento de Giovanni y dice que se investigará; los otros 6 minutos se dedica a tratar de explicar un complejo pensamiento conspiranoico en el que, de algún modo, gente de la Ciudad de México pagada por Andrés Manuel realizó un viaje solamente para “provocar” a los policías que “valientemente soportaron las provocaciones”, como si el vídeo en donde los elementos de la policía del estado golpean a una persona hasta dejarlo en el piso no hubieran sido virales.

Para el segundo día de las protestas, la población estaba harta de ver a Enrique gritarles en la televisión y las redes sociales, adolorida del asesinato de Giovanni y hastiada de la represión policial del día anterior, la respuesta del gobernador no solo fue lamentable sino también criminal. Elementos de la policía estatal detenían y golpeaban personas aleatoriamente; grupos de policías vestidos de civil detenían a personas en las inmediaciones del centro de Guadalajara y les despojaban de sus teléfonos celulares, sus identificaciones y cualquier pertenencia que pudiera hacerlos identificables; les llevaron a todes a la fiscalía estatal y después los subieron a camionetas en donde los elementos del estado les decían de manera reiterada que lxs iban a entregar al Cártel, que los iban a matar y que nadie se iba a enterar, que era muy sencillo desaparecerlos. Poco a poco fueron liberando a la mayoría de lxs detenidxs en los cerros alejados de Guadalajara, sin dinero ni forma de comunicarse, derivado de esto se denunciaron en redes sociales a 25 personas desaparecidas por el gobierno, y gracias a la presión ejercida en las calles y redes sociales, Enrique tuvo que salir a dar la cara. Lo hizo con un mensaje en twitter, que más que resolución o compromiso denotaba su naturaleza violenta. El mensaje decía que personal del gobierno de Jalisco estaba visitando a las y los jóvenes en sus domicilios para asegurarse de que estaban con bien; imaginen la escena de terror: vas a una manifestación, te golpean, te secuestran, te roban y te amenazan con entregarte a un cártel, y al día siguiente hay personas del gobierno en tu puerta preguntando si todo estaba bien. Eso Enrique, se llama terrorismo psicológico y violencia de Estado. Después de eso las personas fueron liberadas, pero Enrique decidió dar una entrevista en la que criminaliza a Giovanni: “Hay que ver quien era en realidad Giovanni, no creo que fuera un santo”. Muy parecido a Calderón, evadiendo su responsabilidad.

A mi generación le tocó crecer entre balazos y militares gracias a las decisiones que un hombre muy pequeño tomó, porque soñó que eliminar a balazos a los grupos del crimen organizado era la mejor opción para el país. Mi generación maduró con otro Enrique que soñó con ser el monarca de estas tierras, y en ese delirio de grandeza pensó que podía permitir que las fuerzas del Estado en sus tres órdenes de gobierno asesinaran a 43 estudiantes en Ayotzinapa. ¿Crees tú, Enrique, que el asesinar a Giovanni era algo que podrías ocultar? ¿Crees que los levantones al más puro estilo de tus amigos, los Nueva Generación, van a ser tolerados por nosotras y nosotros?

Es hora de despertar, Enrique. Tus acciones te van a pesar de más si sigues soñando con convertirte en presidente antes siquiera de poder realizar un trabajo digno para la gente en jalisco, los pequeños hombres con sueños y métodos de dictador no envejecen bien en los países en los que la gente está fastidiada de abusos, Enrique; países como el nuestro, en el que el miedo cabe cada vez menos entre quienes estamos en las calles. Ni tú, ni Felipe, ni Krauze pueden hacer cambiar de opinión a quienes vimos las brutales imágenes; aunque al último le pagues el presupuesto completo, tú ya no estás en condiciones de andar haciéndote promoción. La gente en Jalisco te pasó muchas cosas pero si yo fuera tú, Enrique, dejaría de hacerme el valiente, bajaría el tono de mi voz, destinaría menos recursos en publicidad y más en resolver los conflictos, y dejaría de soñar tanto con un futuro que quizá y ojalá no llegue jamás. El 2024 se aleja de ti, mientras tú, Enrique, quieres volver al 2014 o a 1971 con tus medidas dictatoriales.

SI EL PODER TE QUEDA GRANDE ENRIQUE ALFARO, DIMITE, TEN DIGNIDAD.

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