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EscrachadA

Por Ankaret Alfaro

El escrache es una de las herramientas de acción directa que últimamente ha sido muy utilizada por las feministas para denunciar la violencia machista en todas sus formas interviniendo espacios públicos que el agresor frecuenta. La razón de que se haya convertido en una de las herramientas más utilizadas, es que el sistema jurídico patriarcal no nos ayuda a encontrar justicia y nos revictimiza, además protegen y encubren al violentador ya que la violencia que se denuncia es estructural y terminan siendo casos impunes. También ha tenido la función de demostrar a los agresores que no tenemos miedo,  advertir a las compañeras, acompañarlas, ayudar a otras compañeras a alzar la voz y para que el macho sepa que nunca más callaremos, sin embargo, hay compañeras que no están de acuerdo con el uso de ésta herramienta en ninguna circunstancia.

Esta vez, quiero dirigirme a la problemática de violencia entre mujeres, mujeres escrachando mujeres, quisiera invitar a la reflexión sobre el uso entre nosotras de herramientas que utilizamos con fines de denunciar la violencia machista.

A mi parecer, es un arma de doble filo, pues es legítimo denunciar las agresiones que se ejercen entre nosotras, y por otro lado, aunque resulte políticamente incorrecto mencionarlo, también ha existido agresión psicológica y verbal por parte de las propias feministas dirigida tanto a las víctimas como a las denunciadas, cayendo en las mismas lógicas que utiliza el machismo para revictimizar a las mujeres que han vivido violencia.

Y no me malinterpreten, no es que seamos las iluminadas y estemos libres de todo pecado patriarcal, porque cualquier tipo de violencia ejercida entre nosotras o les demás debe encontrar justicia.  Pero he visto decenas de casos en los que han salido sin cuidado a escrachar a otras mujeres vulnerándolas y poniéndolas en un lugar que para los machos es cómodo para hacer señalamientos y agresiones, lugar reproductor de la violencia, la opresión y el maltrato, poniendo en riesgo su integridad.

Por otro lado, si bien los machos a quienes se escrachan ejercen violencias estructurales distintas a las violencias ejercidas entre nosotras, es igual de grave, pues no por ser ejercida por mujeres la toleraremos más o menos, sin embargo, desde nuestra posición política no estoy muy segura que se deba manejar de la misma manera una denuncia pública. Pero esto no quiere decir, que debamos consentir a nuestras agresoras y cubrirlas con ese manto de glitter sagrado con el que queremos salvar y proteger a todas sin importar qué, disfrazándolo de mal llamada sororidad.

Nos la pasamos cuestionando, hablando y teorizando diversas problemáticas, lo cual nos debería servir en lo cotidiano y para situaciones como ésta que nos polarizan en la realidad práctica y al mismo tiempo intentado construir un conocimiento epistémico encaminado a construir otro mundo.

Entonces ¿Cómo deberíamos actuar ante la problemática de violencia entre mujeres? ¿Usando las herramientas de acción directa dirigida a la violencia de machos, con nosotras mismas? ¿Trabajando en construir una vida feminista y apostando por ella? ¿Asumir responsabilidad política? ¿Asumiendo la responsabilidad de la violencia que ejercemos hacia nuestras compañeras? ¿Aplicando sanciones que apelen a la ética?

Nadie está libre de la cultura hegemónica inserta en nuestra praxis, o en lo que pensamos, pues no siempre es políticamente correcto, con nosotras mismas o nuestras compañeras, pero no debemos caer en la romanización de nuestro movimiento ni de nosotras mismas.

Hemos logrado pensarnos desde un mundo muy otro, desde un lugar feminista de hacer la vida ¿vamos a recurrir a los métodos reservados para el macho violentador?

No encuentro conclusión satisfactoria a si los escraches deberían ser o no dirigidos hacia mujeres desde espacios feministas, pero es un tema que tenemos que analizar colectivamente, pues a pesar de ser legítima cualquier denuncia por violencia, podría traer consecuencias contraproducentes.

La espacia siempre está abierta a propuestas que vengan desde la empatía. 

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