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Manual del pequeño dictador: Administración Pública.

Por: Jorge Kahel Ruizvisfocri Virgen.

Una vez que el pequeño dictador haya convertido los contrapesos en instituciones simbólicas, podrá dedicarse a dictar según sean sus caprichos. Sin embargo, tendrá que asumir que es imposible ejercer el poder solo, por lo que necesitará de un ejército de operadores dentro de la administración pública para hacer valer su voluntad irrestricta.

Estos operadores necesitan una sola característica para integrarse a trabajar como servidores públicos: ser absolutamente leales al dictador. Ninguna credencial académica, profesional o cultural será necesaria para estos individuos, pues de ellos tan solo se requiere un juramento solemne de fidelidad al dictador y sus designios infalibles.

Para lograr esto, el pequeño dictador tiene que promover una reforma profunda de la administración pública, donde debe volver espurios a quienes utilicen técnicas y metodologías de trabajo que puedan poner en duda las intenciones del dictador. Del mismo modo, debe dejar en claro que las acciones de gobierno no pueden ser personalizadas por los servidores públicos, pues la figura paternal que detenta el poder y derrocha dádivas tan solo puede encontrarse en el pequeño trono dictatorial. Así, todas las acciones implementadas por la administración pública serán un logro del pequeño dictador, y todos los operadores serán una gris extensión del poder que este detenta.

El objeto de la reforma de la administración pública será hacer opaco el proceso de selección de los servidores públicos. Los exámenes de oposición que miden capacidades y habilidades deben ser reemplazados por encuestas que cuestionen sobre la lealtad al régimen; las entrevistas para calificar a los candidatos deben ser reemplazados por investigaciones que descubran si el candidato ha sido un subversivo enemigo del líder. En suma, la administración pública no necesita ser eficiente ni capaz, sino leal y servicial.

Para controlar totalmente a la administración pública, el pequeño dictador tendrá también que asegurarse que sus destinos estén irremediablemente unidos a servir de manera continua y solícita. Para esto, el pequeño dictador hará bien en ocupar todo el tiempo de sus funcionarios en realizar actividades específicas, para que no puedan especializarse en una actividad diferente a la que ejercen. Una vez garantizado este escenario, deberá pasar leyes, con el pretexto de combatir la corrupción, que impidan que los servidores públicos ejerzan durante un largo periodo de tiempo en el campo que trabajaron para el gobierno. Así, los funcionarios de la administración pública que intenten rebelarse o abandonar el proyecto serán castigados con la imposibilidad de trabajar una vez terminado su mandato.

Del mismo modo, el pequeño dictador tendrá que garantizar fondos para las pensiones de sus servidores públicos, para que estos se encuentren frente a un dilema bien definido: enfrento al líder y condeno mi futuro laboral y financiero o sirvo lealmente y aseguro un ingreso estable durante mi vejez.

Si el pequeño dictador garantiza que la administración pública se conforme de ineptos leales, cuyas opciones sean servirle fielmente o enfrentarse a la pobreza y el desempleo, pronto tendrá una legión de manos grises y amorfas dispuestos a hacer su voluntad, sea por convicción o por el deseo de mantener un estilo de vida parasitario del poder. Con ello, el pequeño dictador tendrá la capacidad de movilizar un ejército de siervos adictos a su trono, que materializarán sus proyectos sin poner alguna objeción.

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