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Cuando el cuerpo habla

Por Melissa Cornejo.

Al margen de la problemática que nos plantea el dualismo antropológico, la estrecha relación entre psique (mente) y soma (cuerpo), y cómo las emociones se manifiestan en el cuerpo, ha sido ampliamente documentada por la psicología. Por su parte, el psicoanálisis también ha volcado parte de su trabajo en hablar del síntoma que se manifiesta en el cuerpo, especialmente en la neurosis histérica.

Por motivos de extensión, y por la finalidad de este texto que no pretende tener valor académico, me mantendré al margen de la teoría tanto como me resulte posible. Por lo contrario: hablaré del cuerpo y su lenguaje desde la entraña.

Se entiende por psicosomatización la acción de la mente a través del cuerpo y cómo se manifiesta el dolor emocional a través de enfermedades o síntomas. ¿Eso quiere decir que carecen de factores orgánicos o biológicos? No necesariamente, pues en muchos casos un aspecto alimenta el otro: hay enfermedades que tienen una gran carga emocional y eso agudiza los síntomas y la predisposición orgánica, y también, hay enfermedades que se presentan gracias a que nuestra vida psíquica ataca y debilita nuestro sistema inmunológico.

Habrá quien piense que interpretar el dolor corporal o las enfermedades en este sentido puede carecer de rigor o fundamento, así que regresemos un poco: hablemos de las emociones que son las reacciones fisiológicas involuntarias. Las seis emociones básicas son: alegría, asco, ira, miedo, sorpresa y tristeza. Pensemos en cada una de ellas por un momento e identifiquemos su presencia en nuestro cuerpo. 

La alegría puede manifestarse como calidez en todo el cuerpo; el asco puede sentirse en el estómago, en la parte superior del cuerpo y en los brazos; la ira como calor en la parte superior del cuerpo o una especie de hormigueo en las piernas; el miedo como frío en el cuerpo, un hueco en el estómago o un hormigueo por la espalda; la sorpresa se puede hacer presente en el pecho o en las piernas; la tristeza se puede sentir en el pecho, en la cabeza y en el estómago. 

¿Si podemos identificar y señalar las emociones en el cuerpo, por qué negaríamos su posible influencia en ciertos síntomas al sostener en el tiempo esos picos emocionales? Con esta forma de abordar la situación no se busca satanizar el síntoma, ni responsabilizar al individuo de condiciones estructurales, sino ayudarle a darse cuenta del poder que tiene sobre sí mismo, y con suerte, visibilizar el tema para ayudarle a resolver estas situaciones sin involucrar a las farmacéuticas.

Todos estamos expuestos a somatizar todo aquello que no somos capaces de gestionar de otra manera, ya sea porque no somos conscientes de ello, o porque no contamos con herramientas para resolverlo de una forma más conveniente. Es por esto que podríamos inferir que la somatización tiene una función adaptativa, pues nos avisa que hay algo que nos hace daño y debemos resolver.

¿La cura? Lo mismo que para casi todo: la escucha y la palabra; escucharnos, hacernos escuchar, buscar ser escuchados, y verbalizar nuestro dolor por incómodo que sea el proceso. No hay emociones buenas o malas, la somatización no es otra cosa que un lenguaje a través del dolor.

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