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Slut shaming

Por Gabriela Del Reyo

“Date a respetar”, “date a desear”, “hazte la difícil”, “cambias de novio como…”, ¿Cuántas de estas frases no nos han dicho a lo largo de los años? Cuando empezamos nuestra vida amorosa y sexual pareciera que tenemos que seguir ciertas reglas, reglas que nos han sido impuestas desde la creación del amor cortés, donde la mujer tiene que actuar bajo el rol de una dama en peligro, pura, sin instintos sexuales, que necesita a un hombre que la proteja y le enseñe lo que es la sexualidad.

Esas reglas en la actualidad son: Tardarnos en responder un mensaje, no hablarles primero, no  tener sexo en la primera cita, haber tenido la mínima cantidad posible de parejas sexuales o novios, esperar que él nos bese primero y para que eso pase sólo tenemos que dar la señal (tipo Robin a Ted Mosby), etc. Si no cumplimos esas reglas, “corremos el riesgo de que nadie nos tome en serio y sólo nos busquen para coger”.

Claro, los hombres siguen contribuyendo a esa idea. Es muy común que entre ellos intercambien nudes o comenten sobre sus experiencias románticas y sexuales con nosotras de una manera agresiva e irrespetuosa. Igual su falta de responsabilidad afectiva y claridad en lo que realmente quieren hacen cuestionarnos nuestras acciones. No queremos parecer intensas o “necesitadas de atención y cariño”. No queremos acceder tan fácil porque a veces quisiéramos tener una relación más formal con esa persona y nos han enseñado que a los hombres les gusta que seamos difíciles, como si fuéramos presas de cacería; si nosotras empezamos la conversación y damos el primer paso corremos el riesgo de que sólo nos “usen” y luego nos apliquen el clásico ghosting, o peor, sufriremos slut-shaming por ser más directas en ese aspecto.

El slut-shaming afecta a todas las mujeres y de hecho ha estado muy presente en películas y programas de televisión, continuamente enfocan esa distinción entre “las niñas bien” y el ser una “bad girl” (lo sé, esas definiciones también me dan mucho asco). Lo podemos ver en películas tipo Mean Girls o en los personajes que le asignaban siempre a Megan Fox, al estilo femme fatale / bad girl. En Gossip Girl incluso hay un capítulo sobre eso: Blair Waldorf termina con su novio de toda la vida, Nate Archibald, porque la traicionó y simplemente su relación ya no funcionaba, entonces ella, con toda la libertad que tiene, se va con Chuck Bass y empiezan a tener relaciones sexuales, después todos se enteran por Gossip Girl y un día al llegar al colegio todos la observan juzgándola, las que eran sus “amigas” le avientan yoghurt, y el slut-shaming hacia Blair llega a tal punto que ella quiere huir a París. A pesar de ello, al final no se va y se recupera gracias al apoyo de su mejor amiga Serena.

En la vida real podemos tomar el caso de Taylor Swift. Todo inició por su disquera anterior, Big Machine Records, que se enfocaba en artistas country. El country es un género mayormente escuchado en el sur de Estados Unidos, la región más racista y conservadora del país, como el norte de México, por eso están juntos. En consecuencia, la imagen que nos transmitían de ella era de una chica inocente que no se metía en cuestiones políticas y sólo buscaba al amor de su vida. Sin embargo, los paparazzis y programas o blogs de celebridades empezaron a acosarla y a criticarla usando slut-shaming porque, como cualquier persona, ella empezó en el mundo de las relaciones, sólo que por ser famosa era notorio cuando terminaba alguna e iniciaba una nueva.

En respuesta a esas críticas ella escribió la canción “Blank Space” para el álbum 1989. No obstante, el punto máximo de ese acoso llegó cuando finalizó su relación con el DJ escocés Calvin Harris e iniciaron otra vez los ataques por parte del rapero Kanye West, por lo que varios medios y personas en redes sociales se referían a ella como “bitch”; eso causó que desapareciera del radar por un par de años, pero regresó con todo el girl power cuando lanzó su álbum Reputation, cambió de disquera y empezó a involucrarse con más libertad en cuestiones políticas y sociales, como el feminismo y la lucha contra la homofobia y el racismo.

Si bien las mujeres todavía sufrimos slut-shaming y otros tipos de violencia, la lucha feminista nos ha ayudado a crear herramientas que nos ayuden a enfrentarlo, como la Ley Olimpia que sanciona a aquellos que graben, tomen y difundan fotos, audios o videos de índole sexual sin consentimiento. Como resultado, estas acciones han contribuido a que los hombres, ya sea por miedo a la ley o por autoreflexión, disminuyan sus violencias hacia nosotras e incluso trabajen en  sus emociones y sus formas de comunicación en las relaciones, pero sobre todo, el feminismo nos ha ayudado a florecer en sororidad y a aumentar la unión entre nosotras. Así como Serena apoyó a Blair, nosotras nos apoyamos a través de la amistad, el escucharnos e incluso a través de firmas digitales de peticiones para exigir justicia como en el caso de Mia Khalifa o de la misma Olimpia.

Todos aún tenemos mucho que trabajar, pero gracias al feminismo hemos construido un camino hacia la autoreflexión y la responsabilidad afectiva que nos permite reconocer a la otra persona en el sentido físico y emocional, y así poder relacionarnos y amarnos sin miedo porque el respeto a nuestra dignidad y a nuestros corazones será algo natural e implícito.

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