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La cuestión iraní

Por: Jorge Kahel Ruizvisfocri Virgen

Desde el asesinato del general iraní Qasem Soleimani, el mundo pareció estar al borde  del abismo. Noticieros y redes sociales se inundaron del pensamiento alarmista de miles de comentaristas que repetían incesantemente la inminencia de la tercera guerra mundial, causada por la imprudencia del presidente norteamericano y el deseo de venganza sangrienta del régimen iraní, que respondió al asesinato de uno de sus líderes lanzando misiles contra una base llena de soldados estadounidenses.

Y aun así, a pesar de acciones que claramente constituyen actos de guerra, Irán y Estados Unidos no se enfrentarán en combate abierto, ni mucho menos habrá una tercera guerra mundial, porque en realidad jamás fue probable que se desatara un conflicto bélico entre Estados Unidos e Irán.

Desde el principio, estuvo claro que ni Washington ni Teherán tenían incentivos para escalar la situación hasta una guerra total. Del lado estadounidense, varios frenos internos evitaban una guerra contra Irán: Primero, una guerra necesitaría la aprobación del Congreso estadounidense, el cual habría rechazado la propuesta por motivos partidistas y electorales; además, una nueva guerra en Medio Oriente habría afectado seriamente la aprobación presidencial, pues los norteamericanos han experimentado ya casi 20 años de guerra continua que solo ha causado terror, destrucción y muerte de miles de soldados en una lucha a la que ya nadie le encuentra sentido; finalmente, la guerra habría sido un punto negativo para la campaña de reelección de Donald Trump, pues rompería su promesa de retirar a Estados Unidos de los conflictos de Medio Oriente.

Del lado iraní existía un gran incentivo para no irse a la guerra: mantenerse en el poder. Una guerra contra Estados Unidos sería demasiado costosa en términos materiales y humanos, por lo que el régimen de Teherán se enfrentaría a una presión excesiva al interior de Irán. Del mismo modo, la guerra contra Estados Unidos pondría en peligro al gobierno iraní, pues la experiencia en Medio Oriente muestra que las guerras contra los norteamericanos terminan con gobiernos colapsados, como el caso de los Talibán en Afganistán, Hussein en Irak o Gadafi en Libia.

Sin embargo, la situación en Medio Oriente está lejos de ser pacífica. A pesar que no habrá enfrentamientos militares entre Estados Unidos e Irán, la crisis de los últimos días anuncia un conflicto en las sombras que se luchará mediante el terror y el caos en días venideros; pues Washington y Teherán tienen todos los incentivos, las intenciones y las capacidades para hacerse daño e intentar desangrarse en el largo plazo.

Por la parte estadounidense debemos esperar una mayor retórica en contra del terrorismo, más sanciones económicas contra el gobierno iraní y un intento de mantener una mayor presencia de fuerzas armadas occidentales en Medio Oriente para combatir a grupos paramilitares financiados por el dinero persa. Por la parte iraní, debemos esperar mayor financiamiento a grupos islamistas alrededor del mundo para crear caos mediante atentados terroristas contra embajadas, hoteles y comunidades norteamericanas y europeas; apoyo a guerrillas y grupos enfrentados contra  Arabia Saudí e Israel, los aliados regionales de EEUU; promoción de una imagen de Irán como luchadores de la libertad enfrentados a la opresión norteamericana; así como campañas digitales de desinformación y ataques informáticos contra instalaciones sensibles estadounidenses, como instituciones bancarias, red de suministro eléctrico, plantas de tratamiento de aguas o instalaciones civiles y militares del gobierno.

Lo que vimos en días pasados no fue un preludio de la tercera guerra mundial, sino el anuncio de una nueva etapa en la guerra secreta de Washington contra Teherán, cuya consecuencia serán innumerables vidas perdidas y el continuo sufrimiento de cientos de miles que tuvieron la desdicha de nacer en Medio Oriente.

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