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A mi manera

La muerte tiene miedo

Por: Jorge Kahel Ruizvisfocri Virgen

Un día, lo inaudito sucedió en México: las morgues del país no recibieron ningún nuevo muerto. Por primera vez en toda su historia, en la república mexicana no se registró un solo asesinato al terminar el día.

Público, periodistas, analistas, opositores y oficialistas se sorprendieron por igual; pues no entendían como se redujeron tan drásticamente las cifras de violencia en un solo día. Por un lado, la oposición declaró ante el mundo que México se había convertido en una dictadura totalitaria donde el gobierno maquillaba las cifras incómodas; por el otro, los oficialistas presumieron que la estrategia de seguridad pacífica y humanista por fin rindió los frutos de pacificar el país.

Entonces pasó otro día y las morgues siguieron igual de vacías. Por segundo día consecutivo, el país no registró ningún homicidio, como si mágicamente los asesinatos hubieran terminado. El presidente reunió a toda la prensa en una mañanera especial para anunciar que en México ya no había más asesinatos. –Mis adversarios, los fifís del Reforma y la mafia de la sociedad civil se negaban a ver las bondades de mi estrategia pacifista.- Dijo el presidente en su usual tono. –Ellos querían reprimir al pueblo, pero lo que se necesitaba eran muchos abrazos, mucho amor cristiano, mucha fraternidad solidaria…-

En eso, pasó algo aún más inaudito. Un conocido periodista interrumpió el discurso del presidente para mostrar un video donde se veía una ejecución de esa misma mañana. A pesar de que cocían a balazos al ejecutado, este no moría. En el video se escuchaban las voces de los asesinos increpándose unos a los otros por fallar los tiros, mientras que el muerto, que realmente no estaba muerto, les preguntaba con un poco de humor si lo dejarían ir, en vista que ya le habían disparado. Y con ese video, se destaparon más historias similares.

Así, salió a la luz que no se registraban asesinatos porque los que debían morir nomás no lo hacían. Grandes universidades realizaron complejos experimentos donde analizaban el tejido celular y las moléculas de los no muertos, mientras que los bloggeros mexicanos empezaron a experimentar disparándose entre ellos. Todos descubrieron lo mismo: nadie se moría, aunque le dispararan, lo apuñalaran, le dieran veneno o lo trataran de moler a palos con el objeto contundente más cercano.

Todo fue diversión y risas hasta que el primer bloggero extranjero decidió experimentar como los mexicanos. Un conocido influencer del gabacho subió un video donde se proponía realizar el Mexican Challenge; pero a diferencia de los jóvenes mexicanos que disparaban sin que nada pasara, el vecino del norte asesinó a su amigo y tuvo que ir a prisión por muchos años.

Nadie se explicaba porque en México nadie moría pero en el resto del mundo sí. Aunque los científicos, los religiosos y los viajantes astrales dieron explicaciones diversas y profundas, nada aclaraba porque el territorio mexicano volvía inmortal a sus habitantes. Y entonces, una extraña entidad convocó a una rueda de prensa en la capital. La desconocida anunció que tenía una declaración que dar sobre el fenómeno mexicano y sus explicaciones pondrían fin al misterio que aquejaba a México y el mundo.

Cuando llegó el día, quien se presentó a la declaración era la mismísima Muerte, enfundada en su vestido de catrina. La sombría aparición subió al estrado, acomodó el micrófono y declaró para el mundo:

-Andaba en un lugar del que no me quiero acordar (ni tampoco el presidente) recogiendo los muertos del día, cuando un grupo de secuestradores me plagió- La voz de la Parca se quebró, mientras siguió con su relato. –Los secuestradores me retuvieron por días, me torturaron; querían saber de dónde había sacado mis vestidos y porque me había metido en su territorio con una guadaña. Aunque les expliqué que estaba haciendo mi trabajo, ellos me golpeaban sin cesar, diciendo que no se podía hacer talacha con hoz y vestido de la revolución. Lo peor es que mi vestido ni es de la época revolucionaría.-

Y entonces, la Muerte explicó lo inaudito. –Por días, los secuestradores me vejaron, me insultaron, me tuvieron cautiva sin probar agua o bocado, y nadie se preocupó por mí; por eso decidí que jamás volveré aquí.- -La inseguridad en este país es tal que ni siquiera la Muerte se salva. Háganse bolas con sus difuntos, que yo ya no me voy a arriesgar a que me secuestren en este infeliz lugar-

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