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Sociedades patriarcales antiguas: Los Selk’nam y la ceremonia del Hain

Por Ankaret Alfaro

El campo simbólico del imaginario colectivo, en la vida y relaciones sociales suelen estudiarse como una situación independiente de la estructura social. Las formas de violencia son heterogéneas y muy variadas. Solemos naturalizar un orden social legitimado por ciertas construcciones simbólicas inspiradas en la desigualdad estructural entre los sexos.

Los selk’nam son un pueblo teóricamente extinto, originario de la Isla Grande de Tierra de fuego, actualmente dividida por una parte del sur de los países de Chile y Argentina. Los selk’nam fueron víctimas de genocidio por militares argentinos a finales del siglo XIX.

Su principal sistema de dominación, el patriarcal, estaba basado en símbolos estructurados mostrados en su principal ritual: la ceremonia del Hain.

Martín Gusinde tomó contacto con el chamán Tenenesk en 1919, éste en 1923 lo autorizó a participar en la ceremonia del Hain, lo hicieron a cambio de una buena cantidad de ovejas debido a su situación  dentro del proceso de colonización, de ahí salen la mayoría de registros de esta ceremonia, aunque 40 años después Chapmann tuviera una entrevista con quien sería llamada “La ultima chaman Selk’nam” y también hablaron de esta ceremonia.

El Hain, era el principal acontecimiento para el desarrollo de la vida social, ya que era crucial para enseñar el debido comportamiento de cada sexo.

Tiene como función fundamental mantener y reproducir una serie de relaciones sociales específicas. Es importante analizar los agentes y procesos que generan este desarrollo, sus condiciones y circunstancias de cada sociedad para entender el rol en que están colocadas en la organización de estrategias de subsistencia y reproducción.

El Hain podía durar hasta un año o un mínimo de 50 días.  Era secreta y sólo se llevaba a cabo entre jóvenes varones. La participación de las mujeres era únicamente de espectadoras, excepto las madres de quienes serían iniciados, porque ellas tendrían tareas dirigidas a la preparación de sus hijos.

Su objetivo, era la iniciación de estos hombres jóvenes a la vida adulta, es ahí donde recae el proceso fundamental de socialización y adquisición de roles.

Esta ceremonia, estaba basada en un mito que lograría después fortalecer la opresión y sometimiento contra las mujeres. Este mito hablaba sobre un antiguo matriarcado, existente en el tiempo mítico Selk’nam en el que los hombres eran totalmente sometidos por las mujeres, obligados a hacer labores domésticas y todos los trabajos necesarios para la subsistencia. Para consolidar el poder femenino, ellas invocaban espíritus para atemorizarlos. En esta ceremonia sólo participaban mujeres, ellas de manera performativa personificaban y ensayaban arduamente a los espíritus que iban a interpretar, para que al llevarlo a cabo los hombres se sintieran intimidados y aterrorizados. Había consecuencias para quienes no lograran intimidarse y doblegarse ante la tiranía femenina, ellos eran castigados por el espíritu shoort,  que a diario hacía incursiones en el campamento de los hombres.

Todo el sistema cayó un día en el que el sol escuchó a las mujeres burlarse y reírse de los hombres por creerse aquel montaje. Pronto, todos los hombres se unieron para rebelarse ante tal engaño y mataron a todas las mujeres, excepto a las niñas que aún no habían sido iniciadas en la ceremonia. Fue entonces, cuando los hombres tomaron poder sobre las mujeres y el Hain pasó a ser ritual secreto de ellos. El secreto de la antigua dominación femenina, era guardado entre varones, por miedo a que pudiese ser retomada.

Hay un espíritu  en específico, que se adentra en la identidad femenina, relacionada con la oscuridad, con lo misterioso, que trae como consecuencia la menstruación, lo cual exige a las mujeres a pasar ratos de introspección juntas en la choza del Hain en tiempos del matriarcado. Y entrando ahora en el posterior contexto del Hain masculino, era el espíritu al que le daban más detalle y atención al momento de caracterizarlo, el cual es al que más temor le tiene la comunidad; Kulan (la luna) quien es anunciado mediante un canto específico por las noches.

Kulan, escapa de su marido o se esconde, sale en busca de otros hombres para atraparlos y someterlos a sus deseos. Kulan es descrita como un espíritu que se apoderaba de todos los espacios a través de su sexualidad, lo cual aprovechaba para raptar hombres por días. En palabras de Chapman: “Un espíritu mujer, que desde nuestra lectura occidental, sería considerado lascivo y del que Guisinde no publicó fotografía” Este espíritu sería calificado en la actualidad como una mujer vulgar, indecente, violenta e infiel. En este sentido, existen cuestionamientos sobre ésta acción de Gusinde, pues al no publicar fotografía de este espíritu estaba reproduciendo su perspectiva europea al no querer promover cierta parte de la ceremonia o seguir reproduciendo la idea de heterosexualidad cristiana al verse este espíritu también como algún tipo de persona travestida, que a ojos de occidente es estigmatizada, y por lo tanto debe ser excluida u ocultada.

Gusinde, describe esta ceremonia como un festejo, como una serie de símbolos creados exclusivamente para el mundo conceptual de las mujeres, y es así como permitía mantener la estabilidad del orden social, había un sentido de responsabilidad por parte de la gente mayor del pueblo en formar y convertir a la juventud en el sostén de las costumbres que siguiera asegurando su reproducción y supervivencia.

Eran procesos en los que participaba absolutamente toda la comunidad, hombres y mujeres siguiendo su respectivo rol en la ceremonia, cumpliendo una función social en la que se termina asumiendo el orden impuesto. En el mismo sentido, se trata de actividades que evocan un significado y sentido profundo en su cosmogonía, al materializarse las expresiones simbólicas en emociones tan intensas que terminan siendo persuasivas para estos hombres que dentro de su imaginario colectivo está muy presente la incertidumbre de que el propio orden del universo podría caer.

Por otro lado, está el tema de los eficientes sistemas de comunicación con los que se va transmitiendo toda una serie de ideas que combinadas con estos símbolos que se muestran en la ceremonia, terminan imponiendo una idea de cómo el mundo debe ser.

Esta serie de mensajes que son recibidos de distinta forma de acuerdo al sexo, son dirigidos para plantar la idea del lugar y rol, que cada uno debe seguir y ocupar. 

La cuestión es por qué las mujeres somos quienes ocupamos un lugar inferior en esta relación. Françoise Héritièr, antropóloga francesa,  utiliza la noción “valencia diferencial de los sexos”, “Ésta es una matriz que ordena y rige la relación entre lo masculino y lo femenino, matriz definida como universal, que explica el lugar diferencial que ocupan los sexos en una tabla de valores, con predominio del principio masculino sobre el femenino” (Héritièr, 2007: 114)

Ella toma como base el pensamiento binario, es decir, que la construcción de las nociones de hombre/mujer, están construida bajo la misma noción de mayor/menor, grande/pequeño. Héritièr agrega, que no hay sociedades en las que se inviertan estas relaciones o nieguen su existencia y si bien podrían no estar jerarquizadas, lo están.

De esta manera se encuentra la valencia diferencial de los sexos dentro de la jerarquía del imaginario universal y que también han sido compartidas en las nociones entre sexos.

Hay algo fundamental y relevante sobre nuestra capacidad de reproducción, sobre todo, la de producir cuerpos diferentes a los nuestros, es por ello que cualquier especie necesita del sexo femenino para reproducirse, lo que conduce a querer tener un control respecto a esta capacidad, consecuentemente es llevado a la sociedad de manera en la que se empuja a las mujeres a una serie de tareas relacionadas con la reproducción y mantenimiento del grupo.  Aunque esto es discutible, es indispensable tener alguna noción de algún antecedente que enmarque de raíz la diferenciación sexuada.

Estos elementos ceremoniales, tan bien estructurados son los que otorgan cierta elocuencia y eficiencia a la ceremonia y a partir de ahí es como esta clasificación de los sexos es más profunda y penetrante dentro de su mundo ontológico y logran ser trascendentes para reproducir una división y jerarquización de la sociedad como forma individual dentro del ser social respectivo: el lugar que se tiene en el mundo como hombre y como mujer, el que se tiene como niño o niña, joven o adulto.

Así es como esta ceremonia es capaz de generar toda una repetición de acciones que producen y desarrollan el mundo que se concibe como correcto y verdadero, inevitable e inviolable, sin dejar de lado la dependencia de un secreto y con él, de la violencia que necesitaron para mantener el miedo.

Chapman nunca se atrevió a preguntarle a la chaman si los hombres de verdad creían que habían guardado el secreto de la ceremonia de las mujeres o si el Hain era una ceremonia para someterlas directamente.

“Animadas por la Luna, las mujeres restablecerían el matriarcado. Luna era capaz de aniquilar el universo. Si ella recuperaba su dominio, ante todo se vengaría de Sol. Y no habría día ni luz” (Chapman, Los Selk’nam 204)

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