top of page

Las caras de la violencia

Jorge Kahel Ruizvisfocri Virgen

Hablar de violencia de género es complicado. No solo porque implica discutir sobre atrocidades que se expresan de múltiples maneras en las vidas de las mujeres y son cometidas por hombres, sino porque hay un grupo de personas que se empeña en negar que estos terribles sucesos tienen lugar, o que merecen ser atendidos de manera urgente. En su visión, la violencia no es un problema que tenga que ver con género, y quien diga que lo contrario está engañando con tal de promover una ideología. Sin embargo, decir que la violencia no tiene género no solo invisibiliza las experiencias de millones de mexicanas, sino que es interpretar de manera tramposa los datos sobre violencia.

Tomemos los datos de homicidios, por ejemplo. Indudablemente, hay quien niega la relevancia de la violencia de género porque los hombres suelen ser asesinados más que las mujeres. Aunque es una tendencia prácticamente global que los hombres suelen ser las víctimas de la violencia homicida, cuando comparamos algunos datos descriptivos de los homicidios en México podemos observar que la violencia afecta diferente a las mujeres y a los hombres, lo que sugiere dinámicas que se explican mediante la perspectiva de violencia de género.

¿Dónde suelen ser asesinadas las víctimas de homicidio? Depende. En promedio, la vía pública es el lugar donde cualquiera puede llegar a ser asesinado, pues correspondió a la mitad de los lugares donde fue cometido un homicidio. Pero si controlamos por sexo, las tendencias muestran que la proporción de mujeres que son asesinadas en su casa es de casi el triple que la de hombres asesinados en su casa.

Otra diferencia que se tiene que tomar en cuenta es el instrumento con el que se cometen homicidios. Aunque las armas de fuego siguen siendo el instrumento principal para cometer un asesinato en México, nuevamente hay diferencias entre géneros que nos deben hacer pensar en los efectos de la violencia de género sobre la vida de las mujeres. La proporción de mujeres que son asfixiadas es tres veces mayor que la proporción de hombres que son asfixiados.

Además de estas diferencias, hay otros factores que deberíamos tomar en cuenta. Al revisar la escolaridad de los asesinados, hay un pequeño efecto que debe notarse: las proporciones de mujeres víctimas de homicidio con estudios de bachillerato y licenciatura es ligeramente mayor que la proporción de hombres víctimas de homicidio.

Incluso sin conocer cada historia, un perfil se puede divisar con facilidad. Los asesinatos a los que están expuestos los hombres son más impersonales, cometidos en las calles donde los agresores se pierden en la anonimidad. Sin embargo, los asesinatos a los que están expuestas las mujeres invaden espacios que deberían ser seguros, y posiblemente son cometidos por gente que conocieron en vida. Por el grado de impunidad en México no existen datos confiables sobre relaciones entre víctimas y homicidios, pero algunos estudios de INEGI han mostrado que, de los asesinatos en que se conoce la relación, las mujeres tienden a ser asesinadas por parejas y conocidos, contrario de los hombres que son asesinados por gente con la que no tienen relación directa. Esto también implica que los agresores y asesinos no son necesariamente seres monstruosos, sino que son otros hombres con los que todos convivimos día a día.

La violencia de género es real, y afecta indescriptiblemente la vida de la mitad de este país. Aunque haya quienes finjan que no existe y se nieguen a describirla por lo que es, una realidad se cierne sombríamente sobre las mujeres en México: en la calle o el hogar, el peligro se mantiene igual. Mientras siga el debate estéril sobre la lucha entre buenos y malos, más tardará en diseñarse estrategias que atiendan las dinámicas particulares de la violencia de género.

bottom of page