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A mi manera.

Manual del pequeño dictador: El movimiento.

Por: Jorge Kahel Ruizvisfocri Virgen.

El primer objetivo del pequeño dictador es obtener el poder. Aunque hay un sinnúmero de alternativas para convertirse en el líder supremo de una nación, a nuestro amigo autoritario le conviene seguir el camino democrático porque lo ungirá de una legitimidad moral inigualable; pues no es lo mismo ser el golpista que controla al gobierno mediante la fuerza de las armas a ser el representante genuino del mandato popular.

Para hacerse con el poder de manera democrática, el pequeño dictador requiere apoyo popular que pueda ser traducido en votos, por lo que necesita darle al público una idea atractiva e inspiradora que los ponga de su parte: un movimiento político.

El movimiento del pequeño dictador debe establecerlo como el único interprete capaz de guiar a sus seguidores, los cuales deben ser relegados a un papel de apoyo pasivo. Para esto, el pequeño dictador necesita una narrativa personalista donde él sea el único conducto de los deseos de sus seguidores, lo cual logra gracias a una combinación de un acumen sobrenatural y una pertenencia pura a los valores y la identidad de los seguidores. El movimiento debe minimizar la complejidad de la administración pública, para presentarlo todo en términos de la buena voluntad del líder que, empoderada por el apoyo popular, pone en marcha al país.

La ideología del movimiento es irrelevante, pues al pequeño dictador no le interesa encasillarse en un solo tipo de seguidores y excluir a los demás. Mediante una combinación de liderazgo fuerte y responsabilidad con su nación, el pequeño dictador debe dejar las etiquetas de derecha e izquierda atrás, y darle cobijo a cualquiera en tanto lo respete como la figura central del poder.

Las identidades que debe crear el movimiento son dos, de carácter simplista, binario y antagonista: las identidades de los seguidores y de los enemigos. Los seguidores del movimiento son la representación del espíritu popular y homogéneo de todos los habitantes del país que se pretende dominar, y representan la pureza, bondad e inefabilidad de mayorías ignoradas hasta la aparición del líder. La identidad de los seguidores hace referencia a individuos trabajadores, honestos y patriotas que son lejanos a los poderes políticos y económicos que controlan el destino de su país. Los enemigos del movimiento son  camarillas de individuos que utilizan un sistema injusto y represor para mantener sus privilegios a costa de la mayoría popular. Dichos enemigos son amorfos, y su identidad depende de oponerse al pequeño dictador, y por tanto a la representación de los seguidores y sus valores que exaltan una justicia nacionalista. Así, el pequeño dictador se convertirá en el paladín que lucha contra el mal, y las elecciones pasarán de una competencia entre propuestas políticas a una batalla entre el campeón del bien nacional contra los demonios de las élites corruptas.

Las identidades del movimiento llevan a una lucha entre dos fuerzas opuestas, los representantes del bien de las mayorías y unas minorías malvadas. En este punto, el pequeño dictador hará bien en introducir una perspectiva histórica para el movimiento que le permita compararse con los próceres nacionales, convirtiéndose a sí mismo en líder y héroe nacional. Gracias al trasfondo histórico, el pequeño dictador será la cabeza de la única opción viable en el momento de inflexión en el que se encuentra, y su movimiento presentará una disyuntiva demoledora para los votantes: estás con la historia y el cambio, o estás con injustica y la desigualdad.

El movimiento debe prometer recompensas a los seguidores, en forma de bienes colectivos, transacciones y acciones simbólicas. Sin embargo, estás recompensas no son para favorecer a la sociedad, sino para que el pequeño dictador adquiera un aura de líder bondadoso, por lo que las propuestas deben presentarse de modo que sean “para el bien de todos, con la gracia del líder”.

Si el pequeño dictador logra construir un movimiento así, que le imponga a su país ideas sobre sus propias identidades y el papel que juegan seguidores, enemigos y movimientos, pronto descubrirá que tiene una masa numerosa de seguidores, atraídos por las promesas de cambio, apoyo o por el simple revanchismo contra las clases dominantes. Con dicho apoyo, solo será cuestión de tiempo antes que el pequeño dictador sea aclamado gobernante por los enardecidos seguidores de su movimiento.

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