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El cóndor se mueve

por Rodrigo Chávez

 

El pasado nos persigue y, a pesar de que solemos romantizar la historia y creer que podemos evitar los errores del pasado, debemos estar concientes que esto, en la política, no siempre es así. Vivimos en ciclos y, uno de los mayores retos para las sociedades actuales, es saber romper los ciclos que más daño han causado. Esta semana hablaremos, lastimosamente, de algo que muchos recordarán bien y otros tantos hemos estudiado, la operación Cóndor.

 

A este punto usted, estimada lectora o lector se estará preguntando, ¿por qué debe importarnos la operación Cóndor? Bueno, debemos hablar de esto por lo ocurrido hace un par de días, cuando en medio de una entrevista de radio, Donald Trump declaró que llevaba algunos días intentando pasar una reforma de clasificación a los grupos criminales en México de “cárteles” a “terroristas” pero, vamos por partes.

 

Debemos comprender lo delicado que es esto y por eso se necesita de contextualizar los problemas, comencemos hablando de  la historia.

 

Durante la década de 1970 y comienzos de los 80 –en medio de la guerra fría y todo lo que esto representaba a nivel sociopolítico– el gobierno de los Estados Unidos impulsó un plan político-militar sobre América latina, este fue titulado “operación cóndor” y básicamente buscaba la desaparición de la ideología “comunista” en el continente.

 

La flagrante lucha de los Estados Unidos contra el socialismo y el comunismo fue una narrativa necesaria para los intereses norteamericanos que, de manera violenta, intervinieron en casi todos los países americanos implementando dictaduras de corte militar y que costaron miles de vidas en cada uno de los países donde el gobierno norteamericano intervino de manera directa o indirecta. La persecución, desaparición, tortura y asesinatos en masa fueron el comienzo de la implementación de un modelo económico que hoy conocemos como “neoliberalismo” y aseguró el liderazgo continental de Estados Unidos.

 

Cabe aclarar que todo esto se hizo violentando el derecho internacional y a escondidas de la ONU, pues en la declaración de esta organización se reconoce el derecho de la Soberanía de las naciones que significa “poder establecer cualquier tipo de política u organización dentro de sus fronteras, siempre y cuando no violente los derechos humanos”.

Así fue como en una década toda Latinoamérica había perdido a mayor o menor medida su soberanía, regímenes como el de Pinochet, Videla, Geisel, Stroessner, Bordaberry, Banzer y Velasco fueron impulsados, financiados y reconocidos casi al momento de llegar al poder por los Estados Unidos, la operación Cóndor triunfaba a través de la violencia y conseguía poner al continente “a salvo” del temible comunismo.

 

Desde la década de los 90’s y principios del 2000 esa lógica cambió, la caída de la URSS significaba el triunfo del sistema capitalista en el mundo y, con ello, las dictaduras en latinoamérica perdían el interés de los Estados Unidos quedándose solos, o eso nos hacían creer. La lógica intervencionista de los Estados Unidos se desplazaba rápidamente de una narrativa anticomunista a una antidrogas y es ese cambio lo que dejó de poner entre los más buscados a los guerrilleros latinoamericanos, para comenzar a poner en las mismas listas a traficantes de droga.

 

Ahora traspasemos esta lógica a la actualidad. Hace unas semanas vivimos en México una tragedia que acaparó los medios de comunicación, los grupos delictivos atacaron de manera cruel a miembros de la familia LeBarón y, al igual que en la mayoría de estos casos, el Estado no logró dar una resolución satisfactoria. El problema aquí, como en todo, es la rapiña política que suele envolver la tragedia de las familias, en esta ocasión no fue solo nacional; derivado de la doble nacionalidad de los afectados el gobierno norteamericano ofreció ayuda al gobierno mexicano para intervenir militarmente en el país para perseguir a los “cárteles”, en palabras del presidente norteamericano el ejército de los Estados Unidos podría “hacer un trabajo limpio y rápido que terminé con todos estos grupos”. El presidente de México rechazó el ofrecimiento de ayuda de Donald Trump apegándose al principio de soberanía nacional y de autodeterminación del pueblo, respuesta sensata y acorde con el derecho constitucional vigente y el derecho internacional.

 

A pesar de esto la familia LeBarón envió una petición al gobierno estadounidense para recibir ayuda a su comunidad (aquí quiero decir que es su legítimo derecho y debemos ser empáticos con el dolor que enfrentan en estos momentos).

 

El problema es cuando Donald Trump, en una búsqueda desesperada de legitimidad política, utiliza el dolor de los LeBarón para desviar la discusión del impeachment que enfrenta. Y es necesario dimensionar esta urgencia de Trump por desviar el tema, después de las controversias generadas por los “favores” que el mandatario solicitó a Ucrania y otros países para investigar a quienes son precandidatos y se enfrentarían a él en las elecciones siguientes. Comenzó así un juicio político en el país vecino para buscar su destitución y en las últimas semanas diplomáticos Estadounidenses han denunciado diversas artimañas.

 

Las declaraciones de hace un par de días de Trump son preocupantes, la principal diferencia entre un “grupo criminal” y un “grupo terrorista” es que los segundos utilizan la violencia con fines políticos cuyo máximo objetivo es obtener el poder institucional, mientras que el primer grupo usa la violencia para controlar el mercado ilícito de drogas. Estas diferencias conceptuales generan una diferencia de clasificación jurídica y, por ende, una distinción enorme en el ámbito político. 

 

Dentro de estas grandes diferencias legales se debe recalcar que, cuando se cataloga como “grupo criminal o delincuencia organizada”, se trata de un problema del cual el  Estado que sufre sus consecuencias debe encargarse; mientras que, en el caso de los grupos terroristas, las naciones potencias y aliados de la nación que reside la violencia podrían intervenir sin necesitar aprobación del Estado origen. En otras palabras la clasificación de “terrorismo” para los Cárteles en México da carta abierta a los Estados Unidos de intervenir militarmente en el país y eso es también una declaración política.

 

No podemos negar que el triunfo del presidente mexicano significa una esperanza dentro de toda América latina para las corrientes de izquierda quienes, después del triunfo en México del lopezobradorismo, sufrieran un efecto dominó que comenzó a inclinar la región hacia la izquierda. La desestabilidad política dentro de los países con gobiernos de derecha en la región preocupan a U.S.A que comienza a quedarse sin aliados en el continente, derivado de un rechazo al modelo económico actual; Además, en 2019 perdió el primer lugar como la economía más grande del mundo, al ligar este contexto político y económico con el problema político interno de Trump lo orilla a poner <orden>.

Es necesario, al hablar de política, poder ver el panorama completo, la desesperación y la incapacidad de Trump por mantener el nivel económico de Trump que podría llevarlo a utilizar como excusa el dolor de la familia LeBarón para comenzar una intervención militar en México que sirva de escarmiento a la región completa. 

 

Cuando hablamos de la esperanza que representó el lopezobradorismo para la région, hablamos en sí de un símbolo, atacar militarmente ese símbolo sería desatar una respuesta regional que podría terminar en una regresión histórica hacía lo que fue la operación Cóndor.


Si usted, estimada lectora o lector, cree que la intervención militar resolvería los problemas del país, lo invito a conocer la historia de la región y replantearse su concepción, por otro lado, si usted es de los que ha terminado bastante indignado por las manifestaciones y la manera en que estas se expresan, interviniendo los símbolos, esta es su mejor oportunidad para salir a defender lo que las estatuas y las telas tratan de significar o enaltecer, porque como dijera Ernesto Guevara frente a la ONU citando a Fidel Castro: “Mientras el concepto de soberanía exista como prerrogativa de las naciones y de los pueblos independientes y como derecho de todos los pueblos, NOSOTROS NO ACEPTAREMOS LA EXCLUSIÓN DE NUESTRO PUEBLO DE ESE DERECHO, mientras el mundo se rija por esos principios, por esos conceptos que tengan validez universal, nosotros no renunciaremos a ninguno de esos derechos…”

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