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Siete millones

Por Rodrigo Chávez

El domingo se llevó a cabo la primera consulta popular en territorio mexicano, por primera vez un instrumento de democracia participativa y directa es realizado en el país y contó con la participación de 7 millones de personas que acudieron a votar.

La iniciativa fue implementada en el colectivo desde la presidencia de la república, sin embargo la realización de la misma y el ejercicio que conllevó el simbólico logro de hacer trabajar al INE en algo que no sean elecciones partidistas fue un esfuerzo ciudadano, de igual modo fue un esfuerzo ciudadano recolectar las firmas necesarias para que los poderes de la federación realizaran el ejercicio, e incluso la difusión quedó completamente en manos de las y los ciudadanos que de manera autónoma nos sumamos a este ejercicio democrático.

Los resultados sorprendieron solo a quienes son muy nuevos en la política o no entienden de procesos; la oposición que aún es muy nueva en la política tomó los resultados como una victoria para ellos, pues se aseguraba que sus referentes de la corrupción y la impunidad seguirán impunes. Para algunos despistados el resultado resultó frustrante, pues ante un ejercicio de democracia la ciudadanía no se interesó o no supo cómo sortear las diversas trampas que el INE y los medios pusieron para la consulta.

Por mi parte y desde un punto excesivamente personal puedo decir que el resultado no es sorprendente, es más, resulta incluso glorioso haber alcanzado 7 millones de personas en un ejercicio tan menoscabado y tan complejo. Para entender mis palabras creo que es necesario comenzar por admitir un par de cosas.

La primer cosa a admitir y asumir es que la sociedad mexicana no es una sociedad democrática, la idea de participar políticamente activa fue desterrada del país con la llegada del régimen de partido único que existió hasta el año 2000 y el primer intento de democratización del país no solo fue desaprovechado sino abiertamente traicionado por Vicente Fox, quien terminó pactando en lo oscuro con el partido hegemónico.

¿Cómo se hace entonces un ejercicio de participación política-democrática en un país que no sabe cómo ser democratico ni político? Como se pueda y como salga. No es una respuesta muy cómoda para nadie pues sin duda nos gustaría poder tener un referéndum como en Suiza o en Chile en donde las casillas se desbordan, donde la sociedad se pone de acuerdo para acudir en masa a votar y esperar los resultados.

La diferencia entre la sociedad chilena y la mexicana tiene que ver con haber vivido una dictadura abierta, el pueblo chileno resiste porque tuvo que ser político para sobrevivir, porque entendieron desde muy temprano que el voto es valioso, porque fue una consulta popular lo que sacó a un dictador del poder y saben que renunciar a ello es, de algún modo, traicionar a los desaparecidos de la dictadura, es permitir que la muerte de los que se oponían a Pinochet sea en vano.

El haber vivido una dictablanda en México en lugar de profundizar la politización generó un desencanto de la política; mientras en Chile ser político es obligación ciudadana, en México la política se ve como cosa de políticos porque así aprendimos que funcionaba, la ciudadanía en México acude una vez cada seis años a elegir a quién va a tomar las decisiones y no quiere saber nada al respecto hasta la próxima campaña. Es muy común escuchar en diferentes ambientes la idea de que “no tiene sentido votar o participar de la política si igual hacen lo que quieren”. El priato implementó un proceso de despolitización tan profundo que permea 20 años después de la supuesta muerte del mismo.

La segunda cosa que hay que admitir, y que es menos cómoda que la primera, es que las instituciones en México son incapaces. El Instituto Nacional Electoral es el árbitro rector de lo que acontece en lo electoral en el país, es decir, creamos una institución encargada de la planeación, operación, difusión, realización y conteo de votos de cualquier elección que incluya a la ciudadanía. Eso está muy bien y aquí siempre se va a considerar necesario un organismo autónomo que se encargue de esto.

Sin embargo considero saludable cuestionarnos, ¿por qué al INE solo le interesa la democracia cuando es partidista? Digo, entiendo que sea así cada 3 años pero, ¿en serio una consulta impulsada por la ciudadanía no vale lo mismo? La difusión, que es parte importante de una elección fue paupérrima por parte del INE, los pocos comerciales que se sacaron solamente decía que el INE la organizaba pero a diferencia de la difusión dada a las elecciones el INE no tuvo intención de explicar en dónde o cómo votar, no tuvo intención de decir que se decidía, de explicar la importancia de la consulta.

Por si esto fuera poco, el INE recurrió a acciones que nos hicieron recordar al México de los 60s cuando el PRI aplicaba algunas artimañas como “el carrusel”, 0que no es más que señalar la instalación de una casilla en un domicilio para posteriormente cambiarlo, esconder algunas casillas o simplemente no instalarlas o no señalizarlas. Esto constituye una violación a la democracia y es preocupante que la institución que debería velar las elecciones libres amañe como en los viejos tiempos el desarrollo de las mismas.

Lorenzo Cordova se ha comportado a lo largo de su mandato y sobre todo en el último año como un golpeador de la democracia, ha hecho campaña disfrazada de foros de discusión y ha permitido que candidatos a cargos se cuelguen de su propia imagen como rector del INE para hacer campaña.

Nos urge hablar sobre una limpia profunda y exhaustiva en el INE, no podemos permitir que sean ellos quienes decidan qué elecciones importan ni qué candidatos son buenos o malos, eso no es democracia.

En cuanto a los resultados de la consulta y el primer punto considero necesario recordar las palabras que Carlos Imaz nos regaló en una clase: “Hay que entender que en política hay tiempos de cohesión y de confrontación, las complicaciones nos unen y solo uniendonos vamos a tener la oportunidad de confrontar la estructura que nos oprime, pero antes hay que pegarnos en la pared muchas veces”.

Hoy podemos decir que hay 7 millones de personas que consideran necesario enjuiciar la corrupción y los errores pasados, no somos pocos pero es momento de cohesión, unirnos, hablarnos, organizarnos y poco a poco politizar a las personas a nuestro alrededor.

Toda revolución empezó con un grupo de loquitos que un día se cansaron de lo que vivían y decidieron hacer algo, hoy ese grupo de loquitos somos 7 millones. La revolución política y social de México ya comenzó, logramos realizar una consulta y votar por algo que consideramos necesario, no aflojemos la lucha, no abandonemos el camino y eventualmente ganaremos la batalla cultural.

La consulta jamás fue jurídica, jamás trató de dictar sentencias, fue un ejercicio simbólico del cual, creo yo, hemos salido triunfadores. Recuperaremos la política y la vida pública de México porque solo el pueblo organizado puede salvar al pueblo.

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