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¿Cuándo seré la próxima?

Elsa Flores

A lo largo de esta semana, decenas de fotos de mujeres y niñas desaparecidas han circulado en redes sociales, no importaba el día ni la hora siempre había a alguien que buscar. La televisión mencionó algunos nombres, cifras sobre la violencia de género y ya, como si la vida de quienes no regresaron a casa no tuviera eco, como si la desesperación de sus familiares no fuera pertinente, como si las mujeres en este país no importaran.

Durante la pandemia hemos notado que esta administración deja a un lado los temas respecto a las mujeres, lo que ha contribuido a la normalización y naturalización de la problemática, que al mismo tiempo ayuda a construir un discurso institucionalizado por parte del gobierno para aparentar que sí es parte de la política pública  (aunque estos cambios legislativos se han logrado gracias a la revolución pasiva de mujeres y no por parte de las autoridades). Centrémonos los hogares, quienes con la pandemia han sido un espacio clave para las mujeres.

Ser mujer es no saber en qué momento preciso te diste cuenta de la violencia que existe hacia ti, un día comienzas a cambiar la ropa para no vivir acoso callejero, caminas rápido en la noche porque tienes miedo de que pase algo, cada que el del uber pone el seguro a la puerta te pones en estado de alerta, cargas con la culpa de aquella experiencia sexual extraña, etc. Pero cómo no nos vamos a sentir así si dentro del hogar mamá tiene miedo de qué un día no vuelvas, por eso insiste en que permanezca ahí junto a ella.

Resulta difícil, porque en ocasiones, las mujeres de nuestra familia no han dimensionado ni cuestionado el ser mujer, madre, hija, esposa por lo que mantenerse en casa es para que desarrolles tareas dirigidas histórica y exclusivamente a nosotras, reforzando los roles de género y familia, porque la violencia que se vive en la casa no es ‘‘para tanto’’ y es aceptable. Los varones saben que corremos peligro fuera pero eso también hace que ellos comiencen a subir de grado la violencia, no es tan malo a compración de una violación o feminicidio (actos consideramos ‘‘ajenos’’ al hogar) , sin embargo, ellos tan sesgados en su masculinidad no saben en que momento parar y sucede lo peor, acaban con nuestras vidas, esperanzas, estabilidad emocional.

En vez de prepararnos para afrontar esta realidad asesina, nos deterioramos poco a poco, dando como resultado el no sentirnos seguras en ningún lado. A pesar de que este año muchas salieron a marchar el 8M, existen aún más que permanecen en casa soportando el infierno del heteropatriarcado considerándose sin opciones allá fuera. Todas tenemos miedo de ser la siguiente a quién busquen, nos recorre un sentimiento de tristeza inmensa recordar el país en el que vivimos, la familia tan lastimada de la somos, y la preocupaciones por las mujeres que amamos

Imagenes de @brenmelenanegra

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