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Adultocentrismo 

Por Rodrigo Chávez


 

“Baby, la vida es un ciclo” versa en una popular canción Bad Bunny y debemos admitir que es una frase popular y que está llena de sabiduría, la vida es un ciclo… Y dentro de este ciclo sin fin pasamos (como humanos) por diversas etapas, aunque hoy parezca difícil de creer los adultos que hoy desprecian con todo su ser a los jóvenes y sus ideas fueron adolescentes, fueron jóvenes y en su época dorada iban por las calles cantando a todo pulmón “hey pa’ fuiste pachuco”  como una medida para luchar contra lo que los adultos de su época intentaban imponerles. Pero, como ya lo dijimos “la vida es un ciclo” y esos jóvenes de chaqueta de cuero y pelo rebelde de los 80’s son hoy, los que alterados gritan “no sé cómo se atreven a vestirse de esa forma y salir así, yo recuerdo, mi generación era decente…”

 

Y es que podríamos decir que es el sentido “normal” de las cosas, en un momento de la vida estás tratando de propagar ideas valiosas y sueñas con un cambio que acabe de una vez por todas con los problemas que aquejan a tu grupo social, tu país, el mundo mismo y al otro estás preguntándote porqué hay una niña de 17 años en la ONU hablando sobre el calentamiento global y entonces comienzan a pasar por tu mente aquellas frases que tus padres te dijeron mucho tiempo atrás: “tú que vas a saber de *agregue el más mínimo tema* chamaco pendejo”, “tu generación no puede hablar de ____ porque en mis tiempos sí era así”, “los jóvenes de hoy no saben ni lo que quieren” y un repertorio enorme al respecto, pero ¿Cómo es que pasamos de ser los que queremos cambiar el mundo a ser los que quieren callar a todos los que son más pequeños que uno? 

Bueno, comenzaré diciendo que en realidad ninguno de los adultos eligieron ser así, sólo asimilaron una de las estructuras de opresión más antiguas y dañinas de la humanidad, el adultocentrismo.

 

El adultocentrismo se define como la creencia de que la edad específica de la adultez es por sí misma un argumento de validez y un status superior. Se fundamenta a través de la “experiencia de vida” de las personas adultas y en su aún lucidez para poder emanar juicios, en otras palabras es creer que los únicos capaces de hacer juicios válidos o de tener ideas brillantes son los adultos, ni ancianos, ni jóvenes, ni mucho menos niños son aptos para exponer ideas de una buena forma o de saber a profundidad algún tema.

 

Así es, no importa cuánto hayas estudiado del tema, como lo argumentes o lo hayas experimentado tu argumento quedará relegado porque te hará falta experiencia o, en contraste, porque ya eres demasiado viejo para hacer juicios sensatos, porque eres un niño o simplemente porque debes por sobre todas las cosas de “respetar a tus mayores”. Y en esta lógica hemos sido educados desde mucho tiempo atrás, probablemente desde la época de la independencia mexicana (cuando la expectativa de vida comenzó a subir).
 

Yo sé que a estas alturas los leyentes adultos estarán diciendo “en tiempos prehispánicos los ancianos eran los que llevaban a las civilizaciones e incluso en Roma el senado era manejado por los ancianos porque estos eran los más sabios, ¿por qué deberíamos cambiar eso ahora? Y bueno, algo hay de cierto en eso pero deberíamos decir que la expectativa de vida en Roma y la gran Tenochtitlan rara vez rebasaba los 40 años, es decir, si tú, que me lees tiene más de 40 años ya no podrías dirigir Roma básicamente porque ya estarías muerto.

Quizá por eso debemos comenzar a desprendernos de esta idea de que la edad nos da indiscutiblemente la verdad universal sobre los temas que nos vengan en gana y que los ancianos son menos capaces que nosotros o que los jóvenes están equivocados por ser jóvenes. 

 

Comprendo y logro imaginar lo complejo que podría resultar haber crecido toda una vida bajo ideales de pensamiento rígidos, metas de vidas claras y de pronto escuchar a una bola de gente que quiere cambiarte todo de raíz, que sus ideas van completamente en contra de todo lo que has intentado construir y entonces es normal que tengas 2 opciones, cuestionarte tu vida y comenzar a introspectar sobre cuál es la postura correcta y enfrentarte a la posible idea de que estés equivocado o reaccionar de manera violenta y defender tu idea aún por encima de la razón si es necesario.

 

Lo que deberíamos considerar todas y todos llegado el momento es, no solo la posibilidad de estar equivocados sino la de no estar comprendiendo las dolencias y necesidades de quienes son más jóvenes y entonces poder imaginarnos a nosotros en el tiempo en el que, como ellos, nosotros mismo soñábamos con algo distinto. La capacidad de escuchar pareciera ir desapareciendo con la edad y es un lujo que termina llevándonos a un lugar de completa oscuridad en la que llevamos nuestra concepción del mundo como única verdad alcanzable y no como una relación subjetiva y condicionada con nuestro entorno, el sentido de este texto es invitar a los adultos molestos con la “agenda” de los jóvenes a imaginarse a sí mismos en sus tiempos de juventud, en aquellos tiempos en los que sus voces fueron minimizadas, a los tiempos en que la frustración por no ser tomados en serio marcaron su vida, a todas aquellas veces que alguien mayor los ignoró o peor aún los violentó haciéndolos creer que no eran lo suficientemente capaces o lo suficientemente experimentados y cómo es que les hubiera gustado que esas personas reaccionaran en ese momento, quizá les habría gustado que hicieran un esfuerzo en entenderles, quizá habría bastado un consejo o una mínima muestra de interés sobre lo que decían y entonces, recordando eso ofrezcan a las nuevas generaciones aquello que a ustedes les negaron.

 

A la gente jóven que me lee les pido no perder nunca este instinto constante de crítica y de empatía, evitemos convertirnos en lo que tanto daño nos hace y le ha hecho a las generaciones que vinieron antes, quizá no podamos terminar de comprender lo que los niños y adolescentes dicen o sus preocupaciones pero debemos estar dispuestos a escucharlos, debemos hacer un esfuerzo para cambiar nuestra manera de pensar cuando sea necesaria y debemos ser capaces de ayudar a quienes conciben el mundo con una visión generacional distinta a la nuestra.

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