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Sin miedo

Elsa Flores

Soy la primera mujer de mi familia en llegar a la universidad, en poder sentarme a leer un libro por gusto, en elegir ser madre o no sentirme con la obligación de depilarme.

Soy la primera mujer de mi familia que no desea casarse hasta sentirse segura de hacerlo, la primera que le grita a sus hermanos que ellos pueden servirse solos la comida.

Soy la primera mujer de mi familia que quiere sanar toda la violencia que ha vivido y amar sin miedo.

Sí, soy la primera mujer de mi familia que lucha por salir de la red y aún no lo logra, sigo dentro. Lo notó, todos los días, al salir de la casa busco una blusa que oculte el bulto de mis senos, al mandar mi ubicación cuando salgo con un hombre porque no sé si regresare a casa. Lo siento cuando en clases mis compañeros tuvieron tiempo suficiente para sobre analizar los temas y yo no, por dedicarle tiempo a los trabajos del hogar. Lo sé, al darme cuenta de que el buscar empleo me costara 10 veces más por ser mujer, ser joven y ser de clase baja.

En un país donde se cometen 10 feminicidios diarios me sigue sorprendiendo que haya personas diciendo que no existe la desigualdad y ni hablar del machismo, me inquieta escuchar al presidente de la Republica decir que la violencia contra la mujer está disminuyendo siendo que los albergues están llenos, y me rompe el alma entera tener que escuchar a mujeres contando como fueron abusadas sexualmente. Me duele, me arde el pecho haber nacido mujer, haber sido condenada por la sociedad mexicana que espera mi perfección y silencio para seguir por vida.

Entre más tiempo pasa más me aferro a mí, a mi mamá, a mis amigas, a las mujeres en general, por el dolor que cargamos y la culpa que nos asfixia. Me aferro a ellas, a su sonrisa porque no quiero ver nunca más un cartel de desaparecida, las cuido para volver escuchar su voz, para saber que las que vienen detrás nuestro no tendrán que vivir con el miedo de salir a la calle o que compartan cama con su agresor. Me aferro a ellas, aunque no crean que el ¨bandalizar¨ sea lo correcto, pero no deseo nunca tener que gritar su nombre en una marcha, ni acompañarlas al mp para levantar una denuncia porque alguien les atravesó la cara con el puño.

Yo ya no creo en ellos, los que nos mal amaron, los que niega habernos golpeado y nuestra existencia. No creo en ellos, que han decidido sobre nosotras desde siempre, diciéndonos como portarnos, como ser, qué hacer pensar y decir. No creo en ellos, porque ahora creo en mí.

Soy la primera mujer de mi familia que se niega a sobrevivir, quiero sentirme mía y reírme más alto sabiendo que esto nadie me lo puede quitar, verme al espejo y reconocer quién es aquella extranjera que ha desempacado las maletas para poder quedarse, agradecerles a mis piernas por mantenerme parada cuando sentí no podía más y escuchar el corazón que sigue palpitando, aunque lo sentí romperse desde años.

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