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Mito vs hombre

Por Rodrigo Chávez

Las ciencias sociales suelen partir de un eje análitico y teórico escencial en el que una de las máximas es: “Lo que no se nombra no existe”; estoy seguro de haber ocupado y explicado un poco más a fondo esta idea en columnas anteriores, pero es importante volver a abrir este tema por lo ocurrido en la semana.

En una de las mañaneras de Andrés Manuel, el presidente habló de “el chapo”, para corregirse inmediatamente y decir que no le gustaba llamarle así, que prefería decirle “Guzman Loera”. Esto le costó severas críticas al presidente y a pesar de que entiendo el lugar del que se emanan estas críticas, me parece importante hablar sobre lo poderoso que resulta nombrar a alguien como Joaquín Guzman Loera por su nombre y no por su seudónimo.

Una vez establecido que es necesario nombrar las cosas y enunciarlas en la vida pública, debemos de entender que las palabras tienen la capacidad de construir narrativas, narrativas en las que poco a poco generamos ídolos y villanos, a pesar de que no nos guste el maniqueísmo o de que despreciemos ver la historia en un punto de “buenos vs malos”, debemos entender que estas narrativas son sumamente prácticas a la hora de explicar lo que sea; lo hacemos cuando hablamos de nuestras experiencias con personas con las que hemos tenido roces, siempre en la historia debe haber un héroe y un villano, no es casualidad que esa fórmula lleva años dándonos películas super taquilleras.

Una de las cualidades que nos brinda el poder generar narrativas que reducen las cosas es que nos permite también crear vidas, relatos y cuestiones ajenas a la persona, volviendo un poco a las pelis de superhéroes, podemos ver con certeza que Clark Kent no es más que un reportero del Daily Planet, ni siquiera es un reportero sobresaliente, es un reportero de medio pelo que ayuda al periódico a sacar algunas notas poco o nada relevantes para llenar las páginas del Daily, pero cuando se pone ese increíble traje azul y rojo se convierte en SUPERMAN. Sin necesidad de explicar nada, Superman es el salvador de la humanidad. Si Clark Kent dijera abiertamente que él es SUPERMAN tendría que mostrarlo hasta el cansancio porque un hombre cualquiera no puede ser SUPERMAN.

Entonces vemos cómo existen dos personas en un cuerpo, existe un Clark humano, vulnerable, con deficiencias y con aciertos, capaz de equivocarse, y un Superman mitológico, con cualidades excepcionales, sobrehumano y al punto casi de una deidad.

Cuando nosotros caemos en las narrativas que brindan estas cualidades sobrehumanas a las personas, solemos cometer errores graves al analizar. Cuando hablamos, por ejemplo, de “el narco” como un ente incorpóreo y todopoderoso asumimos en el discurso la imposibilidad de identificar sus partes, pues no es algo tangible, es simplemente un ente que no entendemos, que no conocemos. Lo mismo sucede cuando hablamos de “los grandes capos”; de inicio asumimos que son grandes, dándoles, como un punto de partida, reconocimiento y cierto respeto. Al hablar de “El Chapo” caemos en lo mismo, le brindamos el espacio de respeto de llamarlo por su identidad dentro del negocio de las drogas, lo personajizamos haciéndolo no humano, echamos por delante el mito de “El Chapo”, ese mito que ha ayudado a persistir en la narco-cultura como un hombre todopoderoso, como aquel que se escapó dos veces de prisión, que puso en jaque al gobierno norteamericano y desnudó al Estado mexicano, y finalmente caemos en creer que ese “Superman” no tiene nada que probarnos ya, porque todo lo que hizo nos basta.

Por el contrario, cuando abrimos a la luz pública la idea de nombrarlo, como uno más de nosotros, como un hombre, mortal, preso, vulnerable, no solo lo desmitificamos, lo podemos atacar: "El señor Joaquín Guzmán vendía drogas a los Estados Unidos y tuvo una carrera criminal", suena muy distinto a: “El chapo Guzmán fue uno de los mayores capos de la droga”, pues a pesar de que la segunda narrativa nos da una sensación épica, excitante y llena de acción, la primera resulta más verdadera.

El mito siempre supera a la persona, decían los griegos antiguos, pues cuando creamos alrededor de una persona mitos sobre su vida o su obra terminamos siempre embelleciendo los rasgos que nos parecen más interesantes, y caemos en el error de olvidar que son humanos. Es por esto que una de las frases más memorables de una de las peores películas de superhéroes es cuando Batman le pregunta a Superman: "¿Tú sangras?"

En una frase, Batman desnuda a Superman de sus mitos, lo reduce a lo tangible y no contento con esto lo amenaza: “... Porque lo harás”. Cuando un presidente se atreve a llamar por su nombre al mítico "Chapo" Guzmán hay algo de esa escena, es negar y desnudar de los mitos a Guzman Loera.

Siempre es bueno buscar bajo el mito a los hombres que los habitan. Guzmán Loera no vino al mundo teniendo 40 años y portando un AK-47 mientras dirige un grupo criminal que vende drogas y mata personas; Joaquín Guzman Loera no nació siendo "el Chapo", porque como todxs nosotrxs nació siendo humano, creció siendo humano y se enlistó en las filas de un grupo criminal siendo un joven como muchos otros en este país. Hoy del todopoderoso e intocable “Chapo" Guzmán queda poquito menos que el mito, somos nosotros, los de afuera, los de a pie, los de los medios y los mandatarios los que siguen sosteniendo la figura del capo de las drogas llamado chapo Guzmán.

Acostumbrarnos a enunciar los nombres de los hombres detenidos por las autoridades de cualquier país nos ayuda a verlos de mejor forma, y con ello a juzgarlos y a analizarlos sin tomar en cuenta la imagen falsa que hemos construido. Lo que sucede con Guzmán Loera no es exclusivo; a lo largo de los años hemos podido ver una y otra vez cómo este error es sistemático en los medios de comunicación, lo vimos con el arresto de “La barbie”, “el monstruo de Ecatepec”, “la mataviejitas”,  “la tamalera” y muchas otras personas presas, estos nombres mitológicos dentro del crimen en México no sólo ayudan a construir narrativas simples, también nos ayudan mucho a vender periódicos, nos ayudan a vender libros, imprimir playeras y convertir crímenes atroces en mercancías que no solo le hinchan los bolsillos a algunos, sino que también sostienen los mitos.

Los mitos se construyen no solo alrededor de criminales. vimos por ejemplo muchas revistas, encabezados y notas digitales con la imagen de un Enrique Peña Nieto anunciando sus reformas estructurales, sin duda una de las más recordadas fue la de “Saving México” de la revista “TIME”, que buscaba mitificar a EPN como un estadista positivo para México, o el propio Andrés Manuel al que algunos le llaman “peje” o “AMLO” y desde ahí le construyen un mito no humano, incapaz de equivocarse, incapaz de sangrar.

Llamarle Andrés a AMLO es quitarle ese mito, es hacerlo humano, es igualarlo con nosotrxs para poder ver sus fallos.

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