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El Teatro al Servicio de la Persona

Por Paolo Sánchez

El centro de Coyoacán en la Colonia del Carmén reúne todos los domingos a un sinnúmero de visitantes provenientes de todas partes de la ciudad que, generalmente en familia, pretenden sanar los desconsuelos de la semana con elotes y esquites, caminatas románticas en los más disimulados callejones y cálidas luces que adornan la noche.

En medio del paisaje repleto de caminantes, en la esquina entre la calle Centenario y Belisario Dominguez, se halla una edificación de paredes color crema y ventanales oscuros que contrastan con la acostumbrada alegría del entorno. La fachada también cuenta con un enorme portón de madera verdosa ya dañada por el irreductible paso de Cronos.

Se trata de CADAC (Centro de Arte Dramático AC). Un espacio que, aunque pareciera desde las afueras estar al borde del adiós, sigue hablando con persistencia. Su creador, Héctor Azar, también  fundador del Centro Universitario de Teatro en la UNAM, jefe del Departamento de Teatro del Instituto Nacional de Bellas Artes y ganador del primer concurso internacional de teatro universitario en Francia, le enseñó a CADAC desde sus primeros años, tras haberlo rescatado de ser una casona abandonada que servía de refugio para los teporochos,  las frases que hasta hoy sus instalaciones profieren y que son conocidas entre quienes le conocen como señales CADAC.

Señal CADAC: Todo espacio vital es espacio teatral.

Es quizá esta consigna la que mantiene vivo al recinto que desde su fundación en 1975 se ha enfrentado a insospechados vericuetos que han puesto en riesgo su existencia, manteniéndolo en la característica incertidumbre que aqueja al medio artístico en un país que le da la espalda. El más reciente embate no provino de dificultades administrativas como la que se le presentó en 2006, cuando el  Instituto de Administración y Avalúos de Bienes Nacionales no quería renovarle el contrato para el uso de suelo. Esta vez, la pandemia alcanzó al país y sumergió a sus habitantes e inmuebles comerciales en el desaliento. Se calculó a finales del año pasado que cerca de 1.6 millones de negocios en México tuvieron que cerrar a causa de la pandemia de Covid 19. CADAC se mantiene en pie, resistiendo la soledad que se contrapone a su naturaleza.

Señal CADAC: Actor es cada uno de nosotros que se atreve a reflejarnos.

Hoy CADAC vuelve a abrir sus puertas tras dos años de inactividad, los interiores parecen intactos. La enorme higuera al centro del Jardín Rosario Castellanos sigue maravillando a los actores, la tierra del pensil se encuentra tapizada por los frutos desprendidos de los fornidos brazos del árbol. Asomándose por los barandales, las aulas Ángel María Garibay y Juan Ignacio Orozco se mantienen seductoras, invitan a la conversación: Invadidas por desvencijados pupitres amarillentos y fotografías que remiten a algunos de los momentos cumbres del espacio, estos dos salones congregan a los intérpretes para ver películas, planificar escenas o simplemente jugar.

Por último, el espacio C: Abierto, transparente, sin telones de por medio. Cuenta con una plataforma, una rampa que aproxima o aleja al actor del monstruo de mil cabezas que le observa. Al fondo, un cubo en que se depositan movimientos escondidos y algunos de los mejores secretos de cualquiera que sea la representación que ahí ocurra. El cubo tiene en el centro una escalera de caracol que lo atraviesa hasta superarlo. Vuelven a danzar en la enorme C, aquellas atrevidas personas que se disponen a reflejarnos.

Señal CADAC: Poner el teatro al servicio de la persona. La persona quedará al servicio del teatro.

Según cuenta Marcela Bourges Valles, mujer que recorre CADAC con persistencia casi fantasmal: Héctor Azar comenzó dando clases de teatro en el plantel 5 de la Escuela Nacional Preparatoria sin tener idea sobre aquello que impartía, pero con una convicción incuestionable: El teatro era importante no solo como espectáculo, sino también como un factor necesario para una formación integral que permitiese al individuo romper inhibiciones, trabajar en grupo y expresarse en libertad.

Si CADAC se sostiene en su terquedad, es porque se trata de un lugar convencido de su relevancia, espacio necesario para el desarrollo de los individuos desde la infancia hasta la adultez. Un sitio que pretende demostrar que toda búsqueda en el arte debe conducir a hallazgos que lo hagan evolucionar. Una escuela abierta al diálogo entre ella y quienes entran y le dan vida, un teatro al servicio de las personas, que espera con ansias ver de nueva cuenta, tras un fatigoso letargo, a las personas ponerse a su servicio.

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