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Escribir y crecer

Por Ángel Estrada

Para mamá Wendy, la mejor escritora de la vida.

Escribir se convierte rápidamente en una necesidad imperante para muchos seres humanos (no para todos), pero escribir también es un privilegio de clase. La realidad es que todavía prevalecen altas cifras de analfabetismo en el mundo. El índice de alfabetización es quizá una de las mediciones más comunes con la que muchas personas (incluyendo muchos líderes) pretenden que pueden medir el nivel de educación de un sector poblacional, y juzgar con base en ello si este es alto o bajo, pero no basta con esto.

Ciertamente resulta alarmante que a estas alturas no existan Estados capaces de garantizar el acceso a una educación que, de mínimo, te permita tener la capacidad de leer y escribir, pero es más delicado limitar el significado y alcance de la educación a la capacidad de lectura y escritura de una persona. Actualmente conozco a muchxs jóvenes redactando mejor que muchos abogados, y esto tiene motivos fundados; el rezago educativo permea en todas las estructuras de la sociedad, no solamente en niñas, niños y adolescentes o en el sector más empobrecido. Al ser un problema de generaciones atrás, prácticamente podemos encontrar altos niveles de rezago educativo en toda la población adulta; no por nada solemos encontrar leyes que rigen a una sociedad redactadas de maneras espeluznantes, o candidatos incapaces de nombrar 3 libros leídos... por poner un par de ejemplos.

Es decir, pocas veces ponemos atención a lo que la lectura y la escritura nos ofrece, a los detalles. Quizá es la prisa de la propia vida, quizá es que nadie nos instruyó suficiente acerca de cómo leer y escribir bien, acorde a nuestra capacidad y ritmo de aprendizaje. Como sea, si queremos crecer e ir hacia adelante de manera colectiva, necesitamos resignificar el concepto en que tenemos a la educación y a sus herramientas. O sea ¿leer y escribir para qué, con qué fin? Otro problema con el rezago educativo en diversos países, entre ellos México, por supuesto, es que muchos de sus ciudadanos no se cuestionan lo anterior, y es probable que sus líderes a) o tampoco se lo estén preguntando, o b) ya lo hayan hecho, y la pregunta haya sido auto respondida con un: “Exacto, ¿para qué los queremos leyendo o escribiendo?”. La información es peligrosa, pero tenerla es como tener galletas y chocolate caliente a tu disposición No por nada nos suele gustar el chisme. Pero en cualquiera de ambos casos, volviendo al gobierno, es más que preocupante que no exista mayor interés por hacer explotar entre la población eso que la lectura y la escritura te permiten explotar:

Además de permitirnos leer un ticket para saber cuánto fue lo que gastamos en aquella compra, o de escribir una nota con recordatorios para luego fijarla con un imán en el refrigerador, estas herramientas nos pueden transportar a través en infinidad de caminos. Entonces, ¿para qué leer, para qué escribir? Ambas se mezclan y se separan en muchas diversas y maravillosas maneras, y siempre están unidas por la vista, la razón y el sentido de quien se involucra entre sus letras. Pero sin ponernos poéticos:

Si instruyes a una niña o a un niño a leer desde temprana edad, le recalcas constantemente durante su crecimiento la importancia de hacerlo, le acercas a lecturas acordes a su edad, le impulsas a que eche a andar su imaginación sobre lo que lee, le incitas a cuestionarse las cosas que lee, a que las relacione con su cotidianidad, le respondes todos sus porqués, te tomas el tiempo para leerle por la noche y le apoyas cuando quiera escribir historias o relatos sobre los temas que le apasionan, probablemente ese niño o niña, además de crecer feliz, tendrá muchísimas aptitudes, habilidades, capacidades, metas y sueños que fue capaz de ir descubriendo con tu ayuda, y que obviamente será capaz de alcanzar. Sencillo, ¿no? Es un mundo muy colorido, lleno de personas del ámbito artístico, científico, literario, etc; una sociedad utópica donde hay gente buena y capaz tomando las riendas de sus gobiernos. Grandioso ¿no?

¿Qué pasa con los que también sueñan, a pesar de todo y de todos, pero que no tienen el alcance, ni el soporte, ni el interés por parte de sus gobiernos, que les brinde la capacidad de estar a la altura de quienes sí pudieron hacerlo por sus propios medios? ¿Dónde los ponemos? Este es el grueso de la población, hablando de México, y sabemos que saben leer y escribir, pues según la UNESCO el 95% de la población mexicana puede hacerlo.

Pero el porcentaje de jóvenes adultos (25-34 años) que terminó la licenciatura era de tan solo 22% en 2017. Es urgente que llevemos la discusión acerca de esto a todos los espacios, que hablemos de una política educativa integral que llame a la participación de todas y todos, que vea en los niños el futuro de una sociedad prometedora, que integre a la cultura y a las artes, a la historia, a las ciencias exactas y a las humanidades como pilares fundamentales de cualquier sociedad, y que se adapte a todos y cada uno de los rincones del país, con sus diferencias antropológicas, étnicas, culturales, geográficas, económicas, políticas, etc., es decir, una educación a la que puedan acceder todas y todos, sin distinción.

Continuaré diciendo que escribir me ha permitido crecer, inventar, soñar, hacer crítica, aprender a analizar, leer entre líneas, plasmar mis ideas, gritar lo que mi boca no puede, llorar para liberar la presión o el miedo, desahogarme en los días más grises, y recordar en los días más soleados.

Escribir puede resultar un acto retador para quienes tienen el poder, o puede ser el antes de un discurso memorable y bien ensayado. Lo mismo puede hacer que nos publiquen en una importante revista de divulgación científica o que sea en una literaria. Puede ayudarnos a conseguir el 10 que necesitábamos en ese ensayo final, o puede manifestarse como la carta o el mensaje a un ser querido.

En fin, estoy buscando hacer que te preguntes de qué serías capaz si decides adentrarte más en tus pensamientos, ideas y sueños, para luego escribirlas en papel. ¿Cuál sería el resultado? Cuéntanos qué te sucedió camino a la escuela o al trabajo, y cómo imaginas que esa historia podría tener otro giro dramático, romántico, divertido, terrorífico, no sé… ¿cuál de todos esos escenarios te gusta más?

O háblanos de cómo crees que funciona el universo, ¿crees en extraterrestres? ¿Te gusta la física? ¿Cómo imaginas la portada de tu primer libro de divulgación científica? Imagina la historia, y ponla en papel cuando te sientas preparada o preparado. Si algún día simplemente no te sale, dale tiempo, llegará nuevamente.

De inicio, no te preocupes por la estructura, las reglas gramaticales y los formatos, eso lo iremos aprendiendo bien con la práctica. Solo escribe cuando tengas que hacerlo, deja que salga, usa un post-it o lo que sea si no tienes nada más a tu alcance, y si después quieres compartir lo que escribiste con alguien, no sé, probablemente después tengas el suficiente ánimo de crear una increíble revista, o con el tiempo te conviertas en columnista de esta, o en lo que tú sueñes.

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