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EL TUNEL DE LAS PUPILAS

Elsa Guadalupe Flores Hernández

He comenzado por navegar el mar que brota de mis ojos para entender de dónde es que sale esta corriente que me arrastra una vez más. Entiendo las estrellas que forman los montes de la sonrisa teñida con colores del alma, la vida que recorre mis senos y piernas cae también sobre el pecho oprimiéndolo por las noches dejándolo sin aire. Siento cómo se eriza la piel con la melodía del viento pero no logro entender el escalofrío de la columna vertebral que llega a ser raíz de la flor que no ha podido florecer.

La juventud nos sega ante la totalidad del mundo, desear girar a la par de los dados que buscamos tirar y al mismo tiempo comenzar a arrancar la corteza de nuestra piel. No estoy segura cuantas de todas esas risas fueron verdaderas y cuales siguieron hasta dejarnos al borde del eco final. Nos encontramos un día en el espejo viendo a alguien que no reconocemos, creíamos que sí, sentimos el cambio y jadeábamos por más pero ahora, sobras de esa mujer notamos.

Hemos viajado por todo el mundo recolectando conchas de mar, guardándolas en las bolsas del pantalón y a veces son tantas que comenzamos a olvidar las que encontramos incompletas. Todas enterradas en la profunda playa, a veces llena, a veces sola, escarbando ansiosas por saber cómo será esta nueva compañera, dejando lagrimas con la espuma del mar. Llega un día en el que pesa tanto ya el caminar que decidimos reconocer la textura de cada una a la luz de la luna, entendiendo que, algunas de ellas ya no son lo que eran en su momento y es mejor dejarlas por la ciudad como recordatorio de tu presencia; otras vuelven a incrustarse en el corazón para mover todos esos sentimientos ya olvidados, las más importantes son las que te recuerdan lo que eres y sigues conservando.

Somos mar, somos túnel, somos raíz, somos eco, somos olvido, somos tantas cosas que no hemos experimentado que no hay nada ni nadie que nos pueda parar porque sentirnos se ha vuelto el placer más grande que podemos experimentar. Saber que podemos ser para acabar con el miedo que escondimos durante tanto tiempo bajo el brazo, terminar con el silencio de la mente que grita cada segundo, nos tumbaremos de dolor y alzaremos la cara al consolarnos con el rayito de sol.

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