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Los pluris

Por Paolo Sánchez

El jueves  27 de octubre del año en curso las etiquetas #YoDefiendoAlINE y #ElINENoSeToca invadieron las tendencias de Twitter. Este suceso, normalmente, podría no significar mucho dada la naturaleza de los espacios socio digitales y el uso político que se le ha dado a los mismos; sin embargo, hago referencia a él pues da cuenta de una de las discusiones que ha caracterizado el debate público durante ya varios meses: la relacionada con la iniciativa de reforma constitucional en materia electoral.

Se trata de una discusión compleja, con muchas aristas y que ha despertado reacciones descuidadas. La reforma plantea modificar 18 artículos constitucionales, cada uno de ellos con implicaciones diversas sobre el comportamiento electoral de varias instituciones públicas. Desafortunadamente, en algunos foros parece que el tema se reduce al fin de la democracia y advenimiento seguro del apocalipsis al territorio nacional y no a una serie de debates, algunos más pertinentes que otros, sobre el curso que ciertas instancias pueden tomar en el futuro.

Uno de los asuntos torales de la reforma guarda relación con la nueva organización del congreso. Esta consistirá en la reducción de la cámara de diputados de 500 a 300 representantes y la de senadores de 128 a 96. El 28 de abril, cuando el titular de la secretaría de gobernación Adan Augusto López presentó la iniciativa de reforma “democrática” (tal como él la llamó) en la conferencia matutina, mencionó que ésta pretendía una reducción en el número de diputados plurinominales y la desaparición de senadores “de lista” o plurinominales. Pasados ya 4 meses, algunos medios siguen abordando la pertinencia de esta medida y en espacios socio digitales (sobretodo twitter), usuarios simpatizantes del actual gobierno expresan mensajes de agrado por la decisión: “Fuera parásitos  plurinominales” “El pueblo pide eliminar a los plurinominales”, “El colmo, defender plurinominales que nadie vota”.

¿Es esta la verdadera naturaleza de la reforma? Sorprendentemente no. Contrario a las más de las expresiones, la propuesta pareciera aspirar a que todos los representantes en el congreso sean plurinominales. ¿Y con qué se comen los plurinominales? los 300 diputados y 96 senadores serían postulados en listas presentadas por los partidos políticos y seleccionados de acuerdo con una lógica de representación proporcional, es decir, tomando en cuenta el porcentaje de votos obtenidos en cada una de las 32 entidades federativas (esto último en caso de que la reforma sea aprobada, en sustitución de las 5 circunscripciones con las que actualmente se organiza el mapa electoral para esta figura).

¿De dónde salieron los plurinominales? Su presencia en México se enraiza en 1977, fecha clave para la génesis democrática del país. En aquel periodo, Jesús Reyes Heroles promovió una reforma de carácter electoral que, entre otras estructuras de mucho valor, dio nacimiento a los “pluris”, figura que permitió la representación mucho más justa de movimientos y entidades de izquierda que normalmente no tenían posibilidades de competir frente al partido hegemónico.

¿Qué de malo tiene entonces que la representación guarde una mayor fidelidad con el voto popular?, ¿Por qué los efectos de la nueva iniciativa de reforma no han sido comunicados apropiadamente? ¿Por qué andamos tan peleados con los pluris, pues? Las respuestas son variadas: en tanto son postulados en listas, se les asocia con no ganarse el cargo; los partidos políticos han llegado a aprovechar el recurso para regresar favores, ingresar a las cámaras impresentables que no tendrían ninguna posibilidad de ostentar una senaduría o diputación mediante el voto directo o para postular familiares o amigos; además, los criterios de su selección no son particularmente claros. Por lo anterior, podría pensarse que eliminarlos, o por lo menos alimentar la creencia de que serán eliminados, es una medida seductora.

El odio jarocho a los pluris puede explicarse en parte por la cultura política de los ciudadanos mexicanos cuyas opiniones no están necesariamente fundadas en el conocimiento de su sistema político; sin embargo, la explicación que más relevante me parece es la relacionada con el papel que el actuar cotidiano de las instituciones públicas tiene sobre la percepción que de ellas se tiene. Los partidos políticos, y muchas otras entidades, habrían de preguntarse por las tantas cosas que han hecho mal para que el discurso contra la representación proporcional se promueva (discurso que obnubila una discusión relevante). Las reacciones descuidadas a las que hice referencia en las primarias líneas, en parte dan cuenta de una desconfianza consecutiva e inacabable que tendrá que alimentar procesos de cambio profundos y de largo aliento.

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