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El pensamiento lógico, la religión y la dominación

Por Rodrigo Chávez 

Una de las mayores críticas que ha traído consigo la modernidad es, sin lugar a dudas, la crítica que se realiza en torno de lo místico y lo mesianico, el pensamiento cientificista y el capitalismo cultural han exigido a los hombres y mujeres contemporáneos alejarse lo más posible del pensamiento causal característico de lo religioso y místico, esta exigencia no se limita puramente a lo religioso como sucedió en algún punto con el marxismo sino que trasciende a esferas públicas como las relaciones de producción o la política.

Es imperante para fines prácticos de este trabajo que separemos las motivaciones y errores de la crítica exigida en su sentido político y religioso.

1 La religión como conciencia crítica y lógica.

El pensamiento cientificista impulsado por la educación positivista presente desde su victoria cultural en el siglo XIX ha permeado las generaciones de jóvenes y adultos a lo largo y ancho del globo por su simpleza a la hora de enjuiciar y analizar un fenómeno tan complejo como es el culto, cabe aquí aclarar que tomaremos como media de reflexión el mundo dominado por el capitalismo estadounidense y su cultura. 

La religión ha sido culturalmente relegada a los espacios privados de las personas desde que es tomada como una cuestión poco racional para los fines que persigue el modelo económico sin embargo este es uno de los principales errores conceptuales que el positivismo jamás pudo superar pues considerar el culto y la religión como algo irracional es, en esencia, no comprender los procesos de lógica y razonamiento presentes en la espiritualidad y el tributo de las civilizaciones a dicha espiritualidad.  Weber dice al respecto que: “Toda acción originada por motivos religiosos o mágicos es, además, en su forma primaria, una acción racional, por lo menos relativa: si no es necesariamente un actuar según medios y fines, sí, desde luego, conforme a reglas de experiencia. Así como frotando con un palo puntiagudo sobre la madera se enciende ésta, así saca la lluvia del cielo la mímica "mágica" del experto.” 

El re enfoque propuesto por Weber es elemental pues entender la religión y las acciones de la misma como un empirismo capaz de generar experiencias y de sustentar a través del pensamiento lógico una organización de acciones nos permite entender el arraigo social de las mismas, en otras palabras, las obras religiosas no son distintas a la experiencia de un niño ante el fuego, si bien pareciera irracional la idea de meter la mano en las llamas este conocimiento ha sido adquirido por nosotros a través de las quemaduras sufridas intentando tomar las llamas que nos cautivan. Sin este razonamiento elemental nada de lo que la modernidad disfruta habría sido posible.

Por si fuera poco, el discurso público de lo científico como medio dominante no es más que una falacia poco realizable pues aún cuando se desprecie desde la esfera pública es cierto que la política le ha dado un cobijo enorme y esencial para la continuación de ambos rubros, la religión funge para la política la capacidad de generar bases electorales y la política por su lado hace uso de los estamentos y la institución religiosa además de allegarse a discursos propios de la religión para simpatizar con los fieles.

Esto no es más que una muestra clara de la codependencia que existe entre las instituciones pero sobre todo una prueba de que la dominación es un concepto complejo y que atraviesa esferas distintas de la vida cotidiana de los individuos de las sociedades.

2 Dominación.

La dominación debe entenderse más que como una confrontación de fuerzas como un ejercicio bilateral en el que se encuentra en disputa metafórica el poder de mando y la capacidad de obediencia, es decir, la dominación no es en sí misma un ejercicio de violencia sino una capacidad de ejercicio de poder y de aceptación de obediencia. Nadie posee poder sin obediencia del otro pero el que obedece recibe en su acto una capacidad de poder al ser el repositorio último de la dominación. Weber lo menciona de manera explícita como: “entendemos aquí por "dominación" un estado de cosas por el cual una voluntad manifiesta ("mandato") del "dominador" o de los "dominadores" influye sobre los actos de otros (del "dominado" o de los"dominados"), de tal suerte que en un grado socialmente relevante estos actos tienen lugar como si los dominados hubieran adoptado por sí mismos y como máxima de su obrar el contenido del mandato ("obediencia").”

Es importante hacer énfasis en que el mandato es acatado “como si los dominados lo hubieran adoptado” porque en este espacio de cierta ambigüedad recaerá la explicación de los fallos del poder en sus mandatos y de las rebeliones que presenten los dominados ante los mismos.

Max Weber nos habla de tres principales tipos de dominación. La dominación legal, la dominación tradicional y la dominación carismática.

2.1 Dominación legal.

Al hablar de legalidad es necesario hablar del derecho positivo como una serie de estatutos moralmente aceptados entre la sociedad y que fungen como ejes rectores de aquellos que desarrollan su vida en una sociedad históricamente determinada. En palabras simples, lo legal no es más que una serie de reglamentos emanados y aceptados por el conjunto de individuos que componen una sociedad.

La dominación legal obtendrá su obediencia no de la creación de códigos sino de la aceptación social de dichos códigos, si la sociedad rompe este pacto o supera históricamente lo estipulado en ellos podrá aceptar la dominación legal únicamente por el miedo que le representa la coerción presente en la misma ley sin embargo esta aceptación es finita y terminará generando tensiones capaces de gestar una revolución, convendrá entonces tener una constante revisión de la sociedad y de los códigos para que no se generen tensiones irreparables en la primera.

2.1.2 Dominación tradicional.

El tipo de dominación tradicional podría fácilmente confundirse con la legal al estar sustentada en la moral y tradición de la sociedad sin embargo se distingue primordialmente de ésta en tanto que las normas de la dominación tradicional no se encuentran legisladas ni enmarcadas en un texto jurídico, por lo mismo es más fácil verlas tambalear ante los embates de la liberación principalmente juvenil.

El ejemplo por excelencia de esta dominación es la familia y los roles que ella enmarca, es sabido por el clamor popular, que dentro de los roles familiares las mujeres han quedado históricamente relegadas a los cuidados en tanto los hombres fungen como proveedores, además es deseable que dentro de la familia absorbamos valores religiosos, en países latinos serán valores cristianos católicos que vendrán a reforzar los mismos estatutos sociales ya mencionados y que además legitiman la dominación cultural o violenta del hombre sobre la mujer.

Asumimos los roles como algo dado y por ende los repetimos hasta que obtenemos la capacidad de reflexión, una capacidad de reflexión no solamente individual sino social que reformará la valoración de dicha dominación, tal fue el caso del movimiento feminista-obrero que buscó la entrada de las mujeres a la fuerza laboral pero que terminó reformando en su contra la institución familiar cediendole un puesto de trabajo a costa de dejar de valorar los trabajos de cuidado pero exigiendo su cumplimiento. Esto por supuesto sigue en un terreno constante de lucha por parte de las mujeres que pelean cada vez más fervientemente en contra de estos estamentos y de la entrada de los varones a la jornada de crianza y cuidado de la familia.

2.1.3 Dominación carismática.

La dominación carismática es la capacidad de la excepcionalidad que poseen pocos individuos en la sociedad, su obediencia no radica en una ley ni en una tradición sino en la confianza o el sentimiento que genera su sola presencia, es una capacidad de ejercicio de poder desde la personalidad que requiere en sí la existencia constante de esta excepcionalidad pues al no estar instrumentada ni institucionalizada puede ser perdida con relativa facilidad en comparación con las otras.

Debemos cuidarnos al hablar de esta dominación de suponer o imaginar que quienes obedecen estos mandatos son poco sensatos o coherentes pues no es propiamente un ejercicio de irracionalidad sino de emotividad fundamentada lo que permite al carismático realizar su ejercicio de poder. 

Un punto de análisis clave para determinar este tipo de dominación será el del discurso, mientras que sus contrapartes alegarán de manera recurrente a la ley o a la tradición para sustentarse el discurso carismático irá siempre acompañado en buena medida de promesas emocionales que permitan a los dominados bajar las armas y cohesionarse desde un punto emocional, la dominación carismática es, principalmente, una conexión de entendimiento entre lo excepcional o místico-mesianico y los dominados con sus problemas banales y mundanos.

Personajes como Jesús de Nazareth, Ernesto Guevara y el propio Andrés Manuel gozan de esta estructura de dominación.

El estudio de los casos prácticos quedarán dispuesto en una segunda columna.

Se analizará la dominación dispuesta por: Donald Trump, Enrique Peña Nieto y AMLO

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