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Política de terror

Por Rodrigo Chávez

El pasado domingo 24 de enero el presidente Andrés Manuel López Obrador confirmó vía redes sociales que había dado positivo a COVID-19. Esto hizo que las reacciones no se hicieran esperar: mientras quienes estiman a Andrés lamentaron y enviaron mensajes de fuerza al presidente, los que le aborrecen decidieron hacer una muestra de lo que puede ser el pensamiento más peligroso que se ha reflejado en la vida pública en los últimos años.

No digo que haya que querer al presidente, porque eso es francamente absurdo, la disidencia de pensamiento empuja a la sociedad a avanzar, pero hay una gran diferencia entre no estar de acuerdo con quien no piensa como tú y pensar que debería morir por no pertenecer a tu corriente ideológica. Mientras el primer pensamiento nos ayuda  a progresar políticamente proponiendo y resistiendo a políticas contrarias a la sociedad, la segunda simplemente busca hacer una “limpieza” ideológica.

Hemos visto hace menos de un mes lo que la ultraderecha hizo en el país vecino, un país con un sistema institucional lo suficiente estable y nutrido para controlar la crisis en el momento en que se necesitó, no obstante, pudimos ver a los libertarios, los white trash y los supremacistas asaltar el capitolio con el fin único de perpetuarse en el poder sobre las mayorías sociales. En México la cosa sería sustancialmente diferente.

Tomando en cuenta que Andrés Manuel es el presidente más legítimo de la era contemporánea, y la posición estratégica que ser presidente le brinda, hablar sobre la salud del mismo es hablar no solo de adhesiones políticas sino de peligros y repercusiones de los escenarios.

Mientras la izquierda moderada y los morenistas hablan de no pensar en lo peor es inevitable preguntarse, ¿qué pasaría en el país si el presidente en el que la esperanza de mucha gente se sustenta? La pregunta en cuestión legal no es tan compleja, asumiría el cargo la secretaria de gobernación, Olga Sanchez Cordero, maestra en derecho y en sus tiempos pasados ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, aunque ésta podría rechazar el cargo y entonces sería el secretario Marcelo Ebrard quién recibiría la banda presidencial, digamos que de suceder el peor de los escenarios imaginables no habría un cambio radical ni sustancial en el gabinete y quedaría la administración en manos calificadas.

Sin embargo, no es en el ámbito legal en el que habría complicaciones sino en el aspecto social. Nos guste o no, Andrés Manuel se ha convertido en un símbolo para quienes han depositado en él no solo un voto electoral sino un último resquicio de esperanza en la política, la muerte del símbolo significaría una ruptura total en el tejido social.

Mientras la derecha lo celebraría de sobre manera pensando que ahora podrían hacerse con las instituciones, veríamos grupos comenzar a organizarse, grupos ultra católicos de derecha como el FRENAAA, el Frente Nacional por la Familia y algunos de ámbito más local podrían comenzar a radicalizarse en sus estados, apostando a controlar y ganar la elección de 2021 por vías no legítimas, grupos de choque partidista ya conocidos no dudarían en hacer presencia y Antorcha Campesina avanzaría entre los lugares agrarios con implacable violencia.

El Estado entonces tendría complicaciones de ejecución, ¿apostar a la mano dura para recobrar el control, o mantenerse blando pese a la violencia que eso significa?

Los resultados de las elecciones no arreglarían las cosas, al contrario, de poder controlar la votación la derecha y de optar por la no represión estatal los sectores de izquierda semi moderada y radical entenderían que el Estado no protegería ni la democracia ni a quienes sustentan la 4T, aunque claro que no se quedarían de brazos cruzados, la respuesta a los grupos de ultraderecha comenzaría a organizarse.

Con una guerra civil en puerta y el legislativo controlado por la derecha el ejecutivo perdería rápidamente el control del país y el legislativo pasaría a ser una institución superada por las condiciones extralegales.

Es aquí donde uno se pregunta si realmente la derecha sabe a qué está apostando al pedir con tanta saña la muerte de Andrés Manuel y que tan dispuestas están estas personas en jugarse un futuro incierto pero muy probablemente violento simplemente por no coincidir con el pensar y sentir de 30 millones de mexicanos, que además somos mayoría.

A diferencia de otros sexenios en los que la oposición tenía clara una agenda política y de acción social en este caso no veríamos propuestas naturales por parte de los que desean esta inestabilidad política, ¿buscarían que sea De Hoyos quien dirija al país? ¿Meade o quizá Anaya? Tal vez Alfaro, pero ¿y qué si todos ellos levantan la mano al mismo tiempo?

¿Qué hacemos si estos personajes orquestan a grupos violentos al estilo caudillista que tan conocido es en México? Veríamos a grupos de derecha comenzar a exterminarse entre sí y entonces serían esas mismas personas las que harían correr su propia sangre.

Es así como estos reaccionarios de la política dejan en claro que no les importa implementar un proyecto de nación, no tienen rumbo político, ni siquiera tienen referentes claros, solo tienen odio y rencor por el golpe democrático que les fue propinado y los despojó del poder en 2018.

Son estas personas quienes vienen con sus cuentos de siempre a decirnos que “los chairos polarizan” o que “AMLO divide al país”, son estos capaces de apostarse la vida de todxs, lxs que creen que son el factor de unidad, mientras nos señalan como irracionales y nos gritan en la cara que deberían matarnos por pensar diferente.

Este pensamiento no es nuevo ni es, aunque así lo crean quienes lo ejercen, algo que se les ha ocurrido a ellxs de manera natural, vemos por ejemplo que en diversas latitudes ha imperado este pensamiento, las limpiezas étnicas y políticas se dieron en la Alemania nazi, en la Italia facista, en la España falangista, en la Argentina de Videla, en el Chile de Pinochet y en muchos otros régimenes facistas, violentos y asesinos.

La derecha mexicana no está nada lejos de parecerse a estos pensamientos y ese es el miedo que hay entre quienes no compartimos el júbilo por la enfermedad de Andrés, no nos preocupa en realidad que Andrés padezca el virus, sabemos que será cuidado y protegido por los mejores especialistas, lo que tememos es que estos grupos comienzan a organizarse y a proponer en el debate público la prescindibilidad de quienes no pensamos como ellxs o quienes disentimos de su forma de ver la política.

A uno le da miedo cuando las personas abiertamente celebran la muerte o la enfermedad solo por no pensar como ellos, porque entre eso y el estar en frente del paredón de fusilamiento por “comunista” hay un camino muy claro que se empieza a dibujar.

Quizá algunas personas no dimensionan las cosas, pero es buen momento para hacer un alto a estas declaraciones y cuestionarnos, ¿qué estamos celebrando y por qué? ¿Qué estamos diciendo, sin decir, a los demás?

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