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Reflexiones de un privilegio en decadencia

Por: Jorge Kahel Ruizvisfocri Virgen

Elegir al titular de una comisión siempre es complicado, más si hay cuestiones de género de por medio. En Colima hemos experimentado esto con la elección de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, señalada por algunos como una muestra atroz de inequidad de género. Con mucha frustración, los denunciantes critican que la terna presentada por las comisiones del congreso estatal discrimina a participantes cuyo único defecto fue nacer con el aparato reproductor equivocado.

El pecado de los discriminados fue nacer hombres.

Los defensores de los derechos de los hombres advierten que esta última terna es un ejemplo de inequidad de género porque priva a la sociedad colimense del talento de hombres bien preparados que podrían defenderlos ante las violaciones de los derechos humanos y viola el espíritu de la paridad de género al imponer prohibiciones antidemocráticas basadas en el sexo.

Sin embargo, estos defensores distorsionan los conceptos y la historia para darle sentido a sus reclamos contra la mujeres, que en lugar de defender derechos políticos de oprimidos son una apología para conservar un statu quo que no está dispuesto a darle voz a las mujeres en Colima.

Contrario a lo que creen algunos, el principio de la paridad de género no es una abstracción metafísica sobre igualdad entre sexos, sino un objetivo muy claro: pagar la deuda histórica que tenemos como sociedad con las mujeres e impulsar sus liderazgos. La realidad mexicana es brutal para cualquier mujer: nuestras abuelas tuvieron que esperar años para poder participar en una elección y décadas para ver que una mujer podía ejercer un cargo como gobernadora, mientras que nuestras primas, hermanas y amigas viven en un contexto de “equidad” marcado por violencia política de género, feminicidios cada día más inhumanos y políticas públicas que atienden en el discurso y abandonan en la implementación.

Decir que un proceso de  selección es antidemocrático y está sesgado porque la terna final de no contiene hombres es no entender el proceso de selección o querer engañar abiertamente al público. En el caso particular de Colima, se emitió una convocatoria para que cualquier interesado pudiera participar sin distinción de género, por lo que existió una convocatoria escrita bajo los principios de la igualdad. Durante el proceso de selección, a ningún participante se le negó la integración de su expediente o la entrevista respectiva por motivos de género, por lo que hubo un proceso de filtrado conducido bajo los principios de la igualdad. Por eso, la controversia sobre la terna es artificial: con una convocatoria justa y un proceso de filtrado que no discriminó a nadie, lo que queda es una terna conformada por representantes idóneos según los criterios de quienes lo seleccionan. Y lo cierto, es que aún hay un proceso más, pues el pleno del congreso aún debe confirmar dicha idoneidad y elegir al titular.

Y así como en este caso de Colima, existen muchos procesos de selección en este país que son acusados de violar los principios de paridad de género porque cometen el pecado de querer impulsar liderazgos de mujeres que podrían inspirar nuevos tipos de participación ciudadana.

Estas líneas las escribo porque, aunque son asunto de mi realidad local, forman parte de una ola de críticos que, preocupados por la democracia, señalan el dañino disparate que es establecer cuotas para promover liderazgos femeninos. Bajo los argumentos de defender la democracia y garantizar igualdad para todos se busca minimizar las acciones enfocadas en fortalecer la participación de las mujeres en puestos relevantes de toma de decisión, conservando el sistema de privilegios que tanto ayuda a algunos. Si la discusión fuera sobre igualdad se hablaría de las barreras estructurales que dificultan la participación de las mujeres, no se denunciaría la “opresión” que sufren los privilegiados; pero estas denuncias son en realidad gritos de terror de quienes no quieren competir en igualdad de condiciones ni reconocer las ventajas sistémicas que los han puesto en posiciones de poder.

No creo en los argumentos de quienes se preocupan por la paridad para los hombres, porque buscan conservar un sistema fundado en la desigualdad; y el objetivo debe ser llegar a un mundo donde la participación y el liderazgo no estén sujetas a lo que hay entre las piernas, sino a la esencia fundamental de las personas y las ideas que cada uno pueda aportar.

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