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Las personas son lugares

Por Melissa Cornejo.

Hace un par de años tropecé con la imagen -que terminaría por convertirse en mi credo- de que las personas son lugares, propuesta que desarrollaré en este texto. Sin embargo, no podría afirmar que todas las personas con las que coincidimos llegan a convertirse en sitio, pues considero que para bien o para mal, ese tipo de cosas están reservadas para unos cuantos privilegiados. Por lo tanto, al decir “las personas”, realmente estoy nombrando a “nuestras personas”, esas que entre caricias se nos cuelan por debajo de las uñas.

Las personas son los lugares a los que nos llevaron por primera vez: el callejón desde donde contemplamos el atardecer, la banca del primer beso, la ciudad a la que nos transportaron sin necesidad de movernos del asiento.

Existen personas-lugares que son refugio seguro, puerto en calma donde llegamos a descansar. Hay rincones cálidos en forma de manos donde podemos guardar las nuestras cuando tenemos miedo.

Hay personas que nos cambian la vida sin saberlo, que nos impactan para siempre en tan sólo unos días y se convierten en un lugar que visitamos con frecuencia, aunque sólo sea cerrando los ojos. Esas son las personas que no se superan, lo mismo que un sitio hermoso al que sabemos que nunca volveremos, pero que guardaremos siempre muy dentro del alma.

Las personas son lugares con sus caminos grabados por toda la piel: mapa en relieve de cicatrices, lunares y piel erizada: topografía en braille para los amantes.

Las personas somos lugares habitados por otras personas con sus lugares. Somos refugio para esos grandes amores que deciden quedarse a vivir en nosotros, aunque se vayan.

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