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Diferentes 

Elsa Flores

Nubes caen sobre los cerros volviéndose neblina taciturna, arropa a los árboles como el velo a la virgen, manteniendo su divinidad en silencio, para que los perros no dejen de aullar mientras la vida se vuelve huésped en el hogar. El día ha llegado a su fin, su muerte un espectáculo en el horizonte que nadie volteó a ver por el golpeteo constante del cabello mientras se viaja en carretera. Murió, en la cama se comparten cobijas con un cuerpo de mujer, no se pensó en los nacimientos que hay detrás para que ese respirar estuviera sincronizado a lo desconocido.

Desde que soy feminista me he sumergido en un mundo que cuestiona, cambia y crea maneras en que las mujeres logramos existir dentro de nuestra propia piel, no me di cuenta que entre más pisaba fuerte al caminar era porque más lejos estaba de aquellas que no piensan que sea necesaria la radicalización de nuestra lucha. No me di cuenta, que mientras las dos pasábamos por una serie de violencias dentro de la cotidianidad solo una era la que ponía un alto y se iba, mientras la otra permanecía con una cara de incomodidad y el corazón herido. Es como si mi vida pasada fuera una herida que no recuerdo cómo sucedió, pero la memoria me lleva a aquellas que ahora en su encuentro tienen la cabeza baja por si alguna bala atraviesa.

Nunca pensé que las mujeres no quisieran terminar con todo esto que nos mata, que su vida fuera destinada a los varones aunque minutos antes se estuvieran quejando de ellos. ¿Cómo es que se convive con quienes tienen miedo? No somos salvadoras de nadie, ni de nosotras mismas, estamos inmersas en una estructura de poder donde se  nos despersonaliza y obliga a actuar de la manera correcta para quienes estén en lo alto, en realidad, hasta nosotras tenemos miedo. Se habla mucho respecto a la diversidad entre mujeres y cómo es que nos agrupamos de diferentes maneras para sanar, reír, abrazar, amar y seguir, pero no hablamos de las que están ‘‘allá’’, del otro lado de la línea aunque en la lucha eso no importa, pero en la materialidad de vida sí importa y hace la diferencia.

A veces paro para cuestionarme si el hecho de haber leído libros de autoras famosas hará que no me maten, que no me violen, que no me golpeen, que me den un empleo bien remunerado o que en un grupo de varones escuchen lo que diga. Las otras, aquellas que no han leído ni desean articular un esquema respecto a esta vida capitalista patriarcal a través de una serie de conceptos específicos, son vistas ante los ojos de ellos en la misma posición social que nosotras. No porque este movimiento signifique no ha hecho nada o que lo ha hecho todo, sino que hablamos de que la otra mitad de la población ha mantenido sus derechos a pesar de nuestras libertades adquiridas por la fuerza, ellos, han estado disfrutando de su día a día mientras que las organizaciones de mujeres no han parado de organizarse, ni mucho menos el trabajo doméstico ha dejado de hacerse.

Lo que me gustaría dejar muy claro es que, a pesar de la diferencia de actuar entre las que somos feministas y las que no lo son, somos mujeres que piensan y eso nunca hay que dudarlo, en el silencio donde nos han querido mantener lo único que no se calla son las mentes. Sabemos lo que se ha vivido pero el nombrarlo es lo que duele, por eso en ocasiones no se dice nada. No existe un ‘‘ellas’’ y ‘‘nosotras’’ porque como mujeres esta diferenciación nos hace ver como si fuéramos rivales, solo somos el reflejo de la otra, somos siempre juntas aunque deseen separarnos.

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