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A mi manera.

No a criminalizar la protesta del 25N.

Por: Jorge Kahel Ruizvisfocri Virgen.

El 25 de noviembre se llevó a cabo una protesta en la CDMX en el marco del Día Internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer. Aunque es innegable que esta protesta tuvo episodios de violencia y vandalismo, es importante que veamos críticamente el evento para entender que las movilizaciones no fueron ilegítimas, sino una fuerte llamada de atención para un público inmóvil.

Se critica a la movilización debido al daño al patrimonio público y las agresiones a los transeúntes, a que no puede combatirse la violencia con más violencia y a que las movilizaciones pacíficas son más efectivas que las protestas donde hay eventos que se salen de control. Aunque los argumentos parecen razonables y fundamentos, la realidad es que son grandes hombres de paja para desacreditar marchas que muestran de manera cada vez más incómoda al problema más grave del país.

El primer argumento de daño a la propiedad pública y privada hace una comparación entre dos puntos que no pueden ser comparados de ningún modo. Quiero dejar en claro que no apruebo la violencia y que creo que sería mejor si actos violentos no pasaran, empero también creo que no es posible comparar el daño producido por manifestaciones donde se exigen derechos humanos básicos con las situaciones que las mujeres están expuestas diariamente.

Quienes se lamentan de los pobres inocentes vilipendiados por las mujeres que se manifestaron deberían tratar de hacer un ejercicio de empatía: De acuerdo a estadísticas del INEGI, en México 2 de cada 3 mujeres han sufrido alguna vez en su vida agresiones sexuales, físicas, laborales, económicas o emocionales. Eso significa que si tienes madre y dos tías, dos de ellas han sufrido violencia de algún tipo. Si eso no basta, siempre podrán mirar las cifras relacionadas con la violencia sexual, pues en este país 50 mujeres son brutalmente violadas al día. Y si aún no fuera suficiente esto para generar conmoción a quienes se horrorizan por cristales rotos y bardas pintarrajeadas, tendrían que ver las cifras sobre feminicidios, que muestran como en los primeros cuatro meses de 2019 fueron asesinadas 1,119 mujeres. Ciertamente, no hay punto de comparación entre los destrozos que pueden generar manifestaciones que no son continuas en el tiempo con las atrocidades diarias a las que están expuestas las mujeres, mucho menos si estas manifestaciones son para llamar la atención sobre la macabra realidad de una mujer violada cada 20 minutos y otra asesinada cada dos horas y media.

Quienes argumentan que las manifestaciones están mal PORQUE no se puede combatir la violencia con más violencia deforman totalmente el propósito de las manifestaciones. A la fecha, aún no he escuchado a ninguna mujer proponiendo la destrucción de la sociedad como medida adecuada para terminar con la violencia de género; lo que si he escuchado son quejas amargas entre lágrimas, gritos de rabia e impotencia y clamores por un mundo diferente donde las mujeres no tengan que implorar que se les considere seres humanos dignos de la protección más básica a la integridad física. Quien quiera entender el fenómeno que debería escuchar con atención lo que miles de mujeres tienen que decir para descubrir que otra postura es metafísica errada.

Y por último, quienes argumentan que la resistencia pacífica es la única vía válida para protestar deberían ver la perspectiva histórica de las manifestaciones, pues la realidad es que las protestas se recrudecen porque año con año se exigen cambios y estos no llegan; asimismo, las manifestaciones pacíficas, creativas e innovadoras son objeto de burla. La verdad de las resistencias pacíficas es que requieren de una serie de condiciones estructurales para triunfar, tales como coaliciones amplias de aliados, capacidad de retirar a los agentes que obstaculizan el progreso y movilización ciudadana; cosas que no se dan en el caso mexicano, pues como se ha visto en múltiples ocasiones, hay rechazo social por motivos culturales, agresores impunes en puestos de poder económico y político y baja participación ciudadana.

Si queremos contribuir a la solución de la pandemia que es la violencia contra las mujeres en México tenemos que darle su espacio al problema y entender que la discusión no se trata de los daños ocasionados por las manifestaciones, sino del sufrimiento diario de las mujeres en este país.

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