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Los Ingsovs

Por Ebert Calzada

La nieve caía copiosamente del cielo y la temperatura no hacía otra cosa sino descender drásticamente, decidí refugiarme debajo de un árbol para descansar un poco, recuperar el aliento y poder seguir abriéndome paso a través de aquel bosque tan antiguo como el Bosque Nacional de Tongass.

A pesar de ir bien cubierto con todo tipo de prendas invernales, el frío me calaba hasta los huesos, había perdido la sensibilidad en mis manos y pies, no importaba las veces que frotara las primeras no sentía nada, era como si fuesen partes extrañas de mi cuerpo. Me quité la mochila y tomé el té caliente que llevaba en un termo, cuando abrí la tapa el humo que salió de él me espantó, nunca había visto salir tanto de un recipiente tan pequeño, sin pensarlo mucho empecé a beberlo, el líquido caliente fue recibido por mi cuerpo con agrado, hasta sentí mis manos y pies por unos segundos para luego perder toda sensación proveniente de ellos. Bebí solo la mitad del contenido, acto seguido lo guardé en mi mochila.

Una vez recuperado el aliento y un poco el calor de mi cuerpo seguí mi marcha a través de aquel bosque vetusto, con todo y las adversidades del clima estaba determinado a llegar al corazón del mismo. Allí había algo que si era cierto podría ser un descubrimiento colosal para la humanidad. No hacía mucho había leído los reportes de un guardabosque que había encontrado tallados en algunos árboles de miles de años de antigüedad, algunos jeroglíficos que no correspondían con los de ninguna civilización de la zona y tampoco con las más antiguas registradas en el continente. La profundidad de la hendidura así como la edad de los árboles sugerían que podrían corresponder con una civilización no descubierta hasta el presente.

El nerviosismo de si podría sobrevivir a temperaturas tan bajas en una época invernal como en la que estaba no me inquietaba en absoluto, mi sed de conocimiento y las ganas de poder encontrarme con aquellos bajorrelieves dominaban mis impulsos y mis pensamientos. Ni siquiera me preocupaba ser atacado por alguna criatura salvaje, pues sabía que el bosque en esa época del año era tan callado y silencioso como una noche en un panteón. Solo se oía el ulular del viento y el chillido que generaba al rosar con las hojas de los árboles milenarios que me rodeaban

La tormenta de nieve comenzó amainar y la visibilidad que se reducía a un par de pasos delante de mí se amplió. Era difícil abrirse paso entre tanta nieve pues la ventisca había incrementado un par de centímetros su grosor, pero gracias a mis botas pude sortear esta dificultad sin mayor problema.

Para ubicarme de nuevo en el bosque decidí refugiarme debajo de otro árbol y consultar el mapa que me había sido proporcionado por el guardabosques, también aproveché para darle otro trago a mi té caliente el cual me reconfortó una vez más. Miré el mapa y vi que debía seguir caminando al oeste, no estaba lejos de la primera marca que me llevaría al corazón del bosque. Guardé todo en mi mochila y proseguí mi marcha hacia el poniente.

No tardé en encontrarme con la primera marca lo cual me causó mucha alegría y excitación, grité de la emoción y el eco del mismo se esparció por entre los árboles como una honda gigante en el agua. La observé y confirmé mis sospechas, no se parecía a nada que hubiese visto antes en ningún libro de paleografía o antropología. El nivel de la hendidura y del detalle con el que fue hecho sugería un tipo de herramienta muy distinta al del cuchillo o la lanza, tal vez, pudiera ser que ningún ser humano como lo conocemos hubiese hecho esta marca en el árbol.

Sin detenerme mucho en mis reflexiones continué mi camino; a partir de este momento comencé a experimentar una inquietud que iba creciendo en mi interior, sentía que era observado y perseguido y a pesar de que volteaba al más mínimo ruido, ya fuera del viento o de la nieve venciendo las hojas de los árboles volteaba a mi alrededor, incluso el sonido de mi respiración agitada me asustaba, mi estado de alerta había sido activado pero no sabía por qué.

Después de rodear los troncos de algunos árboles y de observar con la debida atención los bajorrelieves llegué a lo que el mapa indicaba era el corazón del bosque. Realmente me sorprendió lo que hallé ahí pues era contrario a todas mis expectativas, no se alzaba un árbol único con toda la historia de la civilización que creí encontrar, sino un claro.

Dicho claro estaba rodeado por un muro de árboles cuyo diámetro de grosor alcanzaba los tres metros, mientras su altura se perdía en las alturas, ni siquiera era posible ver las ramas de dichos árboles. En el centro de cada uno de ellos había un símbolo, era similar a los que había visto antes, pero se les veía desgastados, casi borrados. Sin perder ni un segundo me apresuré a estudiarlos pero en el momento que cruzaba el claro pude observar que del lado norte del mismo, muy arriba, casi indistinguible parecía haber una abertura, una especie de ventana que tenía una forma demasiado definida para ser producto de la naturaleza y el tiempo, eso me inquietó demasiado pues no sólo observé dicha abertura sino que también pude percibir un aroma nauseabundo y acre, como si algo estuviera en descomposición. Luego escuché algo que provenía de ahí mismo, una especie de rugido, como si una criatura estuviera cerca y me hiciera una advertencia…

Fue ahí cuando me quedé congelado literalmente, toda mi paranoia me invadió, la saliva en mi boca se secó, mientras una sensación de ahogamiento comenzó a subirme por la garganta, quise gritar pero solo salió vapor de mi boca, intenté mover mis piernas y manos pero sin resultado, mi corazón latía como un motor, sentía que quería salirse de mi pecho, estaba preso de un terror inexplicable que me impedía moverme, el sudor frío recorría mi espalda causando calosfríos, entonces aquello se presentó.

De la ventana entre los árboles salió una criatura que se parecía al Ingsov, criatura onírica descrita en Las Memorias de Kleitos Érebon. Medía dos metros y medio, sus brazos eran muy largos, en lugar de manos terminaban en unas esferas, como muñones, era corpulento pero a pesar de ello sus costillas sobresalían de su torso, sus piernas eran delgadas también y terminaban en unas garras que parecían filosas, estaba cubierto de pelo tan blanco como la nieve, su cabeza poseía dos ojos negros rasgados, su boca dejaba ver unos dientes tan picudos como los colmillos de un vampiro y su cráneo era tan redondo como los extremos de sus brazos.

Bajó de un salto causando una ola de nieve que me dio de lleno en la cara, eso causó que mi parálisis se esfumara, mi primer impulso fue echar a correr pero mis piernas estaban tan entumidas que solo tropecé y caí, pero al tocar el suelo pensé que sería suave y no fue así algo afilado atravesó mi pierna derecha, grité de dolor lo cual pareció molestar a la criatura, al voltear en su dirección que era la misma donde estaba mi pierna herida pude ver que ésta había sido atravesada por el hueso de una criatura que parecía un humano. Traté de arrastrarme preso de la desesperación, siguiendo el impulso básico de supervivencia pero sabía que era inútil, mi suerte estaba echada.

Bajó de un salto causando una ola de nieve que me dio de lleno en la cara, eso causó que mi parálisis se esfumara, mi primer impulso fue echar a correr pero mis piernas estaban tan entumidas que solo tropecé y caí, pero al tocar el suelo pensé que sería suave y no fue así algo afilado atravesó mi pierna derecha, grité de dolor lo cual pareció molestar a la criatura, al voltear en su dirección que era la misma donde estaba mi pierna herida pude ver que ésta había sido atravesada por el hueso de una criatura que parecía un humano. Traté de arrastrarme preso de la desesperación, siguiendo el impulso básico de supervivencia pero sabía que era inútil, mi suerte estaba echada.

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