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Una delgada línea

Por Rodrigo Chávez

Después del merecido descanso, de las fiestas y el tiempo en familia es momento de volver a nuestras actividades habituales, poco a poco vamos dejando vacío el molde del recalentado y con ello comenzamos de nuevo a ir a nuestros trabajos, el transporte público y las oficinas volvieron esta misma semana y con ello ha vuelto a asecharnos el virus que, a ratos, parece que nos deja respirar.

La variante ómicron del SARS-CoV-2 ha estado en el mundo desde hace ya algunos meses pero, al igual que sus variantes anteriores parecía lejana. No más, en esta semana los positivos a COVID, han aumentado y en lo personal se siente nuevamente como el virus se acerca peligrosamente por cualquier frente, pero es aquí donde entra la pregunta central de esta columna; ¿Qué podemos hacer?

¿Es acaso que deberíamos volver a atrincherarnos en nuestras casas? ¿Cancelamos la salida y llegada de vuelos de otros países? ¿Detenemos la economía una vez más? La respuesta puede sonar fría y completamente contradictoria, pero es no. No estamos en el mismo punto que cuando apareció el primer brote y no teníamos ni idea de lo que era el COVID ni cómo tratarlo, no estamos en el momento en el que podamos cerrar el turismo, que es una de las principales entradas económicas del país o detener nuestra producción pues, como es natural, las naciones potencia (de las que depende nuestra estabilidad económica) no han cerrado sus industrias. Adoptar medidas tan duras sería un suicidio económico irreparable.

Cuando el COVID llegó por primera vez el doctor Hugo López-Gatell nos dijo de manera clara: “Hay que proteger dos cosas elementales, la vida y la economía, no podemos comprometer el futuro económico de las familias mexicanas como no podemos no adoptar medidas”. A casi dos años de que estas palabras fueran pronunciadas hemos visto ya los embates que ha tenido el COVID en el terreno económico; la tasa de inflación en México ha llegado a sus niveles más altos desde hace 20 años. Es cierto que el mundo entero está sumido en esta crisis y que es consecuencia de la pandemia pero adoptar las medidas restrictivas que la oposición clama sería cumplir el pronóstico catastrofista que auguran desde 2018.

Desde luego que esto es hablando a niveles estructurales, es decir que existen formas de hacer frente y es precisamente a lo que el gobierno mexicano ha apelado desde que comenzó la pandemia e incluso es un valor ético de la 4T: “Nada por la fuerza, todo por la razón y el derecho”. Sabemos que desde el Estado no puede atentarse contra algo elemental como lo es la economía pero, como ciudadanos, podemos cuidar de nosotros y los nuestros.

Ómicron es una variante potencialmente más contagiosa que las anteriores y es precisamente por esto que debemos considerar si aquella salida a comer con amigos es verdaderamente importante o si podemos posponerla, si ver a la abuela después de estar en sitios cerrados en los que pude estar expuestos es responsable pero sobre todo considerar que si no me he aplicado la vacuna contra COVID es momento de hacerlo. Quizá no lo hice antes por miedo o por desidia pero es ahora, antes de que exponga a quienes amo.

El trabajo no nos dará opción y en lo personal espero que la escuela no lo haga pero aún en esos espacios es fundamental mantener la ventilación, usar un buen cubrebocas, a ser posible KN-95, evitar el contacto y poder ponernos a salvo. No necesitamos que el gobierno ni el Estado vuelvan a recordarnos lo que sabemos que podemos hacer. Es hora de actuar.

Hay una delgada línea entre pedir que el gobierno haga al respecto de la pandemia (instalar módulos de pruebas COVID, darnos incapacidad si estamos enfermos, preparar y equipar al personal de salud, etc) y suponer que no tenemos opciones para hacer frente desde nuestra trinchera. Espero que todxs quienes me leen gocen de salud y estén atentxs a su tercera dosis de la vacuna. Juntxs vamos a vencer al covid, en cualquiera de sus variantes.

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