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La estética del movimiento feminista como representación

Por Ankaret Alfaro

Durante por lo menos los últimos 3 años, ha ido cobrando mayor sentido el cómo miramos al movimiento feminista y a las mujeres que lo conforman, diferenciándolas así, en nuestro imaginario, de los otros, de aquellos cuerpos señalados como socialmente correctos configurados por el patriarcado, formalizándose así, un movimiento concreto de liberación. En cuestión de representaciones, el movimiento ha optado por herramientas que han beneficiado a una amplia emancipación de los cuerpos, del género, y de nosotras mismas. Estas herramientas le han dado un reordenamiento al campo simbólico y le han abierto paso a este proceso de emancipación, y son, en esencia, las cuestiones estéticas que han ido tomado tal fuerza, que se han construido no sólo como una representación concreta sino como una herramienta que genera redes de empatía (pudiendo tener también un efecto totalmente opuesto).

“Las representaciones del arte y las del activismo feminista interrogaron las claves del disciplinamiento del cuerpo femenino cuya contracara era el disciplinamiento del cuerpo masculino.” (Giunta Andrea 2018, pp. 13) Actualmente, las formas artísticas de representación del movimiento y sobre todo, las mujeres que los realizan y lo conforman han intervenido con imágenes que incomodan la representación conservadora que ha sido naturalizada social e institucionalmente de lo femenino. (Como la normalización de cuerpos no hegemónicos a través de fotografías, collages y poesía).

A la mujer, que ha sido concebida como “pecadora por naturaleza” y como símbolo de tentación, traducido en aquello que debe ser controlado, le han dedicado todo un sistema en la esfera social, política y cultural. Actualmente, con las diversas formas de manifestación en el arte feminista y de formas de lucha activista que aportan nuevas formas de entender la belleza: de la rebeldía, de la desobediencia y de la diferencia, de lo no hegemónico, de lo no colonial, de lo no patriarcal, le da un significado a aquello que la sociedad ha tachado de involución, de inapropiado, de delincuente.  

Podemos darnos cuenta de lo anterior, por ejemplo, ubicándonos en las protestas  feministas de los últimos dos años, en las que se ha optado por utilizar herramientas visuales, que han tomado fuerza y se han convertido en una simbología llena de significados que han ido construyendo con base en colores, formas y los sentimientos que estos provocan, por ejemplo, se le ha dado la vuelta a las pintas de las calles no sólo utilizando consignas en las paredes, sino huellas de manos rojas, simbolizando sangre, muerte, se ha optado por utilizar colores brillantes y metálicos, por utilizar flores como símbolo de ternura y empatía, y utilizar el símbolo del fuego para identificarse con la rabia, con la furia. Y lo más importante, esta acción de iconoclasia no sólo tiene un sentido en la pintura misma, o en la intervención de monumentos, sino en el dónde y cuándo: 8M del 2021, desde días antes de que la marcha se realizara, el presidente de la república y la jefa de gobierno mandaron a cercar el palacio nacional, no cercaron sus puertas y sus muros, sino hicieron todo un muro varios metros antes a modo de fuerte, ¿qué simboliza esto? además del obvio plan de provocación para dar a gusto el discurso planeado de “feministas vándalas”, es una forma de decir “No escuchamos, no nos importa, no interrumpan, no molesten”. Y aquí el punto: las mujeres le dieron la vuelta convirtiéndolo en un mural/ofrenda en honor a las mujeres víctimas de feminicidio, escribiendo sus nombres y adornándolo con flores moradas, no sólo representa lo obvio, un país en el que un inmenso muro de metal no es suficiente para escribir el nombre de todas las mujeres que ha dejado morir en manos de un feminicida y que además, su gran mayoría no han obtenido justicia, sino que está llena de símbolos, y esos símbolos, de sentimientos que a muchas mujeres las hizo empatizar, a otras nos hizo llorar y a otras, nos lleno mucho más de rabia.  

En ese sentido, la exposición de fotografías de lo anterior, sumando las fotografías de las propias mujeres siendo agredidas por hacer uso de esas herramientas visuales, defendiéndose ante la represión, han tomado un sentido poético y romantizado de las manifestaciones, de las propias mujeres encapuchadas y de su rebeldía, provocando en las espectadoras, un sentimiento de ternura, de identificación, de empatizar con la ira y la valentía, cosa que nos ayuda a crear redes solidarias que crecen cada día más gracias a este tipo de herramientas estéticas físicas y digitales.

Las herramientas artísticas y performativas que han tomado lugar en las manifestaciones, no son otra cosa que un reflejo material de las emociones que les inundan: los ataques con glitter a reporteros y hombres que se meten a agredir en las marchas, tiene un significado más allá del -lindo brillo- o de ataque fotogénico; es un revés al ataque violento y sangriento masculino, inofensivo, pero aparatoso, una protesta contra la violencia cotidiana sin caer en el juego de las violencias patriarcales. En ese sentido, existen diversos ejemplos, como las vírgenes aborteras, dando un aspecto bello a lo que la gente conservadora tacharía de incorrecto, relacionado al pecado e inmoral; o al cada vez más usado maquillaje tipo editorial para salir a protestar o hacerse fotos relacionadas a la lucha no sólo como forma de creación de identidad sino de rebelión ante belleza convencional y en pro del libre desarrollo de personalidad de cada una, además puede ser un revés o la línea límite de herramienta estética o elemento propio de la capitalización y carnavalización del 8M (como sucedió con el Pride LGBT)

En general, son herramientas que han brindado un sentido poético a la lucha, complementándola y que nos llenan de diversos sentimientos; para unas creando redes de empatía y para otras, sentimientos de repulsión y desagrado.  No es lucha si no está intervenida por sentimientos que tenemos en común, y las luchas son eso, gente unida por las mismas necesidades y los mismos vínculos empáticos y por lo tanto, invadida por los mismos sentimientos.

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