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La primera

Elsa Flores

El último semestre de mi carrera estuve analizando a profundidad cuál iba a ser mi siguiente paso, parecía ser el momento en que tendría que darle forma a todas esas expectativas que desde niña las personas se habían creado sobre mí. La grandeza siempre es intimidante, porque se relaciona al reconocimiento de la clase más alta y si no lo tienes pues no eres lo suficientemente exitosa y vaya que es peor cuando eres mujer, mestiza y de padres obreros.

Pero es que eso no debería detenerme para alcanzar el éxito, ir en contra de la adversidad se muestra como el único camino que se tiene cuando ya has llegado tan lejos. En realidad lo siento como una deuda, al final (o al principio) soy la primer mujer de mi familia que llega a la universidad y termina una carrera universitaria, esto me hace pensar en todas las mujeres, principalmente mi mamá, que han tenido que poner el cuerpo para que generaciones después sea yo la que pueda tener una vida como ellas la deseaban.

Esta deuda no sé cómo liquidarla, como devolverle esos años a mi madre que tuvo jornadas laborales de más de 12 horas o cómo pagarle la violencia recibida a mi abuela cuando la casaron a la fuerza o cuando mis bisabuela huía de la revolución ¿habrán pensado en que alguna llegaría a no sentirse sola? ¿Habrán arrullado a sus hijas con canciones sobre mujeres poderosas? ¿Observaron durante horas la luna esperando respuesta como yo?

Siempre hablamos de la deuda histórica que tienen los varones con las mujeres pero jamás mencionamos la que tenemos entre nosotras. El reconocimiento del sacrificio de las madres obreras debe ir más allá de un día internacional o un programa social, porque el trabajo doméstico precarizado y/o sin remuneración es quien sostiene al capitalismo heteropatriarcal. Si la lucha de mujeres, sea feminista o no, es en pro de nuestra emancipación no se lograra si se mantiene a las madres sacrificandose en todos los hogares.

El quehacer político se ha centrado en la búsqueda de beneficio empresarial y somos las mujeres, primeras en vernos en los ojos de la otra, quienes con miedo alzamos la voz por las abuelas, las brujas quienes murieron en silencio. Yo, que no tengo más que deudas con todas ellas camino su lucha, esperando lograr pagar esta deuda para las que vienen detrás.

El simple hecho de poder escribir este texto forma parte de un sacrificio colectivo de las mujeres, por buscar espacio en la academía, por darnos las oportunidades que no tenían, por acompañarnos en el proceso de salir del espacio privado para entrar al público, por sostenernos cuando sentíamos el mundo caerse, por luchar. Benditas sean todas las mujeres que en su vientre traen el fruto de la rebeldía.

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