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La revolución afectiva: modelos relacionales alternativos

Por Melissa Cornejo 

Una de las principales preguntas que surgen tras la deconstrucción del amor romántico -o mientras esta se realiza- es la de qué modelo relacional elegir o bajo qué esquema es más conveniente para nosotros relacionarnos. ¿Monogamia?, ¿poliamor?, ¿anarquía relacional? ¿Cómo elegir el modelo relacional sin herir, ni herirnos, o hacerlo lo menos posible?

Para empezar, quiero hacer hincapié en que no hay un modelo correcto, ni más sano, ni estándar que nos funcione a todos. Existe un gran abanico de posibilidades siempre que se trata de relaciones interpersonales, por eso es recomendable ir poco a poco, consultarlo con la otra persona –en caso de que ya exista un vínculo- y ser sinceros con nosotros mismos y nuestros procesos. Si en algún momento notamos incomodidad, dolor, o cualquier emoción ‘’negativa’’, hagamos una pausa lo suficientemente larga para rastrear el origen del malestar. ¿Lo bueno? Que podemos cambiar de modelo relacional cada que lo necesitemos –insisto: si hay más personas involucradas, siempre, siempre, siempre debemos consultarlo con ellas-. Lo que quiere decir que para abrir o cerrar una relación la otra persona debe tener pleno conocimiento: si tú pasaste de ser monógamo a tener una relación sin exclusividad sexual, pero tu pareja no sabe... se llama infidelidad.

Haremos una primera gran diferenciación entre vínculos monógamos y no monógamos. En cuanto a los primeros no ahondaré mucho, pues es el tipo de relación que conocemos todos: exclusividad sexual, afectiva y romántica. Relación cerrada. ¿Puede ser sana? Por supuesto, la responsabilidad afectiva y deconstrucción del amor romántico no son exclusivas de los vínculos no monógamos.

Respecto al segundo grupo, el de la no monogamia, podemos definirlo como un amplio espectro en el que se encuentran distintos tipos de modelos relacionales. Como pequeño apunte, vale la pena mencionar que existen muchos prejuicios al respecto, pues se piensa que tener una relación abierta o vínculo no monógamo de cualquier tipo se traduce invariablemente a promiscuidad, cuando eso no necesariamente es así. Tener un vínculo no monógamo no quiere decir que forzosamente se tienen que mantener varias relaciones simultáneamente, o que se estén buscando activamente nuevas parejas todo el tiempo; esto va más en el sentido de tener la libertad y estar abiertos a la posibilidad de relacionarse con otra persona en caso de conocerla.

Dentro de las mismas relaciones no monógamas también haremos otra división entre aquellas relaciones abiertas con exclusividad afectiva y sin exclusividad afectiva. En el primer grupo, encontraremos las del primer tipo: sin exclusividad sexual, pero con exclusividad afectiva.

Relación sin exclusividad sexual. Como su nombre lo dice, se trata de un vínculo en el que no existe exclusividad sexual. La pareja tiene pleno conocimiento de los encuentros que tiene la otra persona. Esto podría ser lo que mucha gente entiende por ‘’relación abierta.’’ En este tipo de relaciones sí hay exclusividad afectiva por lo que no se establece ningún vínculo romántico o afectivo fuera de la relación.

Swingers. En este tipo de vínculo no hay exclusividad sexual. Las parejas que lo practican suelen buscar encuentros –en bares o apps- y estos pueden ser con otras parejas, con una sola persona externa a la relación, o con varias personas externas a la relación. Son muy comunes los tríos, orgías y prácticas de sexo grupal. Lo característico de este tipo de relaciones es que hay exclusividad afectiva y los encuentros con otras personas suelen llevarse a cabo cuando la pareja está presente y –casi siempre- participa.

Respecto a las relaciones sin exclusividad ni sexual, ni afectiva, empezaremos la lista con un modelo relacional que es muy específico y sólo se da en ciertos contextos culturales y religiosos a diferencia de los demás:

Poligamia: Una persona se casa o tiene un vínculo erótico-afectivo con más de una persona al mismo tiempo; si se trata de una mujer casada con varios hombres, se denomina poliandria; si se trata de un hombre casado con varias mujeres, se denomina poliginia. Retomando lo dicho anteriormente, este modelo relacional, al producirse bajo contextos religiosos y culturales muy específicos, no suele darse desde la libertad y elección conscientes. No quiere decir que haya un rechazo del individuo –por lo menos no necesariamente-, pero no suele existir una deconstrucción del amor romántico.

En este modelo relacional, las parejas le son fieles al hombre o a la mujer de la relación.

Poliamor. Se trata de un modelo relacional en el que no hay exclusividad sexual, ni afectiva. Las personas involucradas pueden tener relaciones afectivas, sexuales y románticas con una o más personas fuera de la relación. Existe conocimiento, consentimiento y consenso de todas las partes involucradas. Este tipo de relaciones, pueden ser a su vez:

Poliamor jerárquico: en este modelo existe una relación principal y el resto son secundarias. La relación principal suele tener plan de vida en común, planes a futuro, puede vivir en la misma casa, compartir las finanzas y la crianza de hijos.

Poliamor no jerárquico: todos los vínculos erótico-afectivos están al mismo nivel. Es un modelo horizontal, pero con etiquetas.

Polifidelidad: grupo de tres o más personas que tienen una relación poliamorosa, pero cerrada: solamente comparten entre ellos.

Anarquía relacional. No existe ni exclusividad sexual, ni afectiva. Todas las relaciones están al mismo nivel. No hay etiquetas (amigo, free, familiar, novio, ligue), es una red de amor completamente horizontal. Se aplica la teoría anarquista a las relaciones afectivas para cuestionar la organización social y la formación de vínculos jerárquicos en los que unos tienen más privilegios que otros.

No se pone a la pareja por encima de las amistades o de la familia. Todos los vínculos son igual de importantes, pero esto no quiere decir que no se establezcan algunos de mayor afinidad, compromiso, entrega y pasión que otros, sino que al no poner etiquetas en función de los cánones estructurales tenemos la libertad y el espacio de cuestionar los privilegios y las expectativas, cosas cuestionables en la ética anarquista. Es, en resumen, okupar los vínculos.

Todos los modelos relacionales, a pesar de sus diferencias, tienen en común el establecimiento de acuerdos relacionales, responsabilidad afectiva, limites personales, respeto, consentimiento informado y consideración.

Respecto a los acuerdos relacionales, vale la pena tener pláticas largas y sinceras a la hora de establecerlos, pues es en este momento donde se sientan las bases de la relación, sea monógama o no. Por ejemplo: se decide qué tipo de modelo relacional se quiere; qué tanto tiempo se le puede invertir a la relación y cuáles son nuestras necesidades afectivas; en caso de que la relación sea no monógama, se decide si se quiere saber de las otras personas –circunstanciales o no- que aparezcan en la relación, y qué tantos detalles necesitamos; qué límites tenemos: ¿pueden dejarse ver en público con sus otras parejas?, ¿subir fotos?, ¿platicar de ellas abiertamente?; Al tener una relación no monógama, ¿nosotros qué entendemos por infidelidad y deslealtad? ¿La otra persona está de acuerdo con eso?; si se comparte el hogar, ¿pueden ir de visita las personas externas a la relación?, ¿pueden pasar la noche ahí?

Es recomendable realizar un contrato relacional en el que estén por escrito cada uno de los acuerdos a los que se hayan llegado. En él, deberá incluirse lo aceptable, lo inaceptable, lo negociable y lo necesario. No se trata de prohibir cosas, sino de ser claros con nosotros y con las otras personas desde el principio. Además, es una excelente herramienta para prevenir conflictos o a la cual recurrir en momentos de crisis. No es estático: puede modificarse cada que sea necesario.

Algo que debemos tomar en cuenta es que cada vínculo es único y la diversidad relacional no se trata de modas, posmodernidad o etiquetas, sino de cuestionar la manera de relacionarnos y encontrar la forma más ética de amar y cuidar de las personas con las que elegimos sostener vínculos para no dejar en el camino un reguero de cadáveres sentimentales.

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