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The American Death

Por Rodrigo Chávez

El sueño americano, el bello sueño americano es algo que nos han vendido desde hace muchísimo tiempo; esa tierra próspera de libertad y de derechos, en donde uno puede hacerse millonario y tener la oportunidad de ser quien siempre ha soñado. Para cumplir este sueño solo se necesitan dos cosas: nacer en Estados Unidos y trabajar arduamente; o bueno, eso cuenta la leyenda, porque la realidad se aleja demasiado de esta idea.​

Hace ya bastantes ayeres que Martin Luther King decía que había tenido un sueño, un sueño en el que sus hijos se sentaban a la mesa a comer con los hijos de los blancos que querían matar negros, y que en su sueño todos se aceptaban desde las diferencias, porque se entendía que lo distinto no es malo, solo es distinto.

Hace muchos ayeres que Malcolm X señalaba a los blancos como los principales opresores de los negros en Estados Unidos. Por las mismas fechas, las panteras negras protestaban armadas contra el Ku Klux Klan por matar a personas afrodescendientes en diversos estados de la unión americana. Negros armados tomando las calles, buscando reformar la vida social, el modelo económico y, sobre todo, obtener una vida digna de vivirse, erradicar el racismo y superar el miedo al que habían sometido a las comunidades negras. Pero a pesar de la sangre de aquellos grandes símbolos de la lucha antirracista, a pesar de la “apertura” de las universidades a estudiantes negros y a pesar del tiempo, ayer nos dimos cuenta que el sueño americano está reservado para las personas blancas, o al menos no negras.

Incluso en este siglo habíamos visto protestas masivas por la violencia racial que se vive en el país vecino, como el “Black Lives Matter”, nacido en 2013 después de que la corte de Estados Unidos absolviera a un oficial de policía que asesinó a tiros a un hombre afrodescendiente. Este movimiento trataba de visibilizar que el racismo no había (y no ha) sido superado.

Para julio y agosto de 2016 volvimos a ver en las noticias la represión policial desproporcionada contra los afrodescendientes, y eso hizo que Colin Kaepernick, QB de los 49’s de San Francisco, comenzara una protesta pacifica al arrodillarse cuando el himno nacional estadounidense sonaba antes de cada juego. Colin condenó así su carrera como jugador profesional de football americano, pues se metió con las dos cosas sagradas para la sociedad estadounidense, el football y el patriotismo. Kaepernick declaró después de un juego que no podía pararse orgulloso frente a la bandera de un país que mataba a la gente de color; que no podía ni debía ignorar lo que sucedía en las calles.

Después de un tiempo todo volvió a la normalidad y la protesta se olvidó, pero cuando los afroamericanos despertaron, el racismo seguía ahí. Y es que hablar de racismo es hablar de un sistema de opresión histórico que segrega a las personas por su color de piel. Para dar datos concretos de esta violencia estructural, podemos decir que 37.6 millones de ciudadanos estadounidenses son afroamericanos negros, siendo así la primera minoría racial, es decir, que componen una parte importante y esencial de la vida de EEUU. Pero esta condición de “minoría” los condena a la otredad, es decir, los obliga a ser los otros, los no blancos, los que no son iguales.

Al estudiar a la población carcelaria la cosa es distinta, pues una persona negra tiene seis veces más probabilidades de ir a prisión que una persona blanca, e incluso tres veces más posibilidades que un hispano descendiente. De igual modo, las comunidades negras de EEUU son parte del grupo de comunidades más precarizadas y, como ya lo habíamos mencionado con el caso de la violencia en México, mientras más precariedad, menos oportunidades, y mientras menos oportunidades más violencia y más actividades ilegales se presentan.

El 21% de los negros en Estados unidos viven en pobreza, en contraste con el 8% de las personas blancas y esto, amigas y amigos, no tiene que ver con que los blancos trabajen más o mejor, sino que tiene que ver con un legado histórico, pues no debemos olvidar que los trabajos bien remunerados eran inaccesibles para los negros hasta mediados de los años 80, lo que quiere decir que hay muy pocas personas negras que disfrutan de riqueza generacional.

También es de resaltar que las personas negras reciben condenas más altas por crímenes menores que las personas blancas, y a pesar de esto, hay muchas personas, mayormente blancas, que niegan que exista hoy una condición estructural de desigualdad entre razas en los Estados Unidos; algo muy similar a lo que pasa con lo hombres en México al hablar sobre la violencia estructural hacia las mujeres, como si al cerrar los ojos o mirar a otro lado las estructuras de opresión desaparecieran. Hay algunos intrépidos que incluso llegan a decir que existe un “racismo inverso” cuando las comunidades negras excluyen o impiden que los blancos entren a sus espacios.

Todo esto salta a nosotros porque el día de ayer vimos las tremendas imágenes en las que un oficial de la policía de Minneapolis asesinaba cobardemente a George Floyd, al estrangularlo con su pierna durante 10 minutos, a pesar de que George le decía que no podía respirar y le suplicaba que parase. ¿El crimen de Floyd? Tratar de pagar con un billete falso de veinte dólares, un delito menor que a vistas del racista oficial costaba la vida del hombre negro. No obstante, en el vídeo vemos al compañero del asesino con una inacción brutal ante la barbarie, evitando en todo momento que la gente que estaba presenciando el homicidio actuara en su defensa. Las autoridades han dicho que “aún no se determina la causa de muerte del individuo”, lo que resulta un insulto a la inteligencia y una burla a la sociedad negra en Estados Unidos y en el mundo; todxs sabemos que la causa de muerte fue homicidio por parte del elemento de la policía, ese ferviente admirador de Donald J Trump, y que excusado bajo una placa estranguló hasta la muerte a Floyd.

Las protestas fueron violentas en respuesta al asesinato, y la criminalización a las mismas no se ha hecho esperar. Las personas blancas, amantes del status quo, defienden la versión oficial o señalan a Floyd de haber provocado su propia muerte, cuando las imágenes nos muestran un uso excesivo de la fuerza.

El Chojin, uno de mis rappers favoritos, escribió en 2009:

“Parece que la música es la única contribución del hombre negro a lo que llama civilización […].

Si un negro destaca es porque es una excepción. Un negro no es negro del todo cuando muestra educación, un buen negro tiene como ambición trabajar en el campo, en el McDonals o en la construcción, de peón […].

[…] no hay mentira más grande que afirmar que todos somos iguales”.

-N.E.G.R.O

El Chojin

Lo anterior lo escribe para evidenciar cómo funciona el racismo en la sociedad española, que es igual de aplicable a la sociedad estadounidense en la cual los blancos creen que el lugar de los negros es lejos de lo que ellos hacen o de cómo viven. Incapaces de ver el sistema de opresión que permiten y que fomentan se quejan de que la comunidad negra de Estados Unidos tenga representatividad en el poder, en la cultura y por supuesto, de que puedan tener espacios en los que se desarrollen de manera plena. El racismo, con todo lo que conlleva, sigue en Estados Unidos y los sucesos de ayer son una dolorosa muestra de que ser negro en Estados Unidos te acerca más al american death que al american dream.

Les invito, lectoras y lectores, a conocer sus propios pensamientos y actuares racistas, a no justificar la muerte de Floyd y a no olvidar que el sueño americano, en 2020, muere en la frontera cuando un agente de la patrulla fronteriza norteamericana asesina a un jóven mexicano que estaba en suelo mexicano, y también muere en las calles, estrangulado por los oficiales de policía.

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