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Problemas de análisis

Por Rodrigo Chávez

El día de ayer tuve oportunidad de acudir al foro “Justicia y seguridad social para las juventudes” organizado por la comisión de juventud de la cámara de diputados. Un foro en el que se habló de manera amplia sobre la necesidad de la certidumbre laboral y la seguridad social en el sector más amplio de la sociedad. De entre las y los participantes el director del Instituto Mexicano de la Juventud fue el más claro en cuanto a su análisis de las circunstancias estructurales que aquejan a la juventud mexicana e incluso me atrevo a decir que su diagnóstico es aplicable a la gran cantidad de países, cuando menos a los latinoamericanos.

Sin embargo quiero enfocar este texto en las reflexiones que generé de los errados análisis del representante del IMSS y de algunos diputados que de algún modo centraron como punto de partido la complejidad de las juventudes por sentirse identificadas dentro de las lógicas del poder institucional. Un par de diputadxs dijeron abiertamente que la juventud “no está interesada en la política o que ha perdido motivación en entrar al mercado laboral formal”. Estas aseveraciones no son solo indignantes sino preocupantes pues son precisamente estos representantes los encargados de la redacción y posterior votación de la ley general de juventudes.

No es que la juventud no tenga intereses políticos, por el contrario, vivimos uno de los momentos de mayor politización juvenil, quizá desde el año 2000 no teníamos una juventud tan politizada, el problema que no consiguen incluir en su análisis estos diputados es que la politización juvenil ha vivido un profundo proceso de radicalización derivado del desencanto de la política formal. Es decir, la juventud de ahora no se adhiere fácilmente a un partido político o un referente pero esto no quiere decir que las marchas del 8M sean llenadas de mujeres jóvenes altamente politizadas o que posturas como en anarquismo o el colectivismo comunitario no estén presentes en la juventud.

Movimientos como el ecologista o como el veganismo han tomado fuerza en esta generación, el feminismo se ha vuelto canon en nuestra sociedad, la comunidad lgbtttiq+ y la lucha de las dicidencias sexogenericas son algunos ejemplos de como la juventud no solo está interesada en la política sino que realizan política cotidianamente. Aunque al parecer esto es inocuo si no se logra capitalizar hacia una fuerza electoral e institucional. Un grave error de lectura.

El representante del IMSS, por su cuenta, preguntó quién piensa a menudo en su retiro y fue una pregunta que levantó un buen número de manos rompiendo un poco con la narrativa discursiva del mismo. Los jóvenes no solo pensamos en el futuro y en nuestro retiro, lo hacemos de tal forma que nos ha sumido en una crisis de certidumbre. La mayoría de nosotros sabemos no solo que no tendremos acceso a una pensión como nuestros padres o abuelos sino que tampoco podremos acceder a una afore digna como se vendió la idea a comienzos de siglo. Las complejidades de la precarización nos hacen ver como inaccesible la idea de aportar 10 pesos diarios a nuestra afore de manera voluntaria. No es que no pensemos en nuestro futuro y retiro, es que ya sabemos que es insostenible.

El último punto que abordaré sobre lo ocurrido el día de ayer en el salón en que se dió el foro son las declaraciones de la presidenta de la comisión de juventudes cuando se habló abiertamente de la reforma eléctrica. Pidió que no viéramos ideologías ni partidos dentro de la redacción de la ley general de juventudes.Yo podría entender el hecho de no pedir trabar la redacción, discusión y aprobación de la ley por un tema partidista, vamos, yo me adhiero a esa declaración. Pero pedir no incluir ideología dentro de la ley me parece un acto meramente despolitizante y abiertamente burdo.

Primero nos dicen que los jóvenes no estamos interesados en la política y después que no deberíamos llevar nuestra ideología a la redacción de la ley. No sé si la diputada presidenta no ha tenido oportunidad de explorar la juventud más allá de sus círculos partidistas o de su burbuja de clase pero la juventud es altamente ideológica. Como dijo Allende: Ser jóven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica. ¿Cómo puede pedirle a una generación que abiertamente milita el feminismo, la lucha de los derechos de la diversidad sexual, la despenalización de las sustancias recreativas, que se opone a los métodos tradicionales de enseñanza, de relaciones de trabajo que no lleven ideología a una ley que es para ella?

Pareciera que hubiera querido decir “queremos escucharlos pero no tomarlos en cuenta como entes políticos y politizados para la ley”. Es precisamente ese tipo de pensamientos los que alejan a una juventud altamente politizada de las instituciones del poder. Las que hacen a más de uno decir “de nada sirve sentarse a explicar, debatir y compartir con quien va a imponer desde su posición de poder su visión”. La cosa es clara, bastante clara, no existe ley sin ideología ni juventud despolitizada.

La mayoría de las personas del público éramos estudiantes universitarios, la mayoría de nosotros tenemos el privilegio de aspirar a ser una clase media intelectual, que nuestro trabajo y desgaste se centre en el pensamiento y el desarrollo de nuestras habilidades mentales o técnicas, pero debatir entre nosotros, los que tenemos la oportunidad de jugarle a los sabios contemporáneos nos encierra en un autoconsumo y en un sesgo de clase infranqueable.

Si queremos una ley general de juventudes debemos llevar estos foros, estas discusiones a la calle, a las universidades y no quedarnos esperando en el recinto a que los jóvenes vayan a escuchar cómo es que esta ley se está redactando o intentando. Si algo nos enseñó la batalla por la reforma eléctrica es que es la política la que debe de ir al espacio público, que si queremos un debate social y un impacto entre los ciudadanos hay que ir a sus espacios y explicar que trata de resolver la ley, recoger las demandas de los afectados e interesados y entonces sí, llevar dichas demandas a la redacción. Quedarnos en la curul a convocar a quienes tienen el privilegio del acceso al tiempo libre y el entendimiento de la política formal es mentirnos a nosotros mismos.

Escuchemos al joven de Chiapas, de Guerrero, de Nuevo León, de Guanajuato, de Jalisco, del EDOMEX y no nos convenzamos de que la única juventud es la ciudad de México pues, como ya hemos hablado aquí, la CDMX no vive una realidad concordante con el resto del país. La ley general de juventudes es una propuesta valiosa pero que hay que llevar con bastante altura de miras, comprender la situación en que el neoliberalismo nos sumió a los jóvenes, buscar una reparación de eso, escuchar ras de calle lo que los jóvenes tienen que decir y asumir su alto contenido crítico, político y análitico. De otro modo será solo una ley destinada al fracaso.

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