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Sexualidad en el Virreinato de Nueva Granada en el siglo XVIII: El Pecado Nefando, sodomía en Colombia

Por Ankaret Alfaro

Durante el periodo colonial, en las relaciones de dominación y poder que se imponían basadas en la teología y cosmovisión europeos, no eran ajenas las formas de relación social más íntimas. El terror, rechazo y repudio por las relaciones entre personas del mismo sexo llegó a América junto con la cosmovisión judeocristiana.

 Hablaré específicamente acerca de las prácticas sodomitas en Colombia, calificadas durante la colonia como -la práctica nefanda por excelencia-, castigada y condenada por la iglesia y la sociedad, y fue entonces cuando fue señalado como “pecado nefando[1] y crimen contra natura y por lo tanto era juzgado bajo la justicia eclesiástica y la ordinaria (o social)”.

 

Señalaré algunas cuestiones morales, pues para empezar, se le llamó así porque era inaceptable el hecho de tener relaciones sexuales cuando la finalidad no era procrear.  Esta práctica de libre sexualidad era sin duda, la que más provocaba horror y escándalo. El bestialismo (ahora conocido como zoofilia) y la sodomía pertenecían a las formas más abominables de caer en el pecado de la lujuria: “está unida a los genitales y se halla conectada con el afeminamiento y la animalidad, en tanto pecado carnal”[2]  Por otro lado, las practicas pecaminosas de la lujuria se dividían en dos: los pecados “naturales”, mismos que podían ser tener relaciones sexuales sin el fin de procrear, adulterio o incesto; y por otro lado estaban los pecados “anti naturales” que comprendían la polución, bestialismo, masturbación y la sodomía. Esta última se dividía en: “perfecta”, que refiere a cuando había coito anal entre personas del mismo sexo o “imperfecta”, cuando se practicaba el sexo oral o coito anal entre miembros de distinto sexo. “Para las mujeres se optó por la denominación de sodomía femenina o sodomía imperfecta puesto que no había penetración, sin embargo si se comprobaba la penetración con los dedos u objetos se podía considerar sodomía perfecta”[3]  En este sentido, los hombres que mantenían algún tipo de relación se les calificaba como herejes, y merecían la mayor de las condenas: ser quemados en la hoguera. Esto deja a esas personas como transgresores dentro de la moral colonial para la reproducción y el placer no reproductivo.

De esta manera es como también se impuso en el imaginario colectivo de los habitantes del Virreinato de Nueva Granada, las imágenes del “buen y mal salvaje”.

ANTECEDENTES

 

Las normas culturales impuestas por los europeos influenciaron por completo la representación de las distintas prácticas sexuales de las antiguas civilizaciones que habitaban la región latinoamericana. Son muy conocidas las representaciones eróticas en cerámica de la cultura mochica (del 700 d.C.) en Perú, aunque existen otras no tan conocidas, mexicanas, colombianas y ecuatorianas. Dentro de las múltiples interpretaciones que les han dado respectivamente, coinciden en que se hizo mucha insistencia en la mayor capacidad y placer sexual de las mujeres.

La sexualidad de los Arhuacos, que habitaban la Sierra Nevada de Santa Marta, en Colombia, no era ninguna cosa aislada, sino que entraba dentro de sus conceptos de salud. Este grupo, tiene recomendaciones específicas en formas, posiciones y tiempo para las relaciones sexuales, también pusieron algunos límites o restricciones según la edad, salud o clima. También, se sabe que la homosexualidad formaba parte de la realidad social, pues se  encontraron varias figurillas en Colombia y Perú representando relaciones sexuales ente hombres.

“….en la Tierra Firme, donde muchos destos indios e indias eran sodomita e se sabe que allá lo son muchos dellos, y ved en que grado se precian de tal culpa que, como suelen ponerse otras gentes algunas joyas de oro y de preciosas piedras del cuello, asì, en algunas partes destas Indias, traían por joyel a un hombre sobre otro, en aquel diabólico e nefando acto de Sodoma, hechos de oro de relieve. Yo ví unos destos joyeles del diablo que pesaba veinte pesos de oro, hueco, vaciado e bien labrado, que se hobo en el Puerto de Santa Marta, en la costa de Tierra Firme, año de mil quinientos e catorce…Así que ved si quien de tales joyas se prescia y compone su persona, si usará de tal maldad en tierra donde tales arreos traen… Y así, habéis de saber que el dellos es paciente e toma el cargo de ser mujer en aquel bestial e descomunal acto, le dan luego oficio de mujer, e trae naguas como de mujer”.

 

LOS ESCLAVOS AFRICANOS DE CARTAGENA

La gente originaria del continente africano que eran llevados como esclavos a la actual Colombia fueron utilizados como mano de obra en las minas de oro. Lamentablemente, existe  una imagen muy estereotipada acerca de estos esclavos, pues en general, se relacionan únicamente a la imagen de hombres grandes y fuertes de piel negra, y no se toman en cuenta la gran diversidad de lugares de los que fueron secuestrados. Procedían en mayor medida del Congo, Benín, Angola, Guinea, pero también abundaban personas de nacionalidad Yoruba, Fulas, Yolofo, Mandinda, etc. Todos eran tan diversos en lo que respecta a sus cosmovisiones, en concepciones y naturalmente, en su orientación sexual.

Estos esclavos eran quienes eran enjuiciados en mayor medida por el Tribunal de Cartagena. Algunos compartían costumbres religiosas de su cultura con otros esclavos de manera oculta porque de ser descubiertos por los cristianos, eran señalados de hacer brujería; por lo tanto estos esclavos fueron juzgados como hechiceros o servidores del demonio.

La mayoría de estos esclavos, a pesar de provenir de culturas distintas, dentro de sus prácticas religiosas predominaba el culto a los muertos, y por supuesto, tampoco concebían las ideas del bien y el mal de la misma manera que los europeos, por lo tanto estas prácticas eran vistas como demoniacas o idólatras. También estaba muy unida su concepción del mundo espiritual con el sexual, a pesar de que sus prácticas homoeroticas eran extremadamente heterogéneas “Las actitudes negras aceptaban la sexualidad como parte integral de su relación con el mundo al punto de tenerla integrada dentro de su conciencia mágica”

 

En algunas culturas africanas, la homoeroticidad era igual de común (y aceptada) como la heterosexualidad, en algunas otras sí era penalizado, pero no de forma grave, mientras que en otras pocas fue condenado gravemente.

Luiz Mott, menciona algunos hábitos sexuales de los africanos en su obra “Sexo prohibido”. Por lo cual, algunos historiadores piensan que posiblemente seguían llevando a cabo esas prácticas aun estando esclavizados en América. Algunos creen que estas prácticas continuaron por la poca presencia de mujeres, según algunos datos demográficos, por cada siete hombres sólo había una mujer; entonces, sumándole las condiciones en las que se veían en los grandes viajes de los barcos, suponen que comenzaron a ceder a la tentación de “liberar sus impulsos”. [1] Por otro lado, yo creo que esto último no es otra cosa más que excusas meramente machistas que posteriormente pudieran servir para justificar abusos en grupo a mujeres esclavas que viajaban con ellos, o para justificar los actos sodomitas entre esclavos mientras estaban a bordo y por supuesto, abusos a otros hombres también. En ese sentido, es una afirmación peligrosa que pudiese justificar discursos racistas basados en el argumento de bestialidad relacionados a “no poder controlar sus impulsos” (a pesar de que ese tipo de argumentos no sean únicamente utilizados para referirse a los hombres negros).

[1] Nefandus: Que no puede decirse, nefando, impío, abominable, criminal, execrable, infame, vergonzoso.” En Agustín Blánquez Fraile, Diccionario manual latino-español, español-latino, Barcelona, Ramón Sopena, 1984, pp.317

[2] Camba Ludlow Ursula, El pecado nefando en los barcos de la carrera de indias en el siglo XVI. Entre la condena moral y la tolerancia, Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, México, 2011, pp. 111

[3]Vainfas Ronaldo, Homoerotismo femenino e o Santo Oficio, en Del PRIORE, Mary, (organizacao), Historia das mulheres no Brasil, Unesp-Contexto, 1997.

[4] Oviedo, Gonzalo Fernández de. Historia general y natural de las Indias.(L.V. cap III en Cardin, Alberto, 1984. Guerreros, chamanes y travestis. Busquets 1984, Barcelona. P 150).

[5] BORJA, Jaime, Rostros y Rastros del demonio en la Nueva Granada, Bogotá, Ariel, 1998, p 180.

[6] Véase: JARAMILLO URIBE, Jaime, Ensayos de historia social colombiana, Bogotá, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1968; PALACIOS, Jorge, La trata de Negros por Cartagena de Indias, Tunja, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Tunja, 1973.

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