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Amenaza al estado laico

Por: Jorge Kahel Ruizvisfocri Virgen

Algunas contradicciones son hasta inverosímiles: mientras que el gobierno en turno enarbola a Benito Juárez como su principal imagen, una de sus senadoras presentó una reforma para terminar con el legado del estado laico que nos dejó el Benemérito de las Américas.

La propuesta de reforma a la Ley de Asociaciones Religiosas es el intento más ambicioso para darle poder a los grupos religiosos en México desde la época de Salinas. En un documento de 51 páginas, disponible en el sitio web del Senado, se propone eliminar literalmente de la ley la importancia del principio histórico de la separación de las iglesias y el estado para abrir puerta a que las religiones tengan mucha mayor participación política, social y cultural.

Entre las modificaciones más importantes que buscan generar nuevos derechos religiosos encontramos la creación de un marco jurídico que permita la colaboración de las iglesias con el estado en materia de desarrollo cultural y social. La reforma también propone terminar con la importancia del cumplimiento de las leyes mexicanas, pues bajo el argumento de la “objeción de conciencia”, se da pie a la evasión de responsabilidades legales cuando se percibe un conflicto ético, justo como el que podría sufrir algún médico que deba practicar un aborto en una institución pública, realizar una transfusión sanguínea o atender a una persona no heterosexual. Asimismo, la reforma plantea brindar asistencia espiritual en centros públicos tales como ceresos, hospitales y cuarteles; lo que es un sutil modo de abrir camino a la evangelización religiosa en las instalaciones oficiales del estado mexicano.

En materia política, la ley está diseñada para el poder de las iglesias, pues les permitirá bombardearnos de publicidad incontrolada en medios de comunicación, dejará que se discuta política en misas y reuniones con fines religiosos y facultará a que las autoridades asistan a eventos de culto usando su título oficial. En pocas palabras, se permitirá la profana unión de política y religión.

Si Juárez viviera, seguro que fusilaría por traidores a muchos protagonistas del cambio verdadero que en la zurda llevan progreso y en la diestra acarician un rosario. Disfrazada de libertad religiosa hay un vil intento de hacer que el estado mexicano sirva a grupos con ideologías retrógradas y conservadoras que, históricamente han promovido valores misóginos, homofóbicos, racistas y clasistas, envueltos en un velo de analfabetismo funcional que abraza el dogma y rechaza el saber.

Esta reforma no está pensada para profundizar libertades individuales, sino para dar cabida a que grupos de presión política, tales como los cristianos evangélicos, tengan carta blanca para imponer su agenda política en México. La “libertad religiosa” que promueve esa senadora será el principio del fin de muchas conquistas hechas por mujeres, la comunidad LGBT+ y herejes que no estamos dispuestos a someternos otra vez al yugo religioso, y en su lugar abrirá espacio a que grupos de presión y cabildeo de sectores reaccionarios puedan extender su poder sin ningún control en un entorno político cada vez más volátil.

Creo que todos tenemos derecho a creer en lo que sea que nos plazca, pero no que los grupos de presión religiosa usen a las instituciones del estado para evangelizar; ni que la religión deba actuar junto a las autoridades para promover “cultura y acciones sociales”, pues si los religiosos quieren promover el bienestar y la recuperación del tejido social, pueden hacerlo como ciudadanos y no como predicadores.

El estado jamás debe servir a la religión. De hecho, estoy convencido que la religión no debe tener ningún papel en la toma de decisiones gubernamentales, pues ¿Cuándo nos trajo algo bueno el matrimonio entre la política y la religión? ¿Durante la evangelización forzada de nuestra tierra conquistada? ¿Con el Santo Oficio que torturó en nombre de la pureza a hombres y mujeres cuyo crimen fue el de pensar diferente? ¿Con los miles de homicidios que causo la Guerra de Reforma y la Cristiada?

La libertad religiosa y el gobierno laico son conceptos para evitar la persecución por motivos religiosos, no para fomentarlas. Es libertad para tener creencias, no para imponerlas con toda la fuerza del estado. Si esta reforma pasa, una de las mayores conquistas legales de la historia de México será enterrada para dar volver ley al fanático oscurantismo religioso.

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